La mota en la UNAM

Corría el año de 2016 cuando me aventuré a los bajos mundos de la UNAM, todavía como estudiante de periodismo decidí exponer una de las peores mafias que dañaron a la “Máxima casa de estudios”, la venta de drogas. Aún no se destapaba la cloaca del narcomenudeo, era algo que todos, dentro y fuera de CU sabíamos, pero nadie había querido exponerlo.

La mota en la UNAM

Por Alejandro Villa

 

Corría el año de 2016 cuando me aventuré a los bajos mundos de la UNAM, todavía como estudiante de periodismo decidí exponer una de las peores mafias que dañaron a la “Máxima casa de estudios”, la venta de drogas. Aún no se destapaba la cloaca del narcomenudeo, era algo que todos, dentro y fuera de CU sabíamos, pero nadie había querido exponerlo.

El personaje al que describo en esta crónica con un diamante morado tatuado debajo del ojo izquierdo era parte de una célula de narcomenudeo establecida en toda la zona del sur de Ciudad de México, perteneciente al cártel La Unión Tepito, cuyo líder de la zona era identificado como Fernando Chávez Ruiz “El Pechugas” (detenido en 2019).

A varios años de que la escribí, resulta ser interesante cómo lo que quisieron tapar las autoridades universitarias sólo ocasionó el efecto olla exprés. Aún recuerdo el rostro del narcomenudista perfectamente, fue detenido el 6 de mayo de 2018, junto con otras tres personas en la calle Mario de la Cueva, en la Colonia Pedregal de Santo Domingo.

Los hombres se encontraban a bordo de un vehículo Volkswagen, color verde. La policía les encontró 79 bolsas con marihuana. “El Diamante” cuenta con cuatro ingresos a distintos penales por diferentes delitos, según datos de la Secretaría de Seguridad Pública.

Aquí les dejo la crónica inédita escrita el 1 de diciembre de 2016.

Este es un diálogo frecuente en las Islas de Ciudad Universitaria, ahí se concentran diversos grupos de jóvenes estudiantes, para consumir y comprar drogas. Basta pasar por ahí para captar el olor a mota.

Camino a la Facultad de Filosofía y Letras, sobre el pasillo que conecta la entrada principal de dicho recinto con el auditorio Justo Sierra, apodado desde hace más de 25 años como “Che Guevara”, entre los vendedores ambulantes se puede conseguir cualquier tipo de instrumento para “forjar”, quemar, limpiar; básicamente herramientas para el uso de la marihuana: pipas, sábanas, hitters. El precio de estos productos oscila en un rango de 20 a 80 pesos.

Pero lo más importante es conseguir el producto, “café” como se le dice a manera de apodo y de nombre “secreto” al Cannabis.

No resulta difícil encontrarla. Primero se ubica a “jóvenes” de corte punk, ropa de color negro y con un olorcito entre sudor y hierba, pueden tener rastas o cabello largo, con los lados de la cabeza rapados y ojos irritados. Muchos de ellos tienen su puesto de chucherías. Lo que procede es preguntarle a alguno de ellos

–¿Dónde puedo conseguir café?

Examinan la situación y dan una dirección: “mira te diriges todo derecho y das vuelta en el pasillo que te lleva a Islas, ahí bajando las escaleras puede que encuentres algo de tu interés”.

Caminar por el pasillo, bajar las escaleras dirección Islas, a un costado de las escaleras se encuentran unas jardineras y ahí está, el punto de venta.

Cinco jóvenes, que a primera vista no se ven como estudiantes, de unos 30 años de edad aproximadamente, todos con gorras y ropa oscura, uno de ellos con un tatuaje de diamante en el lado izquierdo de la cara, muy cerca del ojo; ofrece su producto.

–Hermanito, tengo lo que quieras, ¿qué buscas?, tachas, perico, mota, ácidos, DMT”.

–¿Cuánto el DMT?

–En gramo, mil varos. Pero si quieres también te vendo una carga en cien ¿Cómo ves?” – contesta el sujeto de la cara tatuada.

–Solo échame un tostón de mosh.

–Ya vas, papi. Sírvele bien, Frank. –le indicó a uno de los cinco jóvenes.

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Extrajo de una mochila una bolsa negra llena cola –así se le denomina a la rama de marihuana– sacó dos varitas llenas de hojas, las partió por la mitad y al no tener con qué dar su producto, el narcomenudista de la cara tatuada arrancó de la pared que tenia próxima una propaganda de cursos de inglés y envolvió la mota.

–¿Aquí siempre andan?

–Simón hermanito, sino estamos aquí, nos puedes encontrar ahí donde ves esa bardita gris. Andamos por ahí en la mañanita y en las tardes por acá. Bueno pues ya te la sabes ahí lo que quieras, hermanito.

El punto de venta se encuentra a espaldas de la biblioteca central de la UNAM y a unos cinco minutos de la rectoría. El segundo punto, donde está la barda gris, se encuentra en el costado izquierdo de las Islas, del lado de la Facultad de Derecho.

Ahí se reúnen a consumir la droga jóvenes de distintas facultades, desde la Facultad de Ciencias Políticas, pasando por la de Medicina y hasta facultades descentralizadas de la UNAM como de la FES Aragón o Zaragoza.

“La mota de CU es la chida y no está tan cara” respondió un joven consumidor, al preguntarle el por qué consumir marihuana en Ciudad Universitaria.

Llegando a Islas, los jóvenes se sientan, preparan su porro o llenan su hitter, y pueden quemar toda la tarde sin que tengan algún problema. Los vehículos de vigilancia de la UNAM dan vueltas por la zona, por momentos son dos, a veces tres. Dan una vuelta, se detienen, prenden las luces de la torreta, las pagan y siguen su camino.

Mientras se recuestan en este lugar llegan comerciantes de comida, jóvenes que ofrecen desde galletas caseras, chocolates, panques y hasta hotcakes, pero todos estos productos con un peculiar ingrediente: marihuana. Los productos gastronómicos a base de cannabis van de los 15 a 50 pesos.

“Primero hiervo la marihuana, para que libere todo el THC, y así lo pueda mezclar mejor con los ingredientes del chocolate, o lo que llegue a preparar, si los preparo así pues… pega más chido”, contestó un vendedor de alimentos de mota, al preguntarle cuál era la forma en la que preparaba la comida para que diera el efecto esperado por la droga.

Ya son las ocho de la noche en las Islas de Ciudad Universitaria, los estudiantes caminan con rumbo a la estación del Metro Copilco, los andadores con poca iluminación son el lugar perfecto para que los universitarios quemen hierba. Vigilancia parece no notar la humareda y el olor al psicotrópico que se distingue a metros de distancia. Así hasta llegar a la estación del transporte subterráneo.

En CU hay distintos puntos de venta, unos en la Facultad de Ciencias Políticas, otros a un costado del Estadio Universitario, los consumidores, ya conocen las rutas, a los dealers y quién tiene mejor mercancía.

“A las autoridades (de la máxima casa de estudios del país), parece no importarle la situación de drogas en ciudad universitaria”: comentó un profesor de la Facultad de Filosofía y Letras.

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2 comments
  1. Nunca falta la borrega que nada mas quema el punto, tipica vieja metiche que en todo esta. ya te dieron el pulitzer por tal investigacion?

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