Pasolini: El evangelio de un marxista
A mí la culpa no me viene en las procesiones de la conmemoración de Cristo, me viene con la infinidad de películas, que pasan toda la semana, en todos los canales. Empezando por El mártir del calvario (1952), nótese la palabra “mártir” para hacernos sentir mal desde el título, y terminando bien alegres con Jesucristo Superstar (1973); o desde La pasión de Cristo (2009), hasta El manto sagrado (1953). Todas esas películas, y las que me faltan, tienen algo en común: un enervado discurso dramático, creado especialmente para redimir a pecadores, como tú y como yo; para congregar en las salas de cine a los seguidores de Jesús y pedirle perdón. Y aunque yo soy más Jesucristo superestrella, que La pasión de Cristo, igual y siempre termino jurando que haré el bien sin mirar a quien después de haber imitado y cantado, muy al estilo de Poncio Pilato (o sea, bien funky) cada uno de los golpes que le propinan a nuestro rey salvador.
Hace poco dejé de sentir culpa y me volví un poco más rebelde. Fue gracias a una película, que no creí que pudiera existir, no por su temática religiosa, claro está, que termina por ser un cliché de temporada, sino por el carácter ateo de su director: Pier Paolo Pasolini.
Nacido en Bolonia, en medio de la primera guerra mundial, con una madre educadora y un padre que era teniente del ejército italiano, y que además salvó la vida del mismo Benito Mussolini. Se inclinó hacia el mundo de las artes; era un niño solitario, que se mudaba a cada rato por el trabajo de su padre. Un ávido lector de Rimbaud, Dostoievski, Tolstoi, Shakespeare, Coleridge y Novalis, que comenzó a escribir sus primeras poesías desde la edad de 7 años.
Poeta, novelista, guionista, pintor y, al último de todo eso, y más, director. Se hizo de renombre en el mundo del cine por filmes como Accattone (1961), Teorema (1968), El Decamerón (1971), y una de las películas más realistas, por ese discurso marxista que no pasa inadvertido: El evangelio según San Mateo (1964), que narra la historia de Cristo, desde su nacimiento, hasta el día de su muerte.
Este evangelio, elegido por Pasolini por ese estilo místico, casi surrealista, tan característico del cine italiano en la segunda mitad del siglo XX, fue escrito por Mateo: un recaudador de impuestos que, al quedar anonadado por la palabra de Jesús, decide abandonarlo todo para ir con él. Por eso, este libro puede ser considerado como una manera de adoctrinar al pueblo. Algo muy parecido a la filosofía marxista, de la cual el director del filme formaba parte. Es decir, dicho evangelio es una manera de introducir al espectador al marxismo, a través de la (para nada) dramática actuación de Enrique Irazoqui, quien interpreta el personaje de “Jesús”, y quién está más cerca de una voz discursiva del pópulo que de los rayos celestiales de su padre Jehová.
Dedicada al Papa Juan XXIII, esta película está lejos de los efectos especiales, los cuales requerirían los milagros. El verdadero milagro es la voz, la enunciación y denuncia de las injusticias propiciadas hacia las clases sociales menos favorecidas. Clases de las cuales él se sentía parte, no por su situación económica, sino por ser abiertamente homosexual y marxista. Etiquetas que, diciéndolo de paso, eran sumamente repudiadas en la época de los 70, provocando hasta excomulgaciones por parte del Papa y que culminan en su asesinato brutal el 2 de noviembre de 1975.
“El evangelio según San Mateo” no es para aquellos que quieran ver los milagros de Cristo y que quieran expiar sus pecados. Es para aquellos que gusten de las soluciones concretas. Una película verdaderamente humanista, para nada divina, parafraseando a Julián David Correa, que no nos presenta el extravagante ritual de la crucifixión, sino el evangelio de San Mateo y el evangelio de un marxista.