¿A qué tipo de Universidad aspiramos?

Lástima que la mayoría de nuestros adversarios resultaron ágrafos

Por Jaime Martínez Veloz

Viene de: La organización estudiantil: un paso a la democracia 

5.- “No seas idealista” 

De la farsa me enteré en un acto donde se develó una placa en un aula magna de Jurisprudencia que desde aquel día llevó el nombre del rector saliente. Le siguió el entremés y la comedia; la grilla estaba en todo su apogeo. Villegas se me acercó. Intercambiamos las formalidades de rigor, y en seguida, a boca de jarro, en un lenguaje de orden y oferta, fui de los primeros mortales en saber la noticia que minutos más tarde recorrería Coahuila:

–El candidato a la rectoría será Valeriano –me dijo Villegas Rico.
–¿Qué queeé?
–No te apures, estás dentro de la jugada.
–¿Y la Reforma Universitaria?
–Si quieres también hacemos el Congreso.
La Reforma Universitaria no se reduce a un Congreso– le contesté.
–No seas idealista– me dijo Villegas, ya enfadado.

Una voz anónima interrumpió el diálogo: “¡Por favor, todos los directores!”, insistió:
“¡Sólo los directores! ¡Pasen al aula magna!”.

No acababa de entender qué pasaba. A pesar de que abundaban las charolas y las botellas tapadas, se suspendió el reparto de alimentos y bebidas. Era un ejemplo claro del ejercicio de poder desbordante, avasallador, del que arrincona y agarra por sorpresa. “Sólo directores” entramos. Villegas al frente. Me retrasé a propósito. Quería desaparecer de la escena, pero algo me dijo que todavía tenía que ver en qué terminaba esa farsa.

El rector tomó la palabra y empezó su discurso. Engoló la voz. Esgrimió argumentos con habilidad de ex secretario de gobierno. Usó el estilo de convencer y persuadir que le dio el sillón de la rectoría. Dio línea y al final, concluyó: “¡Valeriano es nuestro candidato!”.

La mayoría aplaudió y dio gritos de aceptación. Afuera había una multitud ansiosa, quizá nada más con ganas de continuar comiendo y bebiendo, pero que ignoraba qué había pasado adentro y sólo esperaba enterarse, a base de persistencia, de la razón del acto al que no habían sido invitados.

La universidad como principio y fin de la razón y el saber se volvió una utopía. La cargada, una realidad. Al salir del aula magna, Valeriano Valdés Valdés se convirtió en el origen del símbolo de las tres V.… el mejor hombre…el único… el ideal. Entre ¡bravos! y ¡vivas!, vino tinto, volovanes y canapés, Villegas encontró a su sucesor.

La democracia es un mito. La búsqueda de la verdad y la experimentación científica no existen dentro de la lucha por el poder. Me regresé a Arquitectura con mis compañeros y de inmediato nos preparamos para la lucha que se avecinaba. Hicimos acopio de hojas, mimeógrafos, tinta, pintura, brochas y toda la imaginación y creatividad que nos había enseñado la vida hasta ese día. La lucha social había sido nuestro distintivo e íbamos a continuarla.

Foto: Archivo / Jaime Martínez Veloz

6.- El escenario electoral universitario

Mario Valencia describe así el escenario universitario de aquellos días: “Antes del 14 de marzo, las tres corrientes políticas más influyentes en la UAC estaban ya a la vista de los universitarios y de la sociedad coahuilense. La corriente de la continuidad la representaba Valeriano Valdés Valdés. No cabía ninguna duda en cuanto a sus propuestas para el manejo de la universidad: asegurar por todos los medios “calma y tranquilidad”. Pero no para garantizar el desarrollo de la academia y la investigación, sino para demostrar que se podía “controlar” a una universidad formada por una comunidad de aproximadamente 25 mil personas, y de esta forma hacer méritos para en el futuro alcanzar una posición política más alta en el aparato oficial. Su afán era prolongar otros seis años la democracia dirigida, repitiendo los mismos esquemas, impidiendo la crítica, convirtiéndola en habladas de resentidos”.

“La segunda opción era la conservadora que luchaba por consolidar una universidad de élites, cultos, iluminados: nuevos positivistas, pues. La que estaba a favor de la neutralidad porque según ella, los problemas sociales son producto de las imperfecciones de los hombres, no de los sistemas; corriente ésta que consideraba que la universidad debía permanecer al margen de los conflictos propios de la lucha de clases, ya que los estudiantes y maestros universitarios debían considerarse pensadores y no agentes de cambio: pensar bien, para vivir bien. Argumentaban que la democracia era un problema político, no académico, y que esto último, lo académico, era el objeto de estudio de la universidad. La ideología, decían, era sólo materia de investigación, no de participación. La opción “catonista” era optar por derrotar a los amorales, a los corruptos, a los que persiguieran intereses políticos de grupo; a los oficialistas por deshonestos y a los comunistas por extremistas. La opción “catonista” era luchar para tener una universidad lejos de los problemas mundanos, en la cual formar profesionales que ayudasen a la sociedad, no que la transformasen”.

“La tercera opción, y última en la historia de la educación superior de Coahuila, era la de optar por una universidad que participara en el cambio hacia una sociedad más justa y democrática. Era la opción que consideraba indisolubles los fines universitarios y los intereses del pueblo, heredera de los movimientos democráticos más sobresalientes de las universidades mexicanas. Era la propuesta de la izquierda que luchaba por transformar la universidad en un centro de investigación y de crítica científica, del desarrollo del pensamiento; que peleaba por una actividad cultural íntimamente ligada a las necesidades de las mayorías”.

“Era el planteamiento de un sector de universitarios ligado a los movimientos regionales de reivindicación social con siglas socialistas, de ahí su satanización y su combate por parte de los sectores oficial y privado”.

“El 14 de marzo se inició la difusión de las propuestas continuistas. Músicos regionales, mariachis, matracas, cachuchas con el nombre del candidato; reparto de camisetas con exhortación al voto, chamarras deportivas, llaveros, calcomanías con las tres “V”: Valeriano Valdés Valdés. Así inició su campaña el continuismo, el mismo día de su registro”.

“Estudiantes y maestros de Arquitectura y sólo unos cuantos, de otras escuelas, revueltos con colonos y agentes de Gobernación, fueron los testigos del registro del candidato de la izquierda, Jaime Martínez Veloz, el propio día 14”.

“Antes del discurso inicial de la campaña de este último, “El Llanero Solitito” provocó risas y reflexiones de amas de casa, niños, maestros, estudiantes y hasta algunos espías. Por su lado, el estilo panista de hacer campaña se notó desde el principio en el registro de la candidatura de Catón: sólo estuvieron presentes personalidades, estudiantes bien vestidos; maestros y jóvenes preparatorianos y de Ciencias de la Comunicación: todos formando parte de la escenografía para el registro del candidato de la línea conservadora. Dignidad, honestidad y respeto a las instituciones: palabras mágicas que surtieron efecto en el lado moralista de la comunidad universitaria y de la sociedad desde el inicio mismo de la campaña”.

Así termina su relato Mario Valencia, publicado por aquellos días. 

Foto: Archivo / Jaime Martínez Veloz

7.- Las razones para participar 

El día de mí inscripción como candidato expresé: “Para la rectoría de la UAC me registro como un candidato que enarbola, no un proyecto personal, sino un programa elaborado por un numeroso conjunto de universitarios, profesores, estudiantes y trabajadores; programa que contempla el ser y el quehacer de una universidad como la nuestra, con nuestras condiciones y nuestros problemas actuales. No se trata de un programa para el año 2000 sino de un programa que es viable hoy.

El programa en el cual basaremos nuestra campaña hacia la rectoría de la UAC no incluye promesas, ni barriladas de cerveza, ni desayunos, ni comidas o algún tipo de coerción para que los universitarios voten de alguna forma u otra. 

Se trata de un proyecto de universidad diferente a la tradicional; de una universidad en la que el trabajo académico, cultural y de investigación será la vía máxima en la que se inscriba nuestra participación”.

La fortaleza de mis hijitas Tania y Adriana me acompañaba. Irene, esposa y compañera de muchas luchas y mi novia de los días de estudiante llegó y me dio ánimos en medio de la batalla que estaba por comenzar. El enojo de Villegas Rico era evidente. No asistió a recibir mi solicitud de inscripción como sí hizo con Valeriano. 

Foto: Archivo / Jaime Martínez Veloz

8.- Por una Universidad Democrática

Repartir el Estatuto de la Universidad no era todo. Había que impulsar el que, a partir de su conocimiento y discusión, la UAC entrara en un proceso de transformación que la convirtiera en factor de desarrollo para las clases populares. Era necesario proponer en todas las escuelas la realización de la Reforma Universitaria. Ahora había que remachar ese impacto organizando asambleas en las que las comunidades universitarias escucharan las argumentaciones de nuestra propuesta de Reforma.

Justificación del cambio universitario

El documento de nuestro Proyecto de Reforma Universitaria tenía la siguiente justificación: 

En el seno del personal académico, entre los trabajadores administrativos y manuales, así como entre los estudiantes de nuestra universidad, se percibe cada vez con mayor rigor, en esta hora de definiciones, la necesidad de un cambio. Un cambio que ponga a nuestra casa de estudios a tono con su crecimiento y con la magnitud de sus recursos; un cambio que no puede ser sólo el de las apariencias, de los estilos o de las personas que se harán cargo de la próxima administración, sino un cambio que implique transformaciones profundas de la vida universitaria, así como de la relación entre la universidad y nuestro pueblo.

Dicho cambio consiste en constituir un nuevo tipo de universidad. En armar una universidad que nos permita aportar alternativas ante la crisis de la educación superior en nuestro estado.

Al respecto, es necesario destacar que no han sido los estudiantes y profesores, como sectores mayoritarios, los responsables del bajo nivel académico y científico de la labor universitaria y de la pobre relación de ésta con los problemas populares y nacionales. La responsable de eso ha sido la política universitaria desarrollada hasta ahora, en la que están incluidas las relaciones académicas, laborales, administrativas, sindicales y deportivas, política que ha impedido u obstaculizado la participación creativa y organizada de los universitarios en los procesos sociales.

Los efectos de esto se advierten en la tendencia a la devaluación del papel de la universidad; en reducir su papel a mera productora de mano de obra calificada o de cuadros intermedios para la burocracia o las empresas privadas, ya que la alta dirigencia política y empresarial de nuestra entidad surge de las instituciones privadas.

Todo lo anterior se realiza a través del sometimiento estudiantil, la manipulación sindical y la imposición de profesores y órganos de gobierno, acciones todas opuestas a la libre participación de los estudiantes, profesores y trabajadores en la vida universitaria.

Todo esto también demuestra la falta de la necesaria e indispensable vida democrática universitaria, en la que haya cabida para las inquietudes y la participación de todos los universitarios sin distinción de sexo, religión o ideología. En cuanto a esto, consideramos que nuestra aportación como universitarios puede consistir en la elaboración de una visión crítica del mundo y de la vida, y en poner la ciencia y la técnica al servicio de la sociedad, al servicio del pueblo trabajador, del cual provenimos y al cual nos debemos.

Anteriormente a nosotros, los estudiantes latinoamericanos iniciaron la reforma en América Latina. Hoy es el turno de la Universidad Autónoma de Coahuila.

El 21 de junio de 1918, los universitarios argentinos lanzaron en Córdova su manifiesto a los hombres libres de Sudamérica. Decía el historiador José Luis Romero que, en 1918, con la Reforma Universitaria nació, más que una realidad, una esperanza. Tras de esa esperanza, múltiples universitarios han recorrido el camino que los lleve al encuentro de la ciencia, la técnica y la humanística. Y hoy, esta universidad, en esta misma dinámica, se incorpora al conjunto de las instituciones de educación superior que en América Latina luchan por dominar el conocimiento y contribuir al proceso de liberación de sus pueblos.

Foto: Archivo / Jaime Martínez Veloz

Sabemos de antemano que la transformación de esta universidad no será un proceso sencillo; múltiples obstáculos habrá de sortear la reforma para su desarrollo: intereses creados, superficialidad académica y deformación de la realidad, son, entre otros los factores que habremos de derrotar.

Desde las bases de la universidad defendemos dos principios irrenunciables: Democracia y Superación Académica. Nadie puede estar en contra de la superación académica; pero también hay quienes hablan de superación en forma abstracta y subjetiva, como discurso de campaña o como justificación demagógica de una práctica que no domina o que no le interesa verdaderamente. Por esto es necesario precisar los diferentes aspectos que encierra la política académica, para que, sin pretensiones meramente academicistas, su impulso de orientación sea correcto

En la universidad, la actividad académica, sin ser la única, es la fundamental en su quehacer, de ella depende su existencia como institución. Una actividad correctamente dirigida en cuanto a contenidos y fines hace la diferencia entre la mediocridad y el avance educacional.

Para esto se hace necesario:

• Diseñar el perfil del profesional egresado de nuestra universidad.

• El impulso a la actualización y profesionalización del personal académico.

• La reestructuración de planes y programas de estudio.

• La planeación y programación del crecimiento institucional de las diferentes escuelas y carreras existentes.

• La realización de foros académicos.

• La coordinación de la educación media superior con la superior.

• La ampliación de la planta magisterial en base a concursos por oposición.

Por otro lado, es necesario precisar que la investigación científica y tecnológica en nuestro país se encuentra sometida a una situación de dependencia y subordinación a las condiciones económicas y políticas que imponen los países imperialistas y las burguesías regionales, que, como consecuencia de la división internacional del trabajo, lleva a nuestros países a ser consumidores de tecnología importada.

Por estas razones, la mayoría de las universidades, entre ellas la nuestra, carecen de una política adecuada de investigación, que además se agrava por el hecho de concebir la investigación como una tarea de especialistas altamente entrenados y con una infraestructura técnica que la hace inalcanzable.

Frente a esta situación, sostenemos que la investigación no sólo es cuestión de especialistas, sino es una tarea al alcance de todos los universitarios, que consiste en un proceso o conjuntos de procesos que conducen a la predicción de los fenómenos, a la explicación de la realidad, a fin de transformarla, desentrañando las condiciones de desigualdad y de explotación.

Surge, por lo tanto, la necesidad de un programa global de investigación, en el cual influyan todas las disciplinas con que cuenta la universidad, definiendo proyectos de investigación que acerquen el conocimiento y reconocimiento de la realidad social de Coahuila y del país, a fin de que la universidad pueda mantener una retroalimentación con la sociedad que la genera. Al mismo tiempo, la universidad debe constituir el sitio de encuentro de las manifestaciones culturales más representativas y significativas de todos los pueblos, con el fin de conformar la multilateralidad cultural que nos permita valorar nuestra realidad y el desarrollo de nuevas formas culturales, en la perspectiva de comprensión y acercamiento a las expresiones de otros pueblos del caudal acuñado por la humanidad.

Reconocemos, por lo tanto, que la cultura, al igual que la lucha de los pueblos, no tiene fronteras, a pesar de las especificidades que a cada realidad le plantea. Pero la cultura no se da fuera del espacio ni del tiempo, por lo que se hace necesario:

• Promover encuentros locales, nacionales e internacionales que permitan contrastar y enriquecer las experiencias culturales al respecto.

• Satisfacer los requerimientos mínimos para la presentación de espectáculos y fomento de la cultura.

En Coahuila queremos, y mucho más en la universidad, que los artistas sean profetas en su tierra, por lo que se hace necesario crear una estructura capaz de organizar, plantear, ejecutar y valuar la labor de información, terminando con la duplicación de tareas y descoordinación de los departamentos culturales en la universidad.

Es necesario reorganizar profundamente el Departamento Editorial para satisfacer las necesidades internas y externas de la institución, incrementando las publicaciones y asegurando su correcta distribución a través de la apertura de librerías universitarias.

En este renglón, la universidad debe tener como objeto hacer de cada una de nuestras escuelas un real centro de cultura. Estamos por el fortalecimiento y el desarrollo del servicio social como función básica de la universidad, entendiéndolo como una actividad interdisciplinaria que vincula a ésta con la sociedad a través de los problemas concretos que la realidad le plantea, a partir de campos de formación profesional que emergen de los planes de estudio. Es, por tanto, una actividad científica y social en la que la escuela aporta el contenido específico y el servicio social el nivel metodológico.

Las organizaciones sindicales deben mantener su independencia respecto a la administración; ello implica que esta última no intervenga en su vida interna ni en la toma de decisiones. Pero si bien debe haber una independencia orgánica mutua, también debe haber coincidencia de fuerza y objetivos en torno a la reforma universitaria, tanto por parte de la organización social de los trabajadores, como parte de la administración universitaria, lo que abre la posibilidad para traducir las coincidencias en mecanismos que permitan eficiencia institucional.

Es necesaria la construcción de acuerdos acerca de la urgente democratización de la organización sindical, porque la reforma de los estatutos sindicales constituye una necesidad básica para su fortalecimiento interno.

También los estudiantes, sector mayoritario de esta universidad, tendrán mucho qué decir. Sabemos de antemano que se pronunciarán contra la corrupción de dirigentes postizos y la creación de organizaciones fantasmas y de membretes, cuyo único fin es aparecer en épocas de campaña.

También los estudiantes han demandado su independencia orgánica frente a las direcciones, a la administración central de la universidad y frente a los grupos de poder. Demandarán mejores condiciones que les garanticen su estancia en esta universidad, satisfaciendo sus necesidades más elementales de subsistencia. Se hace necesaria y urgente la creación de un programa general de becas, la apertura de librerías, papelerías y comedores estudiantiles. El servicio médico para los estudiantes debe dejar de ser una promesa de campaña y constituirse en una realidad que debe ser atendida inmediatamente por la administración universitaria.

Ante esta situación en donde se plantean mecanismos para la superación en lo académico, lo cultural y lo laboral, se hace necesaria la concreción del proyecto de universidad democrática que plantea el Estatuto Universitario. Sin embargo, una universidad democrática es mucho más que un proyecto de cambio y superación.

Es también un proyecto de cultura que está ligado a este movimiento y que lo impulsa y se desarrolla bajo una dinámica que gira en torno a principios propios y se expresa aún más en su propio lenguaje.

Este proyecto de cultura concibe a la crisis de la educación como un producto de la crisis general de una sociedad dividida en clases; de la subordinación de países atrasados como el nuestro a otros de carácter imperialista y con mayor avance y desarrollo.

Foto: Archivo / Jaime Martínez Veloz

La universidad democrática es, además, un punto de convergencia de las fuerzas democráticas universitarias que procuramos la unidad en la acción, vigilando la plena vigencia de los órganos de gobierno universitario y el respeto a la autonomía universitaria; autonomía que para nosotros no es un estado de excepción ni abstracción de la realidad, sino que es concebida y vinculada a un desarrollo y a una situación concreta.

Para nosotros, la autonomía se fundamenta en:

*El derecho de los universitarios a decidir sus propias formas de gobierno sin interferencias del poder público y privado.

*La libertad para el desarrollo de la ciencia, la investigación y la enseñanza, que se debe traducir en la elaboración autónoma de planes y programas de estudio en cada una de las instancias académicas.

*La libertad de expresión y de manifestación de las ideas, excepto aquéllas que atenten contra la esencia democrática de la universidad.

*La libertad de la universidad para determinar el ejercicio y la aplicación de su presupuesto.

*La libertad para disentir y para actuar con respecto del Estado sin más límites que los marcados por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

*La capacidad para debatir críticamente los problemas económicos, políticos, técnicos y culturales de Coahuila, de México y del mundo.

El régimen de autonomía para ser real implica al interior de la universidad, una vida plena y en constante ampliación, a fin de garantizar prácticas y métodos colectivos de gestión y regulación del quehacer universitario.

Autonomía significa la defensa de la universidad y de los universitarios, de sus métodos de enseñanza-aprendizaje; de la libertad de establecer condiciones para el desarrollo de la actividad crítica, el pensamiento libre, el debate y la discusión de los problemas nacionales.

La democracia implica riesgo y compromiso de ser parte y dirección en la conducción de la universidad, no en forma individual, sino en una praxis colectiva que exprese en la práctica el objetivo común de construir una alternativa educativa y social al servicio del pueblo mexicano.

Nos pronunciamos porque la democracia sea la expresión objetiva de la unidad y la comunidad de la razón a través de relaciones de coexistencia, alimentadas por la comunicación y el diálogo permanente. Esto implica que en ella exista correlación de fuerzas. Pero éstas sólo pueden orientar las líneas generales, porque la superación de la vida democrática debe realizarse con mayorías y minorías, con respecto a unas y otras.

Hasta hoy para lo único que han servido los rectores ha sido para entorpecer las funciones básicas de la universidad. Los universitarios hemos tenido que condicionar nuestra actividad a los gustos personales o a los estados de ánimo del rector en turno.

Así bien, se podían crear escuelas espirituales y románticas si el día estaba nublado o melancólico; o bien, escuelas de producción industrial si al señor rector le enseñaban un catálogo de tuercas o tornillos japoneses. Y así tenemos escuelas de mecánica sin laboratorio, escuelas sin edificación o escuelas sin el más elemental material de apoyo para las actividades docentes.

A nosotros nos preocupa la democracia de la universidad, no la democracia del rector. No queremos cambiar un monarca por otro; no queremos reyes ni señores feudales en la administración. Queremos un compañero o compañera que sepa entender las necesidades básicas de la universidad y se comprometa con un proyecto de cambio y superación como es la Reforma Universitaria.

Ni los directores, ni los consejos directivos, ni ningún representante formal, estudiantil o sindical, pueden comprometer el voto de la comunidad que representa con ningún candidato a cambio de supuestos apoyos económicos, políticos o morales.

Las escuelas no pueden estar sujetas a los vaivenes ni a los gustos personales del rector en turno. Los criterios de la asignación presupuestaria deberán ser discutidos en este congreso para impedir el condicionamiento de la voluntad de cada una de las escuelas. Porque las necesidades de las escuelas no son mercancía, ni se negocian: se cumplen y en forma irrestricta, esté quien esté al frente de la rectoría.

El voto secreto, sin ponderación alguna, es un derecho y una obligación irrenunciable. Nadie tiene derecho a condicionar nuestro voto y quien así lo intente, tendrá que someterse al veredicto de la historia universitaria.

Estamos convencidos de que esta universidad debe ser plural. La pluralidad es un principio irrenunciable, nadie debe ser perseguido ni satanizado por su forma de pensar. La universidad es el último bastión de libertad en medio de una sociedad antidemocrática y consumista.

En ciertos segmentos sociales existe la idea de que más vale quien más cosas o riquezas acumula. Aquí la única diferencia que hay es entre quienes defienden un proyecto de universidad, democrática y progresista, y quienes defienden otro fascista y reaccionario. Aquí no es delito ser de izquierda, de derecha o de centro; aquí somos una comunidad, nos merecemos respeto todos.

Pero precisamente esta conformación democrática de la universidad les preocupa a algunos señores dueños del poder, que con medios de comunicación a su alcance están constantemente agrediendo a la universidad, calumnian a los universitarios democráticos, difaman y magnifican lo que les conviene, minimizan los esfuerzos de la comunidad universitaria, manipulan la información, desinforman, deforman la realidad, tergiversan los hechos y comercian con un fin tan noble como es el de la comunicación social.

Sabemos, que esto sucede porque a algunos les asusta que en esta universidad descubramos los fenómenos del mundo y de la vida a través de la investigación científica y vinculando nuestra educación con la realidad; realidad que para nosotros es la fuente básica del conocimiento científico. Realidad que nos abre los ojos y nos muestra las condiciones lacerantes en que vive la mayoría de nuestro pueblo; al servicio de él debemos poner los esfuerzos y los avances técnicos y científicos que produzcamos en esta universidad.

Foto: Archivo / Jaime Martínez Veloz

La pregunta real que siempre se hará el universitario será aquélla que le cuestione cuál es el papel que desempeñará en la sociedad, si luchará por transformarla o será cómplice en la perpetuación de un sistema injusto y desigual.

Por eso nosotros creemos que la neutralidad no existe, ni como categoría del conocimiento, mucho menos como posición política. Y en este mundo de contradicciones, la universidad ya se definió desde hace doce años del lado de los trabajadores, les guste o no a los empresarios, a los gobernantes o algunos de los grupos que medran en esta universidad.

Porque en esta universidad que no se vende, que no claudica, que no se rinde ni se pone de rodillas, ya se ha echado a andar un proceso que no admite vacilaciones. La Reforma Universitaria, esperanza el día de hoy, será el día de mañana una realidad, porque a pesar de que en esta lucha existirán altas y bajas, avances y retrocesos, sinsabores y alegrías, más tarde o más temprano, al final venceremos.

Hasta aquí la justificación. El debate sobre el quehacer universitario era inevitable, interesante, infinito e inmensamente enriquecedor. Lástima que la mayoría de nuestros adversarios resultaron ágrafos. Sin embargo, la aportación de profesores, investigadores y estudiantes para conformar nuestro proyecto de universidad fortalecía nuestro espíritu de lucha y refrendaba la firmeza de nuestras convicciones.

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