Conciencia de un adicto al café

El mundo no es un salón de clases. Deberías saberlo. 
Así que no esperes que espere mi turno para que mis palabras cuenten.

CONCIENCIA DE UN ADICTO AL CAFÉ

El mundo no es un salón de clases. Deberías saberlo.

Así que no esperes que espere mi turno para que mis palabras cuenten.

Tu autoridad no vale nada en las calles de esta ciudad.

Aquí afuera, no tienes poder.

En la vulnerabilidad me pides silencio.

Me pides no cuestionar al extraño que toma todo de mí.

Crees que no puedo ver tras tu máscara de compasión.

Me tomas por un bebé.

Buscabas compartir lo que con orgullo habías robado.

Es por eso nada de lo que tienes realmente te pertenece,

incluyéndome.

Clava la estaca en mi pecho, si así lo quieres.

Clava tu estaca y escucha el gemido que replicaban tus noches de parálisis,

cuando sudoroso corrías de las sombras que te buscaban.

El espíritu que perturba tus sueños se llama conciencia.

Clávala ya, nunca te ha importado mi consentimiento.

Me convenciste de que vería la luz, pero sólo si me quedaba contigo.

Tomaste ventaja de mi falta de experiencia.

Me espiaste, me analizaste, y te aprovechaste de las cicatrices que te mostré.

Nunca comprenderás los que dejé por sentirme amado,

lo que de dejé por sentirme digno del calor de otro cuerpo.

Adicto al café, tus labios saben amargos, de tu boca brota hierba venenosa,

tu dinero no vale nada cuando tus palabras son baratas.

Tu título no es un arma de caza, ni yo un alce en la pradera expuesto.

Llegó la hora de crecer, pues las manzanas se pudren en invierno,

y las manchas bajo tus ojos no te comprarán más amantes.

Sal de mi círculo, sal de mi cama. No te acerques más.

Te queda restringido respirar mi aire, observar mi ser.

Mejor quédate en tus libros, tu chantaje y tu poder.

Las mentiras tus alumnos las podrán creer.

Poemario: Terapia /Editorial Saturno 2017/ Todos los derechos reservados.

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