Por Rubén Cisneros
La nueva serie sensación, que desaira a unos y decepciona a otros
La otra noche, mientras hacía scrolling en Facebook, Twitter, o no recuerdo cuál red social, llegó a mi smartphone una notificación de un directo de Netflix. Al revisarla me di cuenta de que era una especie de promoción sobre la serie española La casa de papel. Antes de continuar, debo decir que ese no fue mi primer contacto con la serie, pues éste sucedió hace algunos meses cuando fue trending topic en Twitter –del cual sospecho que ni los mismos distribuidores esperaban dicho impacto–.
Para ser sincero, cuando el boca en boca de las personas es muy bueno respecto a una serie/película/álbum suelo desconfiar bastante sobre el mismo, incluso, muchas veces lo dejo pasar y así evitarme un trago amargo; sin embargo, lo que me hizo ceder en esta ocasión fue la publicidad que Netflix le daba: el servicio de streaming ponía a la producción como una de fuerte perfil, al menos para Latinoamérica.
Cuando se trata de iniciar una serie suelo ser benevolente hasta cierto punto, pues comprendo que es difícil iniciar un proyecto desde cero y que usualmente toma dos o tres episodios formar un universo propio y crear la estructura que caracterizará a la historia. Pero esta ocasión no pasaron más de cuatro episodios cuando comencé a detestar la serie. Hablemos brevemente de la trama: ésta cuenta la historia de unos ladrones que son reclutados por un “profesor”, el cual hace la planeación del atraco a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Para lograr esto, decide entrenar a sus pupilos de tal forma que no logren saber nada el uno del otro para evitar cualquier tipo de vinculación sentimental –que aparentemente es lo primero que parece no importarles– optando, por ejemplo, usar nombres de ciudades para no identificarse con los suyos.
El heist como un subgénero cinematográfico, y en este caso televisivo, se compone de tres actos fijos: al inicio nos muestra el lugar a atracar, los personajes y elementos que se usarán para que esto suceda; en el segundo acto vemos cómo el heist se ejecuta; y por último, en el tercer acto se muestran las consecuencias que hay y el –supuestamente– inesperado plot twist que logra exaltar el esfuerzo del trabajo en equipo. Sabiendo esto, ¿cuál es el gran problema con la casa de papel? Que no se toma en serio a sí misma. La historia, los personajes sosos y telenovelescos.
La casa de papel agota los elementos del heist en los primeros episodios, no da oportunidad para que la serie se desarrolle a paso fijo y el uso del Deus ex machina no ayuda, restando credibilidad a todos los actos que suceden. Al inicio pensé que el problema podría ser mi percepción de la serie al aparentar ser muy complicada, pero en realidad es más simple de lo que debería ser. En ese momento comprendí que intenta dar al espectador un producto que sea fácil y digerible, pero que a su vez lo haga ver como espectador inteligente.
Si bien hay quienes le justifican al decir que es un gran avance para una serie que viene de la televisión abierta, pues se aprecia una calidad técnica arriba del promedio –sobre todo si se compara con lo que transmite la TV mexicana–, esto no es suficiente para poner en un estandarte a una serie que cumple con líneas que debe hacer por mérito obligado. Hay claros ejemplos en programas de televisión que pueden ofrecer una enorme calidad y una gran premisa –véase Los simuladores de Damian Szifron– en los que no vemos al espectador como un iluso más y lo hacen parte de la acción.
Ruben Cisneros (A.K.A Ruben Strudent) es egresado de Lengua y Literatura de Hispanoamérica, aficionado al cine, la fotografía y las series de televisión. Suele tomar fotografías en los camiones de la ciudad, mientras finge textear.
@Ruben_Strudent