Fotograma del video I Don’t Want To Change You
por Farina Rodríguez
La aflicción en compañía: reflexiones sobre Damien Rice
Que la vida tenga algo de cruda, algo de rara y otro tanto de pinche, parece ser una condición más de ese paquete involuntario que nos dieron al nacer, es algo universal, ¿sabes? La risa no sabe igual sin haber gimoteado un largo rato entre los rincones, no sabe igual si reímos solos. Gozar de una canción que se adapte a nuestro humor es como realizar terapia por mano propia sin la necesidad de invertir dinero en el psicólogo. ¿Qué sería de nosotros sin esos cinco minutos en los que alguien, acompañado de instrumentos y vocalizaciones penetrantes, consuela nuestra congoja? Conectar con el otro es más sencillo mediante una cerveza y una canción de despecho; paren todo y pongan una cumbia que mucha falta nos hace.
La realidad es que ya contamos con una buena serie de gachadas en lo que llevamos de vida, la adición de música de fondo nada más las vuelve tantito tolerables, hasta podríamos decir que le añade algo de belleza. ¿Dónde está el pecado? Sé de un tal Cobain que cantaba sobre un existencia tortuosa, sé de otro Chet Baker que no conocía otra manera de pedir ayuda que no fuera a través de la trompeta. Pero la música se trata menos del autor y más del fanático, si no resuena con la audiencia, ¿quién habrá de escuchar? ¿A cuántos más moveremos? Las penas de Damien Rice son suyas, pero también son mías, son nuestras.
Damien Rice es un músico irlandés de folk y algo más, un género medio sentimental, si se prefiere. Ya había intentado hacerse de un nombre durante la década de los noventa como vocalista de la banda Juniper, pero decidió abandonarla después de estar en desacuerdo con la dirección comercial que estaba tomando el disco. El reconocimiento a su música no sería otorgado hasta después del 2002 con su álbum debut O. A través de múltiples presentaciones en vivo y grabaciones en estudios, Damien Rice se ha hecho de un largo repertorio de colaboradores: Vyvienne Long en el cello, Tomo Osander en la percusión y batería, Shane Fitzsimons en el bajo, hasta Mélanie Laurent en algún momento como vocalista. Lisa Hannigan por otra parte es el precedente.
Cuando Lisa dejó a Damien también nos dejó a nosotros. Lisa no solo era la voz favorita para materializar la miseria que se hallaba en las letras de Damien, Lisa amó y fue amada profundamente entre torbellinos cargados de brutalidad y furia. Damien y Lisa encarnaron ese romance que solo se otorga a los que se entregan sin reservas, ¿es que hay otra forma de vivir? It’s not that we’re scared//It’s just that it’s delicate reza como una de las muchas expresiones afectivas que bien pudo pertenecer a cualquier otro amante, pero ahí estaban ambos, evocando memorias en el escenario mientras la audiencia presenciaba el producto de los arrebatos emocionales que yacían en su relación. Un día Lisa se fue, pero no del todo, su fantasma acosaba a todos los que la habíamos amado a través de las letras de Damien. La inocencia se fue con ella. Lisa era extrañada por Damien pero también por nosotros, eso es algo que tenemos en común. Lisa se fue y Damien dejó de escribir música por ocho años. I want to hear what you have to say about me//Hear if you’re gonna live without me cantaba Damien por allá del 2012 como parte de su concierto en Corea; con una barba larga y el cabello grasoso hasta los hombros en compañía de su guitarra, se parecía a un loco. Si fue por motivos personales o meramente porque le valió un carajo no es de relevancia, a todos nos pasa.
No fue hasta el 2014 que Damien apareció con un nuevo álbum: My Favourite Faded Fantasy. El nuevo álbum era más bien la calma después de la guerra interna, era una oda a la paz individual colmada de esperanza, una apología a Lisa y la remembranza de los buenos tiempos. Come, let yourself be wrong//Come, it’s already begun cantaba Damien en compañía de su audiencia en el vestíbulo del Hotel Michelberger en Berlín poco después de haber lanzado su más reciente álbum. El otro aspecto que habrá de reconocer en Damien es su completa devoción a su arte manifestado a través de sus concierto. El rubor trepando por el cuello hasta su rostro, el mentón y la frente empapados de sudor, una garganta desgarrada, los párpados presionando con fuerza el interior de sus ojos a la par que alcanza el clímax de la canción. Damien habita en la espera, por eso su música no tiene esa sensación de premura que aqueja a tantas canciones, más bien se toma su tiempo para dar lugar a los instantes más inolvidables mientras evidencia el corazón de la canción, ese instante donde la catarsis no se puede negar.
Probablemente el motivo principal por el que se vuelve sumamente sencillo cantar con Damien es porque no se canta nada ajeno. Las letras de Damien hablan de dulzura, sí, pero hay una buena dosis de infortunios, desdichas, mujeres, alcohol y fluidos corporales en cada una de ellas, y por eso le estaremos eternamente agradecidos. Es la vorágine del cuerpo y alma del ser humano, las necesidades y anhelos más recónditos del individuo, colmado de heridas abiertas y cicatrices reacias a desaparecer. Damien Rice posee una sensibilidad admirable para retratar el sufrimiento humano, con particular atención en la pérdida del objeto amado. Hacer propia la historia de una de sus canciones no es difícil, están hechas de honestidad y vulnerabilidad, su trabajo es honesto, y cuando lo escuchamos reparamos en que no estamos solos. Ya lo ha dicho Barthes en sus Fragmentos de un discurso amoroso: nadie tiene ganas de hablar de amor si no es por nadie. Tampoco hemos de cantar si no significa nada para nosotros.
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