Lengua y violencia: la relación entre cómo hablamos y cómo pensamos

El lenguaje es la capacidad de comunicación y la lengua es el instrumento con el que explotamos esta capacidad

El desarrollo de una lengua para explotar la capacidad del lenguaje es una actividad humana y por ello, sociocultural. El lenguaje es la capacidad de comunicación y la lengua es el instrumento con el que explotamos esta capacidad.

La lengua y sus diversas variantes, expresiones, manifestaciones y significaciones constituye un reflejo de la realidad y de la sociedad que la utiliza. Así como existen diversas lenguas alrededor del mundo, existen diversos órdenes sociales y culturales.

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Los usos de una lengua, estudiados desde la sociolingüística, puede ser una representación de desigualdades, violencias y jerarquías construidas y replicadas en las sociedades.

Últimamente, con las conversaciones alrededor del “lenguaje inclusivo” este tema se ha visibilizado y popularizado; sin embargo, la violencia a través de la lengua no se da solamente para quienes salen del estándar binario. Múltiples usos de la lengua reflejan la violencia que se ejerce sobre comunidades en estado vulnerable por cuestiones de género y raza.

Violencia de género en la lengua: hablar de Ellas

La lengua, por sí sola, como instrumento de comunicación no puede ser violenta. Sin embargo, los usos de lxs hablantes sí. 

Los usos normativos de la lengua pueden ser sexistas y androcéntricos. El sexismo es la asignación de valores, capacidades y roles diferentes en función del sexo-género. Mientras que el androcentrismo supone considerar al género masculino y a los varones como el centro y medida de todas las cosas; como un sujeto de referencia a la cabeza de la jerarquía.

En una sociedad patriarcal, sexista y androcéntrica, estas estructuras de asignación y jerarquización se manifiestan y perpetúan a través de los usos de la lengua

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El sexismo lingüístico se presenta y expresa de distintas formas, la más común (y retomada con la conversación del lenguaje inclusivo) es la utilización del género gramatical masculino como genérico. Junto a esto, se da la homogeneización de la humanidad a la medida del “hombre”.

Por ejemplo, hablar de “la evolución del hombre” incurre en dos de estas manifestaciones de sexismo lingüístico: el falso genérico masculino y la homogeneización androcéntrica

También existe el salto semántico, que implica excluir a las mujeres de narrativas que deberían incluirlas, como en el caso de: “todo el pueblo bajó hacia el río, quedándose las mujeres en la aldea”. 

En este caso, “el pueblo” es un genérico real que incluye a todas las personas que habitan cierto espacio; por ende, excluir a las mujeres de un genérico real es una expresión de sexismo. Podría corregirse a: “todos los hombres del pueblo bajaron hacia el río, las mujeres permanecieron en la aldea”.

Otra forma de sexismo lingüístico, y una de las que perpetúa la violencia de género en la cotidianidad, es la de los duales aparentes

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Esta implica emplear dos expresiones duales y dotar a una de ellas con una connotación violenta y degradante; como es el caso de: zorro y zorra, perro y perra, hombre público y mujer pública, perdido y perdida, etcétera.

En estos ejemplos, la forma con género gramatical femenino es la que posee connotaciones que socialmente (e incluso desde las instituciones de registro de la lengua como la RAE) son percibidas como negativas. 

Al ser la lengua nuestro instrumento comunicativo principal como seres sociales, estos usos sexistas y androcéntricos, reproducen, sostienen y perpetúan la violencia contra las mujeres

La lengua nombra y representa nuestra realidad. Si a las mujeres se nos invisibiliza, minimiza, degrada y violenta desde la lengua: ¿qué tan diferente puede ser allá afuera?

La negritud en la lengua: violencia y eufemismos

Otra de las violencias que se refleja y sostiene en los usos de la lengua es el racismo. El racismo es una ideología sostenida en la hegemonía que implica una jerarquización, asignación de valores y discriminación en función de la raza, color de piel o etnia. 

El caso del racismo en los usos lingüísticos se ejemplifica con las connotaciones de la negritud. Múltiples expresiones populares y cotidianas del habla hispana reflejan el estigma social, la violencia y la historia alrededor de la dicotomía negro-blanco.

La expresión popular: “trabajar como negro” instrumentaliza la esclavitud y deshumanización que sufrieron las personas negras durante la colonización del continente americano. Asimismo, la palabra “denigrar” que se emplea para explicar la acción de violentar o injuriar a alguien implica que la negritud es algo infrahumano, por lo tanto, es una palabra racista.

Además, la palabra “negro(a)” está cargada de connotaciones negativas, comúnmente asociadas a lo malo, indeseable o ilegal: “suerte negra” (también asociada con los gatos con pelaje oscuro), “mano negra” relacionada a deshonestidad, “mercado negro” relacionado a lo ilegal, “oveja negra” relacionada a lo fuera de lo común e indeseable, “negrito/prietito en el arroz” un fallo u obstáculo. 

Asimismo, de manera simbólica y en dualidad, el color blanco se asocia como algo positivo o jerárquicamente superior: “magia blanca vs magia negra”, “ave blanca vs ave negra” o en el juego de ajedrez, en el que las piezas blancas se mueven primero.

De forma paradójica, cuando es necesario nombrar a una persona negra, se recurre a eufemismos para evitar llamar “negrx” a alguien: “negrito”, “moreno”, “prieto”, “chocolate”, “persona de color”… Es decir, de manera simbólica se hace alusión a la negritud de forma popular, pero para referirse a personas pertenecientes a la raza negra se han encontrado otras formas.

La necesidad de buscar eufemismos cuando hablamos de la negritud, representa que, efectivamente, la palabra negro(a), está estigmatizada y carga con una serie de significaciones negativas. 

En este caso paradójico, ¿cuál es la solución? Eliminar el uso de expresiones con connotación negativa de la negritud y permitir la reivindicación de la palabra como una forma de identidad, sin intenciones de exclusión o segregación; sino como un adjetivo de uso común. 

Nadie tiene miedo de llamarle “blanca” a una persona blanca, ¿o sí? 

La lengua no es un hecho biológico y natural sino una adquisición socio-cultural. Por lo tanto, lo que es cultura es añadido y modificable por la voluntad de las personas, podemos alterarlo ya que al retocar la lengua se retoca la mentalidad y retocando la mentalidad se retoca la conducta

Teresa Meana
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