#Elecciones2023 | La tragicomedia electoral en Coahuila

Al analizar a cada uno de los aspirantes a la gubernatura de Coahuila en las elecciones de este 2023, se prevén 100 años más de dinosaurios.

#Epicentro

por Luis Alberto López / @luisalbertolo

Las elecciones 2023 constan de dos obras teatrales, pero la de Coahuila sin duda es una tragicomedia. Una puesta en escena que por ratos divierte, pero que de manera inevitable nos conducirá al trágico y vergonzoso desenlace en que seremos el estado con 100 años de gobiernos priistas. 

Al analizar a cada uno de los aspirantes a la gubernatura podemos darnos cuenta del terrible guion de esta obra y las repercusiones que tendrán para el futuro de la entidad.

Tenemos a Manolo Jiménez Salinas como representante de la alianza de PRI, PAN y PRD. Una coalición de chiste y cinismo, pues hace un sexenio el blanquiazul logró convocar a miles de coahuilenses a marchar para desconocer el resultado que llevó al priista Miguel Ángel Riquelme Solís a la gubernatura.

El exalcalde de Saltillo es un joven político con mañas arraigadas y no lo digo yo, pues diversas investigaciones periodísticas lo han documentado, entre ellas la escrita por Camelia Muñoz y que desnudó irregularidades en la aplicación de programas sociales en plena pandemia por el Covid-19. 

Jiménez Salinas representa de manera corta y simple las prácticas más cuestionables del priismo. Durante su gestión como alcalde eran frecuentes descalificaciones y ataques difamatorios a quien cuestionara su labor. Aunado a que su carrera política empezó y creció prácticamente al paralelo de los sexenios de Humberto y Rubén Moreira.

En el primer debate entre candidatos a la gubernatura en abril pasado quiso desmarcarse de ellos y afirmó que el “Moreirato ya no existe”, lo cual le valió gritos y abucheos de un auditorio lleno. 

Basta decir que conocidos que militan en el PRI me dijeron que no contuvieron sus ganas de externar algo por eso, pues dentro del mismo tricolor la figura de estos hermanos sigue siendo desdeñada. Lo irónico y que derrumba su discurso es que los Moreira siguen vigentes, tan es así que Álvaro Moreira —quien por años ha sido señalado de controlar el magisterio coahuilense— compite en esta elección por reelegirse como diputado local. 

El candidato morenista y empresario Armando Guadiana Tijerina representa el pragmatismo político nacional en toda su expresión: un expriista con intereses hasta la médula. En este caso por sus negocios en la Región Carbonífera y donde pasan los años, pero los mineros siguen muriendo por las pésimas condiciones de “los pocitos”. 

Guadiana Tijerina es una caricatura andante en campaña. En los debates y foros pretende proyectar el carisma que el presidente Andrés Manuel López Obrador impregnó en 2018, pero fracasa y ridiculiza su persona. En el segundo debate alcanzó la mayor de las mofas al prometer que de ganar traería un concierto de Peso Pluma. 

El candidato en las encuestas se ve estancado y la dirigencia de Morena ha tenido que recurrir prácticamente a amenazar otros partidos como el Verde Ecologista y el del Trabajo para que declinen a su favor, además de convocar a las cuatro corcholatas presidenciales para que participen en sus actos de cierre de campaña. Mario Delgado, líder nacional de partido guinda, asegura que su candidato va arriba, pero requieren ganar con más margen. Es pésimo mentiroso. 

Lenin Pérez Rivera, por su lado, representa al más longevo —y único— partido local. La Unidad Democrática de Coahuila mantiene cacicazgos en municipios como Acuña donde el mismo candidato ha sido alcalde en más de una ocasión. 

Su alianza inicial con el Partido Verde era comprensible si tomamos en cuenta que su instituto político era el símil coahuilense, pues la UDC en el pasado fue de la mano, según su conveniencia, con el PRI, PAN y Morena en distintas elecciones. Por eso es que no es de sorprender que Pérez Rivera respondiera a la separación de la coalición diciendo que “conozco estas prácticas”, pues por años las aplicó. 

El candidato udecista tiene como mérito una mayor preparación como orador que sus contrincantes, pero aferrarse a competir sin ninguna oportunidad hace pensar a más de uno que esto es para hacerle el juego al tricolor y de esa forma fraccionar el voto del domingo próximo. 

El último aspirante que tenemos es Ricardo Mejía Berdeja por el Partido del Trabajo. El ex subsecretario de Seguridad tiene amplia experiencia en materia legislativa y la función pública, pero se mantuvo lejos de Coahuila por varios años e hizo su carrera como legislador local y federal en los últimos años en Guerrero.

En 2018 quiso ser diputado federal por el estado sureño bajo las siglas de la alianza opositora al hoy presidente López Obrador e irónicamente al perder fue cobijado en la administración federal en el ramo de seguridad. 

El año pasado quiso hacer méritos coordinando el proceso de revocación de mandato de AMLO en Coahuila y creyó que eso sería suficiente para amarrar la candidatura morenista. Sin embargo, el año pasado la encuesta interna no lo favoreció y después tomó la opción del Partido del Trabajo para intentar ganar. 

En el discurso Mejía Berdeja podría parecer opositor, pero en los hechos también perteneció al tricolor e incluso ahí comenzó su carrera política. Hoy se hace llamar “El Tigre” y con promocionales ridículos pretende convencer a la gente de que él representa a la Cuarta Transformación, pese a que en repetidas ocasiones el propio López Obrador ya se desmarcó de él. 

La revisión de estas candidaturas y la fracción del voto nos llevan a darnos cuenta que, más allá de las risas que nos saque el cinismo y ocurrencias de alguno de ellos, nuestro desenlace será que despertaremos el cinco de junio y darnos cuenta que el dinosaurio priista seguirá ahí por lo menos hasta cumplir 100 años. 

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Corría el año de 2016 cuando me aventuré a los bajos mundos de la UNAM, todavía como estudiante de periodismo decidí exponer una de las peores mafias que dañaron a la “Máxima casa de estudios”, la venta de drogas. Aún no se destapaba la cloaca del narcomenudeo, era algo que todos, dentro y fuera de CU sabíamos, pero nadie había querido exponerlo.