El verbo de Armando Ramírez, el “ojitos pajaritos”

Violación en Polanco, es un libro que describe con crudeza la ciudad de México en tiempos de bonanza petrolera y de cines de barrio, donde todo, podía pasar.

 

Foto: Facebook Armando Ramírez

 

Violación en Polanco (PÚ): una mirada a la literatura de Armando Ramírez

Arrancamos como trenecito, de menos a más, con el chú cu chú que a veces da ritmo a la cumbia rebajada, que encontró lugar en el barrio noble y bravo de Tepito, cuna del escritor, periodista, cronista y alburero empedernido Armando Ramírez “el ojitos pajaritos”, nuestro Nezahualcóyotl del siglo XX, quien le dio voz a los jodidos siendo jodidos.

El folklore de la literatura de Armando, en gran medida se debe a su lugar de nacimiento: el mentado y honrado barrio de Tepito, ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, rodeado de la colonia Morelos, Lagunilla, Garibaldi y Guerrero. Esta localidad ha dado al mundo y al país –principalmente– grandes ídolos, desde boxeadores como el afamado Mantequilla” Nápoles, el Ratón Macías; luchadores como El Santo, El Huracán Ramírez y el Místico; sonideros como El Sonido Pancho y el Son de Tepito; y la reina del albur, Lourdes Ruiz.

También ha sido una especie de referente para practicar el periodismo “moderno”. Revistas como Vice, y Chilango han dedicado números a este barrio que no deja de ser fuente inagotable de talento, tradición y cultura.

El barrio se sabe temido a lo largo y ancho de su extensión –y no es albur–; la supervivencia de los jóvenes ante los retos que implica vivir en un lugar donde pulula la pobreza, la violencia, las drogas y las putas, dan a Armando Ramírez las armas para transgredir la literatura de finales del siglo XX, donde usa como argumento estético lo violento y jodido, el albur, lo prosaico y realista de las letras, nacido para ser el escritor del barrio, según dice el autor, la voz del teporocho, la puta, el joto y el cábula.

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Foto: Facebook Armando Ramírez

Armando ha llenado el espacio literario con grandes novelas agresivas con las buenas conciencias, su primer libro, un madrazo a la literatura de la época, una novela que tiene una gran carga de visión de los pobres, del mexicano conquistado y acomplejado que no supo más que sobrevivir a revoluciones e independencias. Refleja al barrio, las vecindades, las calles, la mierda de unos y de otros, Chin Chin el teporocho, marcó una literatura chilanga y poco rebuscada. Una que reflejaba –como mencioné antes– la visión de un lugar que no había sido tocado por la pluma de algún escritor.

De ahí el “Jitomate”, cómo se le conocía en el barrio, fue para adelante, haciendo más libros y haciendo televisión como cronista de la ciudad, se desarrolló como periodista y le dio hilo a la hilacha a su creación literaria; para 1979 Armando Ramírez dio a luz una crónica novelada –como él la define–, la cual se tituló de inicio y para la reedición en 1980 se tituló Violación en Polanco, esta obra fue la cuarta en la carrera de este autor astronauta entre los callejones y vecindades de la gran ciudad. Como ejemplo, citaré parte de Violación en Polanco, donde se percibe el gran manejo que posee Armando Ramírez sobre la crónica:

“SUBIMOS EL puente de bulevar Aeropuerto, Genovevo lanzó un auujjúua cabrones que ya vamos a pénjamo, la señora gritó: ¡ya déjenme, cabrones, bájenme! Genovevo directo le volteó un madrazo, luego una patada: ¡Cállese, pinche vieja! El Palacio de los Deportes se alzó majestuoso con su casco como el más grande de América, o si no como el más grande de Latinoamérica, o si no como el más grande de Centroamérica, o si no como el más grande de México, o si no como el más grande de la Ciudad de México, o si no como el más grande de la colonia Magdalena Mixuca, o si no como el más grande de todos los continentes, ríos, bosques, jardines, plantas, insectos, reptiles, galaxias, árboles, flores, universos, llaves, mundos, ranas, vidas, renacuajos, (…). Los árboles se van contando con los dedos, los árboles amarillos se van contando con los ojos, los árboles blancos no se cuentan porque no hay al menos en la Ciudad de México, la señora comenzó a llorar, al ver correr sus lágrimas por sus mejillas me dieron ganas de darle dos bofetadas, el sol se tendía detrás de nosotros, los policías en sus esquinas listos para morder, los motociclistas montados en sus doberman aspiran el aire para saber quién tiene miedo, el Abigail se acerca a la señora, la consuela: No llores, cálmate, nos vas a poner de nervios … La señora le contesta implorante: déjenme bajar, no voy a decir nada, no los voy a acusar (…)”

El recurso literario de Armando, durante la descripción del suceso, le da una carga poética. Ramírez aprovecha la gran capacidad de la novela para llevarnos en pasado y presente durante todo Violación en Polanco; el libro comienza en la sala de un cine y termina en un el canal de aguas negras. Comienza en el pasado y termina con una mezcla de recuerdos y la acción de los personajes en presente.

La creación de los personajes, y la construcción de estos, se va haciendo conforme avanza la lectura. El Genovevo alto, malandro y pelón, con un gran amor a la madre, un mexicanote, guadalupano y respetuoso de su progenitora pero sin dejar de ser una persona con poca educación, de barrio, siempre jodido con violencia reprimida entre la impotencia de la pobreza que lo subordina a hacer cosas que no le gustan, pero que hace para sacar adelante a lo más amado del mexicano: la familia; la madre. El Abigail, un padrote, dependiente de otros y lleno de resentimientos. El líder de la manada, el alfa desde que inicia hasta que acaba el texto, se muestra siempre a la cabeza de los otros. Mientras el Abigail y el Genovevo lastiman y violan a la mujer a bordo del canal de aguas negras, Rodolfo tiene una eyaculación de recuerdos que se vacían en la violencia del momento, así es como el autor aprovecha y explota el género.

En 160 páginas se narra la historia de un grupo de chicos que encontraron en el cine un escenario donde dar rienda suelta a sus fantasías eróticas, al tiempo que escapaban de su propia vida. Pero la violencia de la ciudad se atravesó y el grupo protagonizó una película menos atractiva. La realidad.

La “crónica novelada”, es característico de la obra de Ramírez, haciendo referencia a que su “mero mole” es la crónica, y que lo único que hacía era novelarla, hacerla más compleja y detallada en lo que creyó conveniente, si bien, Violación en Polanco no es una crónica en estricto apego a su definición, se percibe todo un estilo periodístico en la obra, el detalle en la narración de los hechos, el orden cronológico del pasado y el presente que se unen en el final. Violación en Polanco, es un libro que describe con crudeza la ciudad de México en tiempos de bonanza petrolera y de cines de barrio, donde todo, podía pasar.

Armando Ramírez: Nació en la Ciudad de México el 7 de abril de 1952, falleció el 10 de julio de 2019 a los 67 años de edad. Cronista y narrador. Fue guionista, reportero, conductor y realizador de series de televisión; jefe de información del programa “Hoy en la Cultura” de Canal 11; reportero y cronista de Imevisión. Hizo la versión cinematográfica de Chin Chin el teporocho y La noche de calífas (con el título Noche de calífas: ¡Un macho nunca se abre! Fundador, con Daniel Manrique, Julián Ceballos Casco, Virgilio Carrillo y Felipe Ehrenberg, del grupo Tepito Arte Acá, en 1974). Colaborador de Jueves de Excélsior, Sucesos para Todos y Unomásuno. Premio Cabeza de Palenque 1987 por su guión cinematográfico Me llaman la Chata Aguayo.

 

Obra publicada

Crónica:

  • Tepito, Terranova, Letra Risueña, 1983.

Cuento:

  • La crónica de los chorrocientos mil días del año del barrio de Tepito, Novaro, 1972.
  • Bye bye Tenochtitlán: digo yo, no más digo, Grijalbo, Narrativa, 1992.

Novela:

  • Chin Chin el teporocho, Novaro, 1971; Grijalbo/SEP, 1986; Océano, 2007.
  • Pu, Novaro, 1977; con el título Violación en Polanco, Grijalbo, 1980; Océano, 2003.
  • El regreso de Chin Chin el teporocho en: La venganza de los jinetes justicieros, Grijalbo, 1979.
  • Noche de Calífas, Grijalbo, 1983; DeBolsillo, 2007.
  • Quinceañera, Grijalbo, 1987.
  • Me llaman la Chata Aguayo, Grijalbo/Mondadori, 1994.
  • Sóstenes San Jasmeo, Grijalbo, 1998.
  • La casa de los ajolotes, Océano, 2000.
  • ¡Pantaletas!: Confesiones sentimentales del estudiante Masiosare, el último de los Mohicanos, Océano, El Día Siguiente, 2001.
  • El presidente entoloachado, Grijalbo, 2007.
  • La chachalaca, el pelele y el legítimo, Grijalbo Mondadori, 2007.
  • La tepiteada, Océano, 2007.
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  1. En verdad uno de lo mas grandes escritores universales para mi, junto a Nikito Nipongo, con sus estilos particulares; Elena Poniatowska, el admirable José Revueltas, Juan Rulfo, Carlos Fuentes (curioso como se parece particularmente el capítulo “Maceualli” de su región mas transparente a su estilo), Cervantes, Góngora, Quevedo, Sor Juana, Dostoyevski, Benedetti, tant@s mas, etc…

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