El arrecife

Si veo hacia arriba, puedo verlo con claridad sin lastimarme los ojos. Su luz blanca dispersa el aprensivo cielo azul e inverso que es el mar, poco claro aún cuando es de día…
Por Alicia Gutiérrez Vigil

 

El arrecife

Frente a mis ojos danza en un vaivén irregular que parece improvisado pero se sincroniza con las corrientes que mantienen en movimiento este mundo. Incluso, el sol baila ondulante. Si veo hacia arriba, puedo verlo con claridad sin lastimarme los ojos. Su luz blanca dispersa el aprensivo cielo azul e inverso que es el mar, poco claro aún cuando es de día. Si veo hacia abajo, veo cómo los rayos de luz corren apresurados sobre un suelo traslúcido de apariencia esponjosa mientras éste desciende mar adentro, la luz se esfuma en un abismo que cae en la oscuridad.

Observo el arrecife, siento que las piedras me miran con ojos cristalinos que me llaman a tocarlas; cuando paso junto a lo que parece una planta, sin tocarme, ésta imita mis movimientos acompañando mi baile; otras, sin embargo, se ocultan apenadas y aquellos pequeños seres que se atreven a acercarse con inocente curiosidad, me acompañan mientras nado en ese cielo opresor. El mundo en el que me encuentro está lleno de colores únicos, llenos de vida y puedo asegurar que están vivos, aunque no todos los seres que la poseen se mueven.

Creía que aquí me sentiría libre, yendo de arriba abajo sin ningún impedimento, igual que cuando vine con mis compañeros. Hoy el océano me abraza contrayendo mi cuerpo. El traje que llevo es mi segunda piel, la burbuja de aire que se forma frente a mi visor, el tanque de oxígeno a mi espalda, me mantienen seguro de ésta selva submarina, no me siento con la libertad de moverme entre tantos seres extraños que se me acercan curiosos con más confianza. Mi piel submarina mantiene mi calor corporal terrestre, pero el delicado y resbaladizo toque de los peces a mi alrededor, hace que una corriente helada recorra mi cuerpo que para ese momento, mi respiración es agitada.

Nado con algunos movimientos bruscos para alejar a los nativos submarinos. Hay estrellas inertes en el suelo de coral y peces que nadan en cardúmenes, se mueven con la corriente e inesperadamente cambian de dirección… Una sombra que parece gigante cubre la mía; es una mantarraya que pasa sobre mí moviendo sus alas, porque aquí abajo, ellas son aves, era seguida por su séquito de peces que se le pegan para limpiarla, buscando sobras de alimento.

Sin percatarme, estoy casi pisando el arrecife, veo pasar lo que creo es una enorme serpiente color café; al distinguir mejor su moteado cuerpo y ojos pequeños la pude reconocer como una Morena. Muevo mis pies, pero el agua me impide hacerlo rápido. Las aletas y la piel que me cubre hacen de mi, alimento fácil. Sería complicado escapar de su agudo sentido del olfato, a menos que encontrara una presa más sencilla y perdiera el interés. Por suerte, hay bastantes criaturas que pueden servir de alimento.

Las rayas y puntos de colores que se manifiestan en las escamas de los peces forman un mosaico de inusuales diseños. Al notar que sus colores se apagan, me percato que el azul que me rodea se vuelve oscurece, tal vez arriba anochece, perdí la noción del tiempo, pronto se acabará el oxígeno. Mientras regreso, la presión del agua aumenta, no puedo mover bien mis brazos, parece como si el coral hubiera crecido sobre ellos y los tuviera petrificados. Las aletas de los pies, las siento enredadas entre las algas, aunque tampoco lo están.

El tanque de oxígeno aumenta su peso o tal vez, yo pierdo fuerza. No puedo subir a la superficie, no importa cuánto me mueva, el agua parece retenerme. Sé que debo calmarme, pero el pánico me invade. ¿Por qué me metí en esta situación? Quería bajar y tener un momento de soledad, tal vez debí avisar a alguien a dónde iba, tal vez debí revisar mejor el equipo antes de entrar al agua, tal vez debo seguir nadando hacia arriba…

El traje parece estar a punto de asfixiarme, me duelen las extremidades y los huesos, mi pecho arde tratando de obtener oxígeno, pero solo siento como si piedras pesadas entraran a mis pulmones. En este punto ya puedo notar lo fría que es el agua. Mientras desciendo me gustaría pensar que en vez de hundirme, estoy cayendo suave, en tierra firme.

 

 

Alicia Gutiérrez Vigil, es estudiante de tercer semestre de la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericana en UABC.

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