por Marcos Vizcarra / Revista Espejo.
Miguel Calderón Quevedo se pregunta si a esto ya se le puede llamar el “tercer Culiacanazo”. Lo dice porque la desaparición masiva de 66 personas en Culiacán y Mazatlán tienen características similares a las de aquellos dos eventos que paralizaron Culiacán, cuando se intentó y luego detuvo a Ovidio Guzmán López.
“Sin duda es un evento inédito en el sentido del número de personas que fueron privadas de su libertad y el porcentaje de personas vulnerables, nunca antes había un registro similar”, mencionó el coordinador ciudadano del Consejo Estatal de Seguridad Pública (CESP).
La conclusión que lo lleva a hacerse esa pregunta es el nivel de trauma que observa después de que grupos armados desaparecieron a 66 personas de por lo menos 10 familias distintas puede equiparar ser al vivido en los eventos conocidos como el Culiacanazo y el Culiacanazo 2.0.
Lo observado durante el secuestro masivo es un operativo paramilitar aleatorio, en diversas zonas de Culiacán y Mazatlán, con el mismo patrón: hombres vestidos de negro, armados, actuando rápido.
Entre las personas secuestradas la semana pasada en Sinaloa hay 23 mujeres adultas, 13 niñas, 11 niños y 19 hombres adultos, que fueron desaparecidos de manera forzada en apenas 24 horas.
“Y en medio de todos estos eventos, una reacción gubernamental interesante, con casi 2 mil efectivos, cuya presencia es evidente en la ciudad, pero en medio de esto observamos algunas similitudes del evento del 5 de enero del 2023 y con el evento de octubre de 2019”, señala el experto.
En ese desglose, Calderón hace una pausa para puntualizar algunas claves que la coordinación ciudadana del CESP ve ahora: falta de comunicación efectiva, que se conozca la verdad y evitar la normalización de la violencia como ha sucedido desde el primer Culiacanazo.
Falta de comunicación efectiva
“En medio de este caos, en medio de esta angustia, la ciudadanía ocupa referentes de comunicación importantes y vemos que los referentes no han sido de tal calidad para afrontar, sobre todo justo en el arranque de un período vacacional, donde las familias por tradición se preparan para salir a los principales puntos de atención turística, donde aprovechan estos espacios para hacer unión familiar y fiesta”.
Este punto que señala Calderón tiene que ver con la falta de información durante la desaparición de las 66 personas en Culiacán y Mazatlán.
El viernes 22 de marzo, cuando recién se daba a conocer por partes oficiales que se trataba de al menos 39 personas, el gobernador dijo:
“Todos lo hacen con la alarma posible para efectos de agregar, ¿por qué? Porque vende eso, (…) esos intereses mueven a los que sacan notas escandalosas”, expresó el mandatario durante un discurso público para iniciar el operativo de seguridad para Semana Santa.
“Sacar tanta alarma y poner a la gente de puntas no es ético, no es lo correcto, vamos confirmando las cosas, no especulen porque la especulación lo que hace es justamente tratar de evitar que la gente viva con calma, no tengan temor de nada, tenemos la capacidad suficiente en el Gobierno”.
El gobernador mencionó el viernes que se trataba de 15 personas desaparecidas. Horas más tarde corrigió, señalando únicamente a 25 personas.
La noche de ése viernes el gobierno federal envió 900 elementos del Ejército y la Guardia Nacional para iniciar un operativo, que incluyó cuatro helicópteros sobrevolando Culiacán y convoyes militares patrullando por las calles.
El sábado la comunicación cambió, terminaron siendo 66 personas desaparecidas en el conteo oficial.
Qué se dé a conocer la verdad como en el “culiacanazo”
“Ya que la crisis pase, es importante conocer cuántas de estas víctimas llegaron por su propio pie, cuántas han sido liberadas y cuántas han sido rescatadas, porque si mal no tengo el registro de la conferencia del Presidente, ahí se habló de rescate y eso implica la intervención de las fuerzas gubernamentales para dar con las víctimas y para hacer alguna acción específica de liberación”.
Esas preguntas por responder, prosigue Calderón, debieran ser el siguiente capítulo de la historia que provocó miedo e incertidumbre en la población sinaloense.
“Hay que saber hasta qué punto los operativos tuvieron una influencia en la liberación. Hasta qué punto fueron liberaciones o fueron rescate y regresar a lo que decía sobre la zozobra o angustia colectiva puede ser disminuida en gran porcentaje si la autoridad nos informa de manera fluida y veraz”.
En octubre de 2019, cuando se intentó detener a Ovidio Guzmán López en Culiacán, la ciudad se paralizó con bloqueos coordinados por grupos criminales. No se tuvo información sino pasadas las cinco horas del evento.
El 5 de enero de 2023 —cuando finalmente se detuvo a Guzmán López— pasó algo similar en Culiacán, los grupos criminales mantuvieron bloqueos y quienes estuvieron en las calles sufrieron abusos, robos y amenazas por no conocer qué pasaba en realidad.
Evitar la normalización de la violencia
“Es lamentable que estemos utilizando frases que tiendan a aceptar como normal, un hecho que es muy lamentable. Nosotros tenemos identificado en las diferentes categorías de delito al homicidio doloso como un delito que es traumatizante colectivamente, que nos detiene, que nos paralice, pero el delito de desaparición implica una mayor angustia y dolor, se identifica cuando se platica con los colectivos de búsqueda”, explicó Calderón.
El tercer problema fundamental que refiere el experto está basado en el manejo de los discursos gubernamentales, que refieren una normalización de los actos de violencia de los últimos días como “cosas que suceden”. Esa última frase fue usada por el gobernador Rubén Rocha Moya.
Aunque no solo es el discurso, sino la forma en cómo ocurrieron los hechos: Como un operativo paramilitar aleatorio, en diversas zonas de Culiacán y Mazatlán, con el mismo patrón: hombres vestidos de negro, armados, actuando rápido.
“Es preocupante que a esas horas (por la mañana), después de tener las primeras alertas, ese grupo de personas se trasladen de un lugar a otro de la ciudad, sin ser identificados, sin ser perseguidos, sin ser contenidos, como si fuera algo cotidiano, algo normal y no es normal ni debe serlo”, agrega.
Éste evento de violencia criminal dejó una huella, asegura Calderón, que debe ser tomado como referencia para que —ahora sí— ya no vuelva a suceder.
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