El 8M se ha convertido en un día icónico para el feminismo y su(s) lucha(s). Las calles se inundan con la marea morada, retumban las consignas y vuelan los vidrios que se rompen con rabia.
Sin embargo, ningún movimiento político es dogma ni religión. El movimiento feminista (pluralizado) es cargado por las mujeres, por personas, por humanas y hay complejidad en ello.
La etiqueta “feminista” no elimina la experiencia humana e individual de las mujeres. La etiqueta “feminista” no nos exime de cuestionamientos, de errores, de contradicciones y violencias.
Ocupar los espacios
Los últimos años se ha denunciado la violencia transfóbica en el feminismo, la acaparación del discurso, la exclusividad de los micrófonos y la delimitación de espacios.
Muchas mujeres feministas (o antipatriarcales) están en contra de que se excluya a las mujeres trans de los espacios, recuerdan cómo las sufragistas excluían, de esa misma forma, a las mujeres negras y obreras.
También se denuncia que contingentes y militantes transexcluyentes son quienes lideran estos espacios, que son quienes convocan las marchas, quienes dirigen los posicionamientos y quienes son las “voceras” del movimiento.
Incluso, esta monopolización de los espacios ha causado que muchas, decidan NO marchar junto a las feministas transexcluyentes. Otras marchan para preservar estos espacios, para no perder terreno. Otras, marchan sin cuestionarlo. Unas de plano no marchan.
Lo cierto es que, lejos de toda teoría y análisis, para quienes deciden salir, las marchas son espacios de desahogo y seguridad.
Ana, Karen y Marla (mujeres cis) me contaron que “jamás se sienten tan seguras como cuando marchan”. Las tres coincidieron en eso, a pesar de militar desde distintos feminismos.
No obstante, en CDMX, durante la marcha, mujeres trans resultaron heridas y agredidas.
Una dicotomía compleja. ¿Quienes están ocupando los espacios? Y ¿De qué manera ocupan estos espacios?
El feminismo, ¿con las compas trans?
Pregunté a Ana, Karen y Marla sobre su militancia feminista. Dos de ellas, se enunciaron desde lo interseccional: “es importante romper con estas divisiones”, “considero importante reconocer que no hay una sola forma de ser mujer”.
La otra, se posicionó desde lo radical, sin embargo, su respuesta sobre la exclusión de mujeres trans fue: “no me siento cómoda con la exclusión de las mujeres trans dentro del feminismo porque creo que negarles muchos de sus derechos e incluso discriminarlas, ya lo hacen el sistema y la sociedad… es mucho cómo para sumarnos al problema”.
Hay consignas que señalan “si no es con las trans que no sea” o “el feminismo debe ser transincluyente o no es” mientras que desde la otra esquina, se enuncia que “sentirse mujer” no es suficiente para pertenecer al movimiento y que la opresión patriarcal, es exclusiva del sexo biológico.
Estas posturas contrarias han dividido el terreno feminista. Pero esto no es nuevo, las llamadas “olas” del feminismo se han establecido, además de para periodizar, para distanciarse de las olas anteriores.
Las de la “segunda ola” se distanciaban de las exigencias burguesas de la primera; las de la “tercera ola”, se diferenciaban al buscar más libertad sexual.
Hoy, en lo que se supone sería “la cuarta ola”, se busca delimitar a las sujetas políticas del movimiento. Un debate entre el esencialismo biológico contra la consideración de la pluralidad de opresiones que atraviesan a las mujeres y cómo estas pueden converger (o no).
vs el Estado, siempre
En lo que la mayoría de las feministas coincidimos al día de hoy, es en que si hay un enemigo claro, es el Estado.
Tanto durante la marcha, como la mañana siguiente, las feministas expresan que la eliminación de iconoclasia es “una burla”. Que demuestra la falta de comprensión y empatía hacia la causa.
Y como anillo al dedo para la discusión, la alcaldesa de Tijuana, Montserrat Caballero, lanzó un comunicado la mañana de este 9 de marzo. Dijo: “Ganó la criminalidad. Algunas mujeres se unen para desvirtuar al movimiento (…) la mayoría no causó destrozos. La mayoría se expresó bien”.
Parece que la alcaldesa se levantó y lo primero que hizo fue grabar su comunicado, porque en redes sociales abundan videos de las mujeres realizando iconoclasia y el resto del contingente, aplaude y vitorea la intervención en el espacio público al unísono de: “Fuimos todas” y “fui yo, fui yo, fui yo la que rayó”.
A una de las entrevistadas le pregunté si se sentía segura en presencia de las feministas que realizan iconoclasia y respondió: “Sí, ellas me representan. (…) Tenemos que seguir tomando espacios que tratan de borrarnos, y con esto seguir buscando espacios seguros para todas nosotras”.
Después de su desinformado argumento, la alcaldesa también pidió que las mujeres que realizaron intervenciones le dieran explicaciones de sus acciones, sin cubrirse el rostro, que fueran valientes –cómo si no fuera valiente transitar las calles a diario en un país feminicida-.
Además, avisó que inmediatamente “los elementos de limpieza ya fueron a limpiar y recoger” para “rehabilitar las instalaciones del SITT”; sí, ese “transporte” que funcionó una semana y ahora, las estaciones están llenas de graffiti y orines. Pero no es iconoclasia, por eso no hay problema.
Entre todo el discurso político de Caballero, se destacan dos cosas: no conoce lo que es la iconoclasia y parece que no transita por las calles de la ciudad, el SITT nunca ha estado “habilitado”. Lo más que se ha hecho por esas instalaciones fue, la tarde del 7 de marzo, instalar maderas para evitar la iconoclasia.
Pero eso tampoco funcionó muy bien.
“Empatía es lo que hace falta, y si le incomoda que hagamos destrozos, que use la capacidad que le da su puesto para impulsar las medidas necesarias para mejorar la seguridad en Tijuana”, señaló una de las entrevistadas.
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Reflexiones del 8M
Queda claro que el movimiento feminista incomoda a todxs. Incluso a las mismas feministas. Porque debe hacerlo. Si no incomodara, entonces habríamos perdido por completo el rumbo.
Ya existen diversas críticas al 8M desde las trincheras feministas: la propagación de espacios transexcluyentes, el abuso del performance, el activismo “de un día”; pero ¿qué sería de una transformación transversal tan importante como el feminismo sin cuestionamientos constantes? Se estancaría y se convertiría en un carnaval morado.
Es indispensable que los feminismos continúen construyéndose y deconstruyéndose, transformándose, debatiendo, cuestionando, incomodando, haciendo ruido, conmoviendo.
Algo queda claro con las movilizaciones nacionales del 8M: el feminismo está sufriendo cambios, reestructuraciones y debates internos muy fuertes. Y a la vez, continúa incomodando al Estado, a la hegemonía y denunciando la violencia patriarcal que nos atraviesa en México.
El 8M puede ser muchas cosas, pero sigue vigente para visibilizar y hacer eco sobre las diversas y múltiples violencias que atraviesan a las mujeres a nuestro alrededor, la complicidad del Estado y la resiliencia de la lucha feminista.