Por Lizbeth Narváez Meza.
Perseguir al sol se ha vuelto una tarea amena, cotidiana, no hay nada más necesario que mirar al cielo en el ocaso, entre los crepúsculos de cada mes.
Necesito imperiosamente ver, observar el gran curso del tiempo entre el atardecer, el fin del día, el paso al thánatos, al anochecer y la aproximación en algún lugar del mundo a un nuevo amanecer.
Entre más cerca pienso que estoy de él desaparece dejándome con sus resquicios y los colores ígneos resplandecientes.
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No importa ni donde ni cuando trate de tomar uno de sus rayos, siempre me deja atrás, se ha vuelto una danza apasionada que me deja con la práctica diaria de una coreografía entre el cielo, la tierra, yo y el sol de por medio.
Yo soy ineludiblemente la chica que corre tras el sol enamorada de sus rayos. Corre y corre tratando de tocarlo a través de la pequeña cámara que siempre le acompaña.
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La perspectiva es única y muy original. Sigue en esta eterna persecución que a tus espectadores nos llena de luz eterna en nuestro ser. En hora buena muchas felicidades Liz
Exelente trabajo