Bajo el agua

Quería eso, nada más. Sentirse parte de un mundo, aunque fuese azul.
Por Alfredo Torres Saldaña

 

Bajo el agua

 

Llevaba más de seis minutos dentro y aún no sentía la necesidad de respirar. No tenía frío. Lentamente dejó de percibir los brazos y las piernas. La luna colgaba menguante en la noche y su luz, que acariciaba la superficie, se traslucía igual de hermosa en el piélago.

Aún cuando Mariana estaba bajo el agua, suspendida en el negro abismo del mar, sus pulmones no alertaban la falta de bocanadas de aire. Debía esperar. Estaba inmóvil, estática. El líquido la mantenía quieta y poco a poco sentía que se hundía. Conforme bajaba notaba cómo la presión del océano le oprimía el cuerpo, cada vez vislumbraba menos la luz de la luna y sabía que le iba a costar moverse. Mas no quería hacerlo, se dejaba llevar por la inmensidad del mar, quería que el abismo se la comiera. Enterrarse en el fondo y que su cabello suelto saliera como raíces movidas por la corriente del mar. Quería eso, nada más. Sentirse parte de un mundo, aunque fuese azul. Cerró los ojos y se dejó hundir en la oscuridad y silencio.

Fue cuando sintió que algo la movió. No podía saber si era suave o rígido, sólo estaba segura de que algo la había movido. De repente se escuchó un lamento hondo y largo. Tras de éste sonó otro y después otros más. Parecía una charla, pero aquellos lamentos eran, curiosamente, rítmicos entre sí; estaban cantando.

Abrió los ojos y miró aquellas grandes bestias. Las ballenas nadaban debajo, bailaban para ella y Mariana las podía ver. Inmensas y otras más pequeñas pero que no dejaban de ser colosales. Pensó en su madre por un momento y en que la debería estar buscando. El canto resonaba en todo el espacio y Mariana sentía un calor en el pecho, un palpitar.

Nadó hacia ella uno de aquellos cetáceos y colocó su nariz bajo sus pies. Subió a la joven hasta la superficie y Mariana tomó una profunda bocanada de aire. Sintió el helado soplo del aire, veía su piel cubierta por la luz de las estrellas y durante largo rato siguió escuchando el canto de ballena.

 

Soy Alfredo Torres, joven tijuanense, actualmente estudiante de la UABC en el área de ingeniería. Tengo veintidós años y a los catorce inicié escribiendo cuanta cosa se me ocurriera. Escribo poemas y cuentos tratando de soltar un poco la mente, sin embargo, en esa liberación, va implícito el sentir. Trato de crecer y formar un estilo propio pero sobre todo seguir aprendiendo; transmitir, crear, imaginar y todo lo que para mí represente la literatura.

Contacto:
atorres5@uabc.edu.mx

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