Perfect match!

Si hubiéramos tenido esta cosa… ¿Cómo se llama?… Tinder… hasta parece sacado de una película de Spielberg, quizás ella hubiera sido tu abuela.

 

“Cuando tenía como 16 años, andaba siempre en mi bici haciendo mandados, y así fue cuando la conocí. Ella trabajaba en una fábrica. No recuerdo qué hacían, pero el caso es que todos los días salía a las cuatro de la tarde. Yo siempre pasaba por ahí a esa hora. Ya sabes, de casualidad. Me conformaba con verla, porque me daba pena hablarle. Si hubiéramos tenido esta cosa… ¿Cómo se llama?… Tinder… hasta parece sacado de una película de Spielberg, quizás ella hubiera sido tu abuela“. Acto seguido, entre risas y demás, Don Manuel, el abuelito de mi amigo Luis, recibió un codazo de su esposa Doña Lucita, mientras recordaban cómo habían sido presentados por un amigo en común. “Teníamos mucho en común. Ella siempre negro y yo blanco, blanquito. Bien santo “. Concluyeron entre risas de complicidad.

nullSu historia de amor tiene mucho en común con otras tantas, pero con un grado más de sencillez, ya que ellos fueron presentados por alguien. Eso les evitó ese incómodo ritual en el que se ven, se ven y se ven, les da pena, y no saben cómo abordar a la persona en cuestión, pues no quieren invadir el espacio vital del otro, así que mejor prefieren seguir viéndose de lejos, hasta que alguno, después de mucho tiempo de “discreto cortejo”, se envalentona y le sonríe y espera. Ese es el momento en el que las cosas se ponen intensas. Un segundo se convierte en un siglo. El otro, por fin, responde, asertivamente, con una sonrisa, y voilà: ¡Se han emparejado! después de meses, y meses de pretenderse, sin siquiera haberlo notado.

Para los jóvenes millennials, este proceso tan tenso, excitante, y lento, dirían algunos, terminó con la llegada de Tinder; una de las aplicaciones geosociales más famosas del mundo, en el que en menos de cinco minutos uno puede concretar una cita con una persona afín a los intereses de su usuario. Es algo así como dar vueltas en un quiosco virtual, con varias rosas en manos y no solamente con una, lo cual incrementa las probabilidades de que se tenga éxito con alguna de las citas que armes.

Pero, exactamente, ¿Cómo funciona Tinder? La mecánica es muy sencilla. La app muestra los perfiles de usuarios cercanos al interesado. Entonces el interesado en cuestión debe deslizar su dedo hacia la derecha, si le interesa la persona del perfil que está viendo, o hacia la izquierda, si no le importa en lo más mínimo hacer migas con él. La persona a la que se le dio el like no sé va a enterar, a menos de que él también se muestre interesado por la persona. Si ambos están interesados, la aplicación te lo anuncia con el siguiente mensaje: Perfect Match! Si no, ni te preocupes, pues no te enterarás y para el punto en el que lo notes, ya estarás conversando con una persona, tu alma gemela, por lo menos en ese momento, la combinación perfecta. Pero ahí no termina el juego, allí es donde comienza.

Creado por Sean Rad, Justin Mateen, Jonathan Badeen y Ramón Denia, Tinder vio la luz por primera vez en los campus universitarios de la Universidad del sur de California. Desde entonces ha sido una de las aplicaciones de citas más populares del mundo. No por nada se encuentra disponible en 24 idiomas. Entonces, supongamos que el usuario se va de viaje, a un lugar completamente desconocido para él, la aplicación le facilita la posibilidad de generar nuevos amigos, por mencionar algunos de sus beneficios.

Otros dirían que más que beneficios, Tinder viene a perjudicar las relaciones humanas. En un artículo escrito por la socióloga Paola Bonavitta, y publicado por la UNAM, se genera la siguiente pregunta “¿Son relaciones sin sentido o son las nuevas relaciones que se plantean en la postmodernidad? El amor a la carta es parte de una sociedad de consumo que todo lo quiere en el instante, un aquí y ahora prolongado en un presente eterno”. Una eternidad repleta de necesidades que surgen a partir del contexto social en el que se desarrollan los individuos. Si en otro momento la correspondencia era parte importante del cortejo romántico, y hace no tanto el teléfono era una herramienta importante para darle continuidad y forma a la flecha de Cupido, no es extraño que una aplicación venga a satisfacer esa necesidad del ser humano por conocer gente sin necesidad de salir de su casa.

La cuestión, la extrañeza y el tabú surgen por el simple hecho de ser algo nuevo. Dentro de la coyuntura, todo nos va a resultar incómodo o raro. La volatilidad de las relaciones de esta era es parte de la perspectiva general que se tiene de la época. Todo es desechable, hasta el amor. “Tu amor es como lata de leche condensada”, escribe la poeta ensenadense y posmoderna Regina Swain, y es cierto. Tinder sólo es otro de los tantos retratos sociales que hace la tecnología de la sociedad.

La tecnología está avanzando tan a prisa que, no es extraño escuchar que en países como Japón, las relaciones interpersonales se den de manera virtual, pero no a partir de ver una fotografía, darle match, y poseer los mismos intereses de otro individuo, sino de algo más impresionante: El ADN. Pero eso es sólo por imaginar un panorama. Inclusive es posible pensar que un ser humano pueda tener una relación amorosa con un androide, ya que dichos bots tienen la capacidad de desarrollar el lenguaje humano-máquina, máquina-humano.

Mientras eso sucede, uno puede descargarse Tinder sin pena. Es útil para la época y nos vuelve más desinhibidos. Pero como todo, puede tener sus contras, pero sus contras son tan sólo parte de nuestro lado oscuro, no el de la app. App que recrea el nuevo tipo de amor de la generación del sólo existe el aquí, qué importa lo que pase después, eso ya será problema de la otra generación, sólo importa este perfect match.

 

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