AMLO condecora a Cienfuegos con presea Bicentenario del Heroico Colegio Militar.

AMLO condecoró a Cienfuegos 36 meses después de encontronazo con la DEA

AMLO condecoró al general Salvador Cienfuegos 36 meses después de que este fuera acusado de narco por la DEA.

El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en su calidad de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas condecoró este miércoles al general Salvador Cienfuegos Zepeda, ex secretario de la Defensa Nacional, durante la ceremonia por el Bicentenario del Heroico Colegio Militar (1823-2023).

La presea denominada Bicentenario del Heroico Colegio Militar fue otorgada a Cienfuegos directamente por el presidente acompañado de un firme estrechón de manos que enmarcó, de una vez y para siempre, el manto protector que la Cuarta Transformación le tendió desde hace tres años. Cuando la justicia estadounidense puso en su mira al hombre fuerte del Ejército durante el gobierno del priista, Enrique Peña Nieto (2012-2018).

El galardón fue concedido a Cienfuegos exactamente 36 meses después de que la DEA (Administración para el Control de Drogas, por sus siglas en inglés) lo detuviera en el aeropuerto de la ciudad de Los Ángeles mientras viajaba de vacaciones junto a su familia a California.

Destapando así, una acusación formulada en su contra con antelación supuestamente por tener vínculos con el narcotráfico y que, meses después, fue desestimada sin darse mayor explicación. Lo que desencadenó un enfrentamiento abierto entre la propia DEA y el gobierno de México en lo que hasta ahora se sigue considerando un impasse bilateral.

Ante la plana mayor de la secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), López Obrador entregó otra presea Bicentenario del Heroico Colegio Militar al general de División Diplomado de Estado Mayor, Enrique Cervantes Aguirre, quien fuera titular de la dependencia durante la administración del presidente Ernesto Zedillo (1994-2000) y quien también ha enfrentado en el pasado señalamientos por vínculos con los cárteles.

De hecho, Cervantes pasó primero. Cerca de cumplirse una hora de haber iniciado el evento una voz femenina que hacía de maestra de ceremonias detrás de bambalinas anunció el momento estelar que reunió por, primera vez en mucho tiempo en un evento público, a la crema y nata de las Fuerzas Armadas entre generales, almirantes, jefes y oficiales, activos…o en retiro.

“Con motivo de los 200 años del yunque forjador de hombres y mujeres de guerra el licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, hará entrega de la presea Bicentenario del Heroico Colegio Militar para distinguir y reconocer a militares que han coadyuvado en distintas áreas al desarrollo y consolidación de citado plantel educativo militar. Misma que, se entregará por única ocasión en esta Ceremonia Magna”, dijo con un tono estudiado.

Mientras la maestra de ceremonias hablaba, muy discretamente le entregaron al presidente una carpeta de piel con el diploma. En tanto que la encargada de anunciar el protocolo a seguir advertía del carácter excepcional de la presea, López Obrador —vestido de cazadora negra y pantalón de vestir— se dio el tiempo de echar una ojeada al interior de la carpeta.

“Reciben: General de División Diplomado de Estado Mayor Enrique Cervantes Aguirre”, indicó la contraparte masculina de esa voz que dictaba los tiempos del evento con disciplina castrense. 

Entonces, López Obrador sube la mirada y esboza una sonrisa. El general de 88 años de edad camina a paso firme a pesar del fuerte viento que pega duro sobre el estrado. Se para frente al Comandante Supremo, hace una venia, y entonces tiene lugar entre ambos un breve intercambio.

Todos aplauden. El gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, sonríe arrugando su rostro como un limón exprimido. Alguien entrega una caja, igualmente de piel, al general Luis Crescencio Sandoval quien es el heredero en cuarta generación del cargo que alguna vez ostentó Cervantes en aquellos tiempos del Ejército de Liberación Zapatista y el Señor de los Cielos.

En eso, Cienfuegos pasa por detrás de la escena caminando desde su asiento colocado convenientemente detrás del primer plano del presidente para evitar, en medida de lo posible, que salieran juntos en las fotos oficiales. Se integra al extremo de la primera fila del podium. Va erguido, como levitando, con esa marcialidad que le caracteriza, y aquellas gafas de sol que después de tantos años lo caricaturizan.

El general Sandoval le entrega la caja al presidente, es el galardón para Cervantes, que para recibirla y no hacer esperar al Comandante Supremo, como puede se hace espacio en las manos poniendo la carpeta debajo de su brazo izquierdo.

Le ha llegado el tiempo a Cienfuegos que espera hasta escuchar su nombre en el sonido local. Súbitamente, el general Sandoval levanta la cabeza, se inclina 45 grados con la cintura y busca en la orilla de la tarima a quien hace apenas cinco años era su superior jerárquico. Cierra el puño. Se borra su sonrisa. Después, aplaude. Regresa la sonrisa y devuelve el saludo de visera al general Cervantes.

“General de División Diplomado de Estado Mayor, Salvador Cienfuegos Zepeda, quien se desempeñó como director del Heroico Colegio Militar del 16 de noviembre de 1997 al 1 de diciembre del año 2000”, suelta la mujer al micrófono. 

La tensión se apodera del estrado. Ceños fruncidos. Cienfuegos camina balanceando los brazos y se postra con seguridad frente al presidente que ya lo espera carpeta en mano. Una venia para otra venia, aunque una de las dos sea figurativa. 

Le entrega la carpeta negra. Se ven directamente a los ojos como si nunca hubieran tenido un desencuentro…o sí. Pero eso el gobernador de Veracruz —a dos lugares de distancia— lo ignora, él se concentra en mirar fijamente a Cienfuegos como un niño frente al televisor con los ojos entrecerrados y haciendo muecas. Y lo que ve es un apretón de manos, de esos donde uno jala al otro.

Cuitláhuac no le quita los ojos de encima al general. De nuevo parece limón exprimido, eso sí, pero esta vez no sonríe…ni aplaude. Transpira —es un decir, porque más bien hace frío— una sensación de desagrado. Los que sí aplauden son el general Sandoval, la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana y el secretario de Marina.

“Y desempeñó el cargo de secretario de la Defensa Nacional del año 2012 al año 2018”, suena la voz de la maestra de ceremonias que se funde con el ruido que hacen los aplausos…de los que sí aplauden, que parecen darle más intensidad al aplauso como queriendo llenar el espacio de los que prefirieron guardar silencio.

El general Sandoval le da la caja con la presea al Comandante Supremo. El Comandante Supremo observa la caja en sus manos por un momento. Luego, le da la caja al general Cienfuegos. Cienfuegos le da un vistazo rápido a la caja. Otro estrechón de manos, esta vez de los que no jalan al otro. Y se va.

Una tercera distinción Bicentenario del Heroico Colegio Militar también fue otorgada al General de Brigada Diplomado de Estado Mayor, Jorge Antonio Maldonado Guevara, quien actualmente se desempeña como el director del Heroico Colegio Militar que ahora se encuentra en el sur de la Ciudad de México y no en la “Fortaleza de San Carlos” en Perote, Veracruz, donde este relato tuvo lugar.

“También es importante recordar que, a lo largo de su devenir, el Heroico Colegio Militar ha sido la cuna de reconocidos personajes que han dado ejemplo de liderazgo en históricas batallas de iniciativa para profesionalizar al instituto armado. Pero, sobre todo que se han destacado a través de acciones realizadas en beneficio de los mexicanos”, dijo el actual secretario de la Defensa Nacional durante su discurso pronunciado momentos antes de la entrega de preseas.

López Obrador pasó lista de honor a los llamados Niños Héroes de Chapultepec de 1847 y a los defensores del Puerto de Veracruz de 1914, acompañada de una salva de fusilería ejecutada por seis compañías del cuerpo de cadetes. 

Posteriormente, arribó la antorcha del Fuego de la Lealtad, que venía custodiada por Cadetes del Heroico Colegio Militar quienes iniciaron su traslado hace casi un mes —el pasado 13 de septiembre— desde la actual sede del citado plantel en Tlalpan, al sur de Ciudad de México.

No sin antes pasar por sus anteriores sedes. Es decir, por el Antiguo Colegio Militar de Popotla y el Castillo de Chapultepec, hasta llegar a la Fortaleza de San Carlos. Regresando así, después de 200 años, al lugar que durante muchas décadas también sirvió como cárcel del fuero civil, pero, que tras ser rescatada del abandono ha retomado los aires de gloria de sus primeros días.

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