Por Ricardo de la Torre Mendoza
Día de muertos: Costumbres y tradiciones
Se me ha hecho tarde. Tengo que llevar la cena antes de que llegue mi esposa a casa.
Lo olvidé, lo olvidé por completo; no sé cómo se me pudo olvidar.
Me levanté de golpe; me bañé, me cambié y salí disparado por la Vía Rápida. Además de la fecha, algo estaba olvidando, algo me faltaba. >>La lista, chingado. La pinshi lista<< Pensé.
Ni cómo regresarme por ella, mi esposa llegaba del trabajo a las 7:00 p.m. eran las 5:30 p.m. y yo estaba inmerso en el tráfico del Benítez. >>Ni pedo, así merengues<<.
Cuando llegué al mercado, para mi buena suerte encontré estacionamiento cerca de la entrada, aunque mi suerte terminó justo al pasar las bandas que están a los costados de la puerta del súper mercado. Había doñitas por doquier, todas cargando sus veladoras y sus flores. >> ¿Venderán flores aquí? <>Pollo será, rápido, rico, ¡ya se armó!<> Ya no hay, ya no hay <> ¿Y ahora qué pedo? Ya valió madre<< pensé.
Caminé un rato por la tienda buscando al empleado que se viera menos miserable y con el mejor humor, hasta que lo encontré. Era un muchacho de unos 23 años, flaco, con ojeras, pero alivianado. Me le acerqué de la manera más casual hasta que le hablé con ademanes suaves. >> Verá, acabo de ser partícipe de una batalla entre señoras por un paquete de velas, me preguntaba si de puuuuuuura casualidad no hubiese un paquetito porai’<>Tratando de verme lo más pendejo e inocente y amable que podía para que el muchachón capeara<<.
>>Claro que sí, mi rey, ya sé cómo se ponen las señoras en estos días, aguántame nomás, deja te las traigo<>Te la rifaste carnal, gracias<>No shingues, ¿es neta? Van a hacer corte <<. Pensé.
Mientras la fila avanzaba a vuelta de rueda, me vinieron a la mente aquellas tardes de noviembre; un día como hoy, cuando me dejaban con mi abuelita y me llevaba al mercado a comprar las cosas para el altar.
>>Ira mijo, debes recordar bien qué es lo que se pone en un altar, así cuando crezcas y yo esté en el cielo, puedas hacerme uno. Primero hay que buscar el pasillo donde están las velas, así me iluminarás el camino y podré encontrar la casa para visitarlos el día de muertos. También hay que agarrar una bolsita de sal, esa será para purificarme y no me corrompa, así volveré todos los años a verlos. Ahorita de regreso vamos a pasar a comprar inciensos, esos sirven para alejar a los malos espíritus y purifican el ambiente. También vamos a pasar a comprar flores de cempasúchil, esas que no te gustan como huelen, serán una ofrenda. También quiero que me dejes una coca de vidrio y una conchita de las que tanto me gustan, pero lo más importante; no olvides poner mi foto, esa va en la parte más alta del altar, si no, no podré visitarlos. Si me pones mis pantuflas verdes, las que tienen los patos, te lo agradeceré mucho mijito<<
Las palabras de la abuela se sentían tan vivas, y me pregunto, cómo es que se me fue a olvidar qué día era hoy. Después de una larga espera pagué el pollo y las velas. Conduje a casa escuchando a Los Panchos mientras podía ver a la abuela sentada en el asiento copiloto, quien cantaba conmigo. Al llegar a casa mi esposa ya estaba ahí. Entré.
>>Calienta el pollo, mientras yo iré a ponerle el altar a la abuela. <<