San Francisquito, el barrio indígena urbano que no se vende/Periodismo de lo Posible

Querétaro: San Francisquito, el barrio indígena urbano que no se vende

Por Periodismo de lo Posible/Confederación Indígena del Barrio de San Francisquito

La historia de San Francisquito, un barrio indígena urbano en Querétaro, es una lucha constante por la preservación de sus tradiciones, su territorio y su identidad frente a la amenaza de la gentrificación.

Este barrio, con raíces chichimecas, es famoso por su danza conchera y sus muros adornados con arte urbano que narran historias de resistencia y herencia indígena.

En 2015, San Francisquito comenzó a enfrentar el peligro de un megaproyecto turístico impulsado por los gobiernos estatal y municipal, que amenazaba con transformar el barrio en un destino comercial, desplazando a los habitantes originales y destruyendo su cultura y espacios sagrados.

A través de asambleas comunitarias, marchas y la creación de una Confederación, las y los vecinos comenzaron a organizarse y solicitaron el reconocimiento oficial de San Francisquito como un barrio indígena urbano como una forma de defender sus derechos y protegerse ante nuevos desarrollos inmobiliarios.

Este es el cuarto capítulo de la segunda temporada del podcast Periodismo de lo Posible. Los ocho relatos serán retomados en LINOTIPIA y cada nueva entrega será traída quincenalmente. 

San Francisquito es un barrio ancestral, sagrado…

San Francisquito es un barrio indígena urbano en resistencia. Nuestro territorio está ubicado en las faldas del cerro del Sangremal, en el centro histórico de la ciudad de Querétaro.

Es de calles angostas, casas antiguas, paredes pintadas con murales que combinan paisajes revolucionarios con retratos de nuestros ancestros indígenas.

Lo que hace famoso a nuestro barrio –además del arte urbano– es que aquí nació la danza conchera, una danza ritual de raíces chichimecas que hoy tiene presencia en todo el mundo. Y por eso decimos que San Francisquito es un barrio ancestral, sagrado.

«El cerro del Sangremal, donde corrió la sangre y llegó hasta el arenal. Los pueblos de acá resistieron diez años más después de la caída de Tenochtitlan. Pero el señor Santiago se impuso por la fuerza, nos bendijo y dijo cuál sería el desarrollo de la ciudad. Entonces, el barrio brujo quedó marginal, en medio de urbana modernidad»

San Francisquito, un punto de encuentro de comunidades indígenas migrantes

La fuerza de los danzantes se manifiesta cada vez que ellos y ellas salen a danzar, se cubren las pantorrillas con cascabeles, portan coloridos penachos de plumas de aves como águilas y faisanes que muestran la visión que tienen sobre la naturaleza.

La danza más importante se realiza cada septiembre, cuando los danzantes peregrinan desde el barrio hasta el centro histórico, al Templo de la Santa Cruz.

La historia de San Francisquito se remonta a los primeros asentamientos otomí-chichimeca en la ciudad de Querétaro.

Los mapas más antiguos datan del siglo XVI. Siempre ha tenido presencia de comunidades indígenas migrantes que han ido llegando a este territorio. Hoy es uno de los ocho barrios tradicionales que aún existen en la ciudad, y es el primer barrio urbano de estado en luchar por su reconocimiento indígena.

Hace una década que se enfrentaron a la amenaza de intereses comerciales

En el 2015, la vida en el barrio se vio amenazada por la llegada de intereses comerciales de los gobiernos estatal y municipal, quienes tienen a nuestro barrio en la mira para la construcción de nuevos negocios y vialidades para fomentar el turismo.

Proyecto que puso en peligro nuestro futuro, nuestras tradiciones y al barrio entero. Siempre les ha atraído la céntrica ubicación del barrio, en donde la mayoría de los dueños originales han fallecido y muchas casas están en venta.

Es uno de esos sitios que los gobernantes quieren entregar al turismo masivo, llenar con bares a la moda, tiendas de marca igualitas a las de otros centros de muchísimas ciudades, plazas comerciales con tiendas para ricos, estacionamientos… por eso es que les contamos nuestra lucha.

El proyecto de gentrificar al barrio

Quienes habitamos en San Francisquito, personas mayores, familias y trabajadores de todo el país, juntos, estamos resistiendo a un proceso de gentrificación que no toma en cuenta nuestras necesidades como habitantes del barrio.

«Cuando un barrio, cuando una zona de gente de clase media baja habita una zona pero que tiene un importante potencial económico se comienza a dar el proceso de gentrificación», explica Gabriel Velazco, cronista del barrio.

En realidad nunca conocimos el plan de gentrificación a detalle, pero sabíamos que era un megaproyecto que iba a desplazarnos, pronto nos enteramos de que incluía la construcción de un eje vial, que iba a transformar el trazo de las calles, y con ello nuestras rutinas diarias de traslado y el acceso a servicios públicos.

La ‘Disneyficiación’ de San Francisquito

El profesor Gerardo Bohórquez, historiador y cronista, querido en el barrio por su altruismo y apoyo a adultos mayores, fue de las primeras personas en enterarse del megaproyecto.

«Era tal cual un recorrido en círculo, porque era un proyecto turístico definitivamente, muchos le llamaban “Disneyficiación”, ya traían todo eso. Hablaban de un teleférico que iba a llegar a San Francisquito pasando por la Alameda»


El gobierno municipal convocó, en el verano de 2015, a reuniones para que vecinas y vecinos participaran en la planeación de la supuesta reestructuración barrial, les mostraban maquetas y les pedían que opinaran sobre los cambios que traían planeados.

Aunque participaron muy pocos vecinos y vecinas, porque la mayoría no se enteró o desconfiaba.

San Francisquito no se vende

Así comenzaron nuestras primeras reuniones vecinales que se organizaron en asamblea, que después se convirtió en Confederación, convocadas por el profesor Bohórquez.

Entre los participantes estaba el jefe de la danza conchera, Miguel Ángel Martínez Cardona, a quien llamamos “Jefe Miguel”.

A él le preocupó que el gobierno pretendiera armar tours por las capillas de oración, exclusivas para danzantes concheros, que acá conocemos como cuarteles.

«Íbamos a abrir nuestros cuarteles, nuestras mesas, para que pudiesen pasar y todavía les íbamos a hacer acá show, como si fuéramos payasos, ¿no?, como si fuera circo, ¡no! Jamás. Esto es un hueso muy jugoso para los avariciosos, para ellos ser político es enriquecerse, despojar, robar y pisotear al pueblo. Desde cuando tenían una intención de hacer sus rutas turísticas»

La batalla también era vs su espiritualidad

A partir de nuestras primeras reuniones en las casas de vecinos y vecinas, nos fuimos organizando cada vez más, sabíamos que teníamos que impedir el avance de la gentrificación, que no sólo iba contra nuestras viviendas, nuestras tradiciones, también con nuestra espiritualidad, cosmovisión y nuestra historia.

«Aquí está sembrada la raíz, las formas, las costumbres, aquí está la cultura de nuestro pueblo, aquí tenemos todo. Tenemos alimento físico, mental y espiritual»

«Todo lo que reúne aquí el barrio es sagrado. Lo que nos fueron dejando nuestros ancestros, nuestros abuelos, nuestros papás. Pero nos vemos amenazados con el crecimiento de la urbe y vemos que nos están cambiando muchas cosas»

Al llegar esos miedos de los cambios fue cuando nos despertó a todos a decir: que no se acaben nuestras tradiciones, que no rompan nuestras tradiciones, vamos a defender el barrio.

El derecho a la consulta ciudadana

Un compañero abogado, cuya abuelita es de San Francisquito, nos habló del derecho a la consulta ciudadana que tienen algunos barrios en Ciudad de México. Nos dijo que, sin ese derecho, estábamos en desventaja ante las amenazas gentrificadoras.

Braulio Ayala, biólogo, danzante conchero y compañero en la organización por la lucha de nuestro barrio, nos explicó que en Querétaro no existe una ley que garantice el derecho a la consulta para los barrios originarios.

Aunque existe un convenio internacional que reconoce la libre determinación de los pueblos
indígenas.

«Aquí no hay ninguna ley que nos ampare de ser consultados para cualquier obra que ocurra en nuestro territorio. Pero es muy difícil reformar aquí alguna ley para que eso exista»

Si nos reconocen como barrio indígena, entonces nos tienen que consultar, porque los pueblos indígenas tienen ese derecho.

El viacrucis para ser reconocidos como barrio indígena

Una comisión de la asamblea recurrió al Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI) y al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) pero ahí nos decían que ellos no tenían las facultades para reconocernos como barrio indígena urbano.

Supimos que en nuestro país existe un “catálogo de pueblos indígenas” y en la asamblea del barrio nos fijamos como objetivo que San Francisquito fuera incluido.

Son como 9 o 10 aspectos de las comunidades indígenas, si no tiene una, ya no es considerada indígena. Por ejemplo, la lengua.

«Nosotros sí llegamos a ser discriminados en el INPI, aquí en Querétaro, por el hecho de que ya no hablamos. Por muchas otras cuestiones, sí hubo violencia racista»

En el barrio ya no se habla lengua indígena por muchos factores, como la migración constante, la prohibición que en algún momento hubo en las escuelas de todo el país a las lenguas indígenas, e incluso, por la estigmatización social.

Por todas esas razones respecto al habla, las autoridades negaron nuestro origen injustamente. Pero eso no nos detuvo. Solicitamos al Ayuntamiento y después al Congreso del estado, el reconocimiento como barrio indígena urbano.

Casa Bma y los primeros pasos en la gentrificación

Mientras tanto, la amenaza continuaba y a finales de 2018, algunas vecinas denunciaron que ya había sido instalada una casa de cultura privada, que abiertamente reconocía que su prioridad no era atender o incluir a la gente del barrio, sino ofrecer actividades para la élite artística de la ciudad.

Sobre la privada Revillagigedo se inauguró Casa Bma, espacio que se ha dicho aceleraría la atracción de nuevos capitales al barrio. Por lo cual, un sector de quienes frecuentan y viven ahí se han manifestado en contra de la apertura del lugar.

Daban talleres muy modernos, como “trigonometría con drones”, cosa que a los vecinos y vecinas no les gustaba y tuvieron varios conflictos.

«El primer paso en la gentrificación son los proyectos culturales, porque la gente no los identifica como un gran enemigo, sino que los ven como personas buenas, que traen cosas benéficas, pero en este caso es algo tan distinto al barrio, que no nos contempla, nunca nos toman en cuenta»

Y vino la respuesta desde el barrio…

En la primavera de 2020 decidimos crear la Confederación Indígena del Barrio de San Francisquito, que une a las comunidades danzantes con otros agentes importantes en el barrio, como quienes asisten a la iglesia, los grupos de jóvenes y las personas mayores.

Con nuestra organización vecinal buscamos recuperar nuestra autonomía y nuestra historia como pueblo indígena. Y también plantear otro tipo de proyectos: porque eran talleres no nada más artísticos -que son muy importantes- pero también talleres para resolver problemas
concretos.

En San Panchito, la cultura y el arte se convirtieron en una estrategia de lucha para conservar nuestras tradiciones y nuestra organización comunitaria.

Con el entusiasmo de vecinos y artistas locales que se fueron involucrando, surgieron otras iniciativas, como la de nuestro vecino Roberto Lázaro, diseñador gráfico y gestor cultural, que abrió un espacio artístico en una calle histórica trazada en los mapas desde el siglo XVI.

La Confederación empezó a involucrarse en otras problemáticas

Mientras las actividades culturales florecían en nuestras calles, seguíamos esperando la respuesta a nuestra exigencia de reconocimiento como barrio indígena.

El trámite había sido muy complicado, nos pidieron tantas cosas, tantos papeles, que a veces nosotros también nos confundimos con todo lo que teníamos que hacer.

«Las leyes se cumplen para los que tienen dinero, ¿no? Y para los que no, pues nos dan largas, evasivas»

Para no desanimarnos, en la Confederación nos concentramos no solo en recuperar nuestro pasado, también en resolver problemas actuales muy urgentes del barrio, como la escasez del agua, la seguridad y los montonales de basura o tiliches que la gente sigue tirando en las esquinas.

A nosotros nos gustaría que se tuviera un mejor manejo de nuestros residuos, para vivir en un barrio más limpio.

Seguíamos insistiendo en frenar la construcción del eje vial. Organizamos marchas nunca antes vistas en Querétaro. Llamaron mucho la atención de la prensa porque por primera vez participaron danzantes concheros, llamaron la atención por ser guerreros que salieron no solo a danzar sino a defender su territorio.

El sueño premonitorio de un conchero y AMLO

Durante nuestra lucha pasó algo curioso que se ha vuelto leyenda, dicen que fue un suceso importante para la respuesta que se obtuvo después. Nuestro compañero Víctor Márquez, un danzante conchero de San Francisquito, soñó que sus ancestros le decían que era su deber defender al barrio.

Justo por esos días, el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador acudiría
a Amealco, un municipio vecino, por lo que Víctor sintió que debía de ir.

Víctor le había contado su sueño a otros danzantes, Rafa y Tatanka, quienes también habían pensado que era una buena oportunidad para acercarse al presidente y entregarle documentos sobre la situación en nuestro barrio.

Cuentan los compañeros, que ese día Víctor llegó ataviado con su tradicional traje conchero, sus hueseras y su maxtlatl, y así vestido de guerrero logró atravesar el cerco de seguridad, y con su velocidad e ímpetu pudo colarse entre la gente y llegar hasta el presidente.

Dicen que cuando Tatanka y Victor entregaron los documentos al presidente en sus manos, López Obrador le dijo: ¡Así es como se hacen las cosas, carajo!

En el barrio, más de una persona cree con fervor que este episodio fue determinante para la victoria que ocurrió después.

El revés del Congreso del estado y el respaldo federal

Fue importante para nosotros contar con el respaldo del INAH y el INPI, pero sabíamos que no era suficiente. Necesitábamos conseguir el reconocimiento del Congreso del estado, de que San Panchito era barrio indígena urbano.

«En 2021 vino ya el dictamen del INAH, fue una pieza clave, ese papel es importante porque plantea que esa institución reconoce ese carácter indígena. Se reconoce a la Confederación como el actor que está impulsando ese dictamen»

El 24 de julio de 2024 despertamos con una nota publicada en el Diario de Querétaro: el Congreso estatal declaraba que nuestra solicitud no cumplía los requisitos para ser aceptada. El encabezado indicaba tajante: “San Pancho no será barrio indígena”.

Después de años de interminables trámites burocráticos y cabildeos, así, de golpe, se escapaban todas nuestras esperanzas.

«Produjo indignación, zozobra, enojo. Un poco incredulidad de pensar uno la clase política ¿en dónde está, no? que no ve indígenas. Cuando no saben que siempre ha estado aquí la tradición conchera, antes de que México fuera México»

Sin embargo, así como una mañana lo perdimos todo, un día nuestra compañera Alma Pájaro recibió una importante llamada que nos llenó de alegría.

Finalmente sí nos incluirían en el Catálogo Nacional de Pueblos Indígenas. Por fin era oficial el reconocimiento que tanto habíamos buscado, y no era solo a nivel estatal, era algo mucho mejor. Reconocían a San Francisquito como barrio indígena urbano a nivel federal.

A pesar de las victorias ganadas, queda mucho trabajo por hacer…

El 9 de agosto celebramos nuestro reconocimiento oficial como barrio indígena urbano, el primero y único en el estado de Querétaro.

Y festejamos con una marcha conchera desde San Francisquito, que cruzó por todo el barrio y el
centro histórico, hasta llegar al Palacio de Gobierno y terminar en el Templo de la Santa Cruz.

«Hay mucho que trabajar y que esta gente de los cuatro sectores se ponga las pilas ¿para qué? Para qué volvamos a levantar otra vez este barrio, otra vez limpiar nuestras calles, pintar, que se vea este este barrio indígena bonito»

La resistencia la única arma que ha tenido ha sido la cultura o el arte. Así empezamos y así resisten los compas concheros, desde la danza, desde la música que les da su concha, su huehuetl, su voz, el arte en sí, genera colectivos imaginarios.

Qué nos gustaría que ocurriera

Queremos compartir con personas de Querétaro y de todo el país la reciente resistencia del Barrio de San Francisquito ante el poder político, económico y ciudadano de nuestro estado como una forma de crear una red de apoyo para blindar nuestro barrio de los continuos avances de las obras públicas gubernamentales que se encaminan hacia el despojo y la gentrificación.

Que la información llegue a otros barrios tradicionales que han quedado en medio de las grandes ciudades y del desarrollo inmobiliario que todo devora a su paso.

Hemos realizado este esfuerzo por contar nuestra lucha, para que otros pueblos indígenas que aún no se encuentran reconocidos, sepan que hay formas de defender las raíces y el territorio, para que conozcan nuestra lucha y caminemos juntos desde el reconocimiento del derecho a la autonomía de cada uno de nuestros pueblos.

*Este contenido es publicado por LINOTIPIA con autorización expresa de Periodismo de lo Posible. Da clic aquí para ver la publicación original. Queda prohibida su reproducción.*

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