¿Qué pasa entre México y Perú?

Perú es un hervidero político. Una olla de presión que cocina crisis social a fuego lento y que tiene como ingrediente principal la inestabilidad

Por Enrique Martínez y Adyr Corral

Perú es un hervidero político. Una olla de presión que cocina crisis social a fuego lento y que tiene como ingrediente principal la inestabilidad.

Seis presidentes en cuatro años es prueba contundente de lo anterior. Aunque, si se analiza con mayor perspectiva, es desde Alberto Fujimori que la silla presidencial no ha encontrado solidez política.

Fujimori quien se hizo del poder en 1990, tras derrotar sorpresivamente en la segunda vuelta al premio nobel de literatura, Mario Vargas Llosa; renunció vía fax en noviembre del 2000 tras ver fracasar su intento de golpe de Estado.

El golpe del ingeniero agrónomo fue un intento desesperado de mantener el poder luego de destaparse una trama de corrupción y violaciones sistemáticas a los derechos humanos durante sus tres períodos.

Dos décadas después, la gota que derramó el vaso fue un nuevo intento de golpe de Estado, está vez, a cargo del recientemente destituido, Pedro Castillo.

Destitución de Pedro Castillo

La mañana del 7 de diciembre, cuando los escándalos de corrupción llevaron al profesor rural a ser destituido. Apenas unas horas antes Castillo salió a hablar al pueblo peruano para rechazar al Congreso Nacional.

No contó con que muchos miembros de su gabinete le darían la espalda en su intentona golpista y más importante aún, que tampoco las Fuerzas Armadas estaban de su lado. El profesor rural que coincidentemente venció a Keiko Fujimori (hija del ex presidente) para acceder al poder, terminó preso y destituido ese mismo día. 

Dina Boluarte Zegarra -quien fue su vicepresidenta- es ahora la titular del Poder Ejecutivo de Perú, mientras el Congreso realiza las elecciones.  Boluarte es la primera presidenta del país, en una región que clama por más mujeres en puestos clave.

El poder de Pedro Castillo

Para entender qué es lo que pasa entre México y Perú primero hay que entender quién es Pedro Castillo.

Siendo el tercero de nueve hermanos, nació el 19 de octubre de 1969 en la región de Cajamarca, al norte de Perú, una zona de las más pobres del país. Creció alternando entre el trabajo agrícola y los estudios hasta convertirse en docente

Su carrera política comenzó al erigirse como líder sindical de su gremio por años. Con el apoyo de las zonas agrícolas, consiguió ganar la presidencia de Perú en las elecciones de 2021 donde venció a Fujimori, que le pisaba los talones en la campaña.

Irónicamente luego de una cerrada batalla electoral, Castillo logró vencer a Fujimori con un argumento simple pero eficaz: le recordó a todos los peruanos el peligro latente de que algún día la hija del expresidente decidiera dar un golpe de Estado como su propio padre. Pero terminó dándolo él mismo.

Sus discursos contra las mineras transnacionales, en favor de los pobres y marginados, el rescate de los derechos obreros y campesinos, además de venderse como un outsider de la élite política, llevó a Castillo a ganarse la confianza de la izquierda peruana y le alcanzó para coquetear, incluso, con la llamada izquierda latinoamericana.

Aquí es donde entra México en esta historia

El presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha tomado como estrategia política el apoyar, sin dudarlo un sólo momento, a todos los gobiernos de izquierda que han surgido antes o después de su triunfo electoral en 2018. 

Tal fue el caso en la última Cumbre de las Américas organizada este verano en Los Ángeles y a la que López Obrador se rehusó a participar personalmente porque el gobierno de Estados Unidos no invitó a los presidentes de Cuba, Nicaragua y Venezuela

Algo parecido ocurrió tras el autogolpe de Estado en Perú. Inmediatamente después de que llegó a México la noticia de la destitución del presidente Castillo, López Obrador aseguró que “si Pedro lo pedía”, podría darle asilo en territorio nacional.

Lo mismo hizo a inicios de su sexenio con Evo Morales, ex presidente de Bolivia, una vez que las acusaciones de fraude electoral terminaron con la oposición obligándolo a firmar su dimisión

Con los ánimos muy caldeados por las protestas, que cada vez aumentaban más la tensión política en Bolivia, López Obrador envió una aeronave del Ejército mexicano para sacar a Morales del país y así salvarle la vida, como hasta la fecha el propio Evo presume cada que se le preguntan sobre el tema.

Tras la destitución de Castillo y la escalada política en Lima (que incluyó más de 20 muertos en protestas), este tipo de discursos no cesaron por parte de López Obrador.

La insistencia por ayudar a Castillo, que de la noche a la mañana se quedó en la calle, sumado a la estrecha colaboración que México prestó a Perú durante su breve período, enfurecieron a Boluarte.

En diciembre de 2021, aterrizó en Lima Rogelio Ramírez de la O, secretario de Hacienda y Crédito Público de México y uno de los más cercanos colaboradores de López Obrador.

En palabras del mandatario, Ramírez de la O viajó a Perú para asistir al gobierno de Pedro Castillo en el diseño de política social para el combate a la pobreza, pero en los círculos políticos peruanos esto fue percibido más bien como un intento por ayudar al maestro rural, que poco sabe de intrigas palaciegas, a enderezar el rumbo político de su país que, por aquellos tiempos, ya empezaba a desmoronarse en acusaciones de corrupción.

Tras su destitución, México pasó del discurso a la acción y al igual que con Evo, López Obrador mandó traer a la familia del ex presidente Castillo.

Su esposa, Lilia Paredes, y sus hijos, Arnold y Alondra, aterrizaron apenas este miércoles en la Ciudad de México y ya cuentan con los papeles migratorios que avalan su estancia en territorio nacional.

Embajador de México, persona non grata

En un golpe de autoridad por el coqueteo mexicano, que ya raya en la inferencia en la política interna del Perú, Boluarte nombró al embajador mexicano, Pablo Monroy, como persona non grata y le ha dado 72 horas abandonar el país, argumentando que no ha respetado la soberanía del país sudamericano.

“Tales expresiones constituyen una injerencia en los asuntos internos del país y por ende son violatorias del principio de no intervención”, señaló la Cancillería de Perú en Twitter.

“Encuentro esa decisión infundada y reprobable. La conducta de nuestro embajador ha estado apegada a derecho y al principio de no intervención. México no variará su posición”, respondió por twitter el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard.

Más tarde, la Secretaría de Relaciones Exteriores informó en un comunicado que el embajador Monroy regresaría a México, aunque a la fecha de publicación de este artículo el diplomático continúa en Lima.

Tras dejar suelo peruano, la embajada mexicana quedará a cargo de la primera secretaria, Karla Tatiana Ornelas Loera, con el objetivo de seguir repatriando a los mexicanos que están en territorio peruano, detalló la cancillería.

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