“Cada persona desaparecida es una parte de nuestro cuerpo”
Este 11 de enero se estrenó en Netflix la docuficción que retrata la desaparición de mujeres y el dolor con el que las madres buscadoras dan vuelta a México: Ruido (2023), de la directora mexicana Natalia Beristáin (“No quiero dormir sola”, 2012 y “Los adioses”, 2017).
“Como la mayoría de las mujeres, Julia ha visto su vida destrozada por la violencia de género en su país. Ella busca a su hija pero, en el camino, encontrará muchas historias similares”.
La cinta basada en hechos reales está protagonizada por la actriz Julieta Egurrola y Teresa Ruiz, junto a Kenya Cuevas, Jimena González y Adrián Vázquez, bajo la dirección de Natalia Beristáin y la fotografía de Daniela Ludlow.
Grabada en San Luis Potosí en colaboración con la Asociación Voz y Dignidad por los Nuestros, San Luis Potosí, A.C y Colectivo Buscándote con Amor, Estado de México.
La(s) historia(s) que cuenta
“Ruido” sigue la historia de Julia, madre de Gertrudis “Ger” de 25 años, que al inicio de la cinta llevaba ya 9 meses desaparecida después de unas vacaciones con sus amigas al terminar su carrera de Psicología.
La cinta arranca cuando la Fiscalía cita a Julia y Arturo para reconocer un cuerpo, sin embargo, les avisan que hubo un error en el expediente y el cuerpo no es el de Ger. Hasta ese momento tres fiscales ya habían pasado por el caso, sin resolución ni respuestas. “¡Pendejos!”, les grita Julia.
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La historia se mueve alrededor de una madre; de su dolor, su rabia y su desesperación por encontrar a su hija. En el camino, encuentra una alianza con Abril Escobedo, una periodista de investigación que la acompaña en la búsqueda de Ger: “precisamente porque tengo a mi hija, quiero que sepa que no se tiene que quedar callada”.
Julia encuentra en los grupos de madres buscadoras un dolor paralelo al suyo, otras madres que buscan a sus hijxs, algunas que llevan más de una década recorriendo terrenos baldíos, explorando fosas y pozos clandestinos esperando encontrar algún indicio de lxs suyxs. “Las fosas sólo son clandestinas para nosotras, no para ellos que las pusieron”.
Las autoridades, en la cinta como en la vida real, son distantes, antipáticas, frías. La narrativa de la investigación fiscal revictimiza a Ger “por andar de fiesta”, porque hay una grabación del bar en la que se ve que ella y sus amigas “se meten coca”. “Parece que por eso ya no mereciera ser buscada”, dice Julia.
En el largometraje se visibilizan todas las esquinas del dolor causado por la violencia: el dolor dentro de la familia de una persona desaparecida, el aislamiento que causa el dolor: “estás tan concentrada en tu pinche dolor que se te olvida que yo también perdí a Ger”, le dice Pedro, hermano de Ger, a Julia; el dolor colectivo, el dolor que se transforma en una breve ronda de baile, el dolor que se acuerpa y acompaña entre mujeres que están atravesadas por la misma herida.
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Hacia el final de “Ruido”, justamente entre el ruido de una manifestación feminista: el color morado, las pintas, las pancartas y “Ni una más, ni una más, ni una asesinada más”, al unísono, Julia encuentra su lugar. Un lugar donde no estará sola, donde su dolor, su confusión, su rabia y despojo no será olvidado. En dónde puede levantar el puño para exigir: “¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!”.
La importancia de visibilizar, gritar y representar
Para esta cinta las críticas no alcanzan. Es innegable que la realidad para las mujeres en México supera cualquier ficción que pueda ser creada. Pero “Ruido” visibiliza y representa esa realidad.
“Ruido es para mí es: oigan, oigan, oigan… entiendan, entiendan, escuchen. Quiten el ruido de otras tantas cosas y enfóquense en lo que necesitamos como sociedad”, comentó Julieta Egurrola.
Beristáin aporta narrativas necesarias para hacer resonancia de la situación que viven las mujeres en el país, los estragos de la violencia, de la impunidad, el desinterés de las autoridades, la falta de respuestas.
No deja de lado la corrupción y abuso de poder; mucho menos, el abandono de las instituciones gubernamentales bajo el que trabajan los grupos de madres buscadoras ni la violencia que se ejerce hacia lxs periodistas que son asesinadxs o desaparecidxs por desenterrar verdades.
“Es entender hacia dónde y qué tanto puede moverse este oleaje sonoro con esta invitación a que hagamos más ruido sobre un tema que nos atraviesa a todos”, dijo Natalia Beristáin.
La directora logró contar una historia y dentro de ella, tejer las miles de historias de mujeres y personas desaparecidas, violentadas, abandonadas por el Estado y quienes están en su búsqueda. “Ruido” retrata el dolor que mueve a las madres a buscar desde cada esquina y hasta cada grano de arena a sus hijxs y familiares, el dolor que lleva a las mujeres a tomar las calles, a realizar pintas, a gritar hasta desgarrarse la garganta.
“Ruido” no es ficción, es un retrato crudo y necesario de lo que sucede cada día en México. No es difícil recordar a Marisela Escobedo y la implacable búsqueda de justicia por su hija, razón por la que también ella, fue asesinada.
“Está haciendo enojar a mucha gente. No quiero que se siga arriesgando”, le dice el fiscal a Julia, como seguramente se lo dijeron a Marisela. Pero las madres no se detienen, el dolor y la rabia es más grande que el miedo.
La cinta de Beristáin no es sólo ruido, es un grito desesperado a la cara. Un grito para que callemos y escuchemos a las madres, hermanas, hijas, primas y amigas que buscan a sus mujeres y personas desaparecidas en un país feminicida y de impunidad.