A una semana del fatídico accidente del Metro Olivos, donde 26 personas perdieron la vida y al menos otros 80 luchan por retomar la suya, a los capitalinos nos duele.
Nos duele igual o aún más que el mismo día de la tragedia; nos duele porque sabemos que fue producto de la corrupción y negligencia del Estado, y porque merecemos una calidad de vida digna.
El nudo en la garganta es incontenible al escuchar palabras como: “él no debía estar ahí”, “solo salió un poco más tarde”, “estaba de vuelta a casa”, “tenía que asistir a su trabajo”, “quería ver a su mamá”, “fue mi culpa, le insistí que nos viéramos”, “si tan solo le hubiera…”, pero mayor es la rabia y el coraje porque no vuelva a pasar.
Son muchas las palabras que queremos decir, las acciones que queremos emplear, pero esas 26 historias no regresarán. Esas 26 familias no podrán encontrar la paz, porque, simplemente no debió suceder.
El accidente en Olivos, marcó un precedente en la historia de la capital de México. No queremos que otra Nancy, otro Melitón, Santos, Gildardo, Angélica, Alejandro, Juan Luis, Cristian, Gabriela, Carlos, Ildefonso, Rene, Miguel Ángel, Sergio, Brandon, Jesús, Liliana, Immer, Ismael, José Juan, José Luis, Mario, Evaristo, Lorenzo y Araceli, pierdan la vida por excusas tontas y caprichos de nuestros gobernantes en ningún rincón del país.
Dejaron pasar innumerables advertencias, focos rojos que evidenciaron desde el inicio un proyecto mal planeado. Como cada político que pisa la Ciudad de México, antepusieron su vanidad y solo se preocuparon por dejar una “huella” en su CV para su carrera política. Esto, sin duda, no fue la excepción.
Y sí, claro que hay presupuesto para el Metro, nos lo han dejado muy claro. Lo que no se tiene es voluntad de ocuparlo para coordinar el tan necesitado mantenimiento a trenes, vías e instalaciones.
Existen registros de contratos millonarios para supuestos proyectos, como la recuperación de 105 trenes que desde la gestión de Miguel Ángel Mancera abarca parte del presupuesto anual del STCM y hasta el momento, de acuerdo con datos publicados hace más de 5 años, tan solo 25 de esos 105 trenes fueron rescatados.
Las preguntas por responder sobre este proyecto son inexistentes, porque el mismo STCM argumentó que “se perdieron” los informes con el cambio de administración.
LECTURA RECOMENDADA -> STCM gastó millones de pesos en proyecto inexistente
Lo que antes era “gracioso” en nuestro humilde y descuidado Sistema de Transporte Colectivo Metro, porque solo pasa en mi “México mágico”, ahora nos parece una mentada de madre.
Desde ahora, en la Ciudad de México no solo debemos cuidarnos de la inseguridad. Si antes nos parecía buena idea viajar en Metro para reducir la posibilidad de asaltos (porque éste tampoco está exento de actos delictivos), o evitar tránsito, accidentes, y hasta para ahorrarte unos pesos, ahora lo pensamos dos veces.
No debemos soportar trenes en mal estado, con ventilación disfuncional, ventanas averiadas, puertas rayadas que se abren a mitad del camino, o basura y vómito en el piso que perdura días. Tenemos que exigir, que desde ahora y para siempre saniticen los espacios.
No debemos admitir olor a llanta quemada, humo y hasta incendios en los vagones. Tenemos que exigir que las instalaciones no huelan a humedad, que no parezca trajinera dentro del lago de Xochimilco cuando es temporada de lluvias; lámparas parpadeantes, escaleras eléctricas inservibles, conductores en estado de ebriedad, ni que los paraderos sean nido de rateros.
Que la marginación no sea evidente al entrar a una estación, porque las de tal línea, que están por una zona “fifí”, están más cuidadas y en constante remodelación, y las demás, a las afueras de la ciudad, en completo olvido.
Dos años bastaron para que en la administración de Claudia Sheinbaum, tres grandes accidentes marcaran, una vez más, la historia del medio de transporte más importante de la capital del país. El choque de dos trenes en la estación Tacubaya en marzo de 2020; el incendio de la subestación eléctrica Buen Tono en enero de 2021, donde una persona perdió la vida, y el desplome en la estación Olivos el pasado 3 de mayo.
Las exigencias de trabajadores y usuarios (ignoradas o desmentidas, por cierto) son las mismas: falta mantenimiento, atención y cuidado.
Y ahora, ¿con qué seguridad nos vamos a subir al Metro? ¿Con qué confianza nos vamos a trasladar en la Ciudad de México? ¿Qué certidumbre tendremos de regresar con bien a nuestros hogares y que podremos ver nuevamente a nuestros padres, hijos, parejas, amigos, compañeros de trabajo? ¿Quién nos garantiza la vida en esta Ciudad?
LECTURA RECOMENDADA -> No fue accidente, fue negligencia: desplome de Línea 12 del metro en CDMX
1 comment