La Guerra (que somos)

La guerra está entre nosotros, somos mercenarios que no se inmutan por quien muere en ella. Contribuimos al caos cada vez que no decimos nada, que no la nombramos.

Imagen: Berni NM

La guerra (que somos)

Por Julio Álvarez

La guerra está entre nosotros, somos mercenarios que no se inmutan por quien muere en ella. Contribuimos al caos cada vez que no decimos nada, que no la nombramos.

“Pinche puta” lo dijo Miguel, el mejor promedio de la facultad de medicina mientras escucha al Chapo de Sinaloa. “la pedofilia no mata a nadie y el aborto sí” lo dice frente a sus feligreses un prestigioso cardenal de la iglesia católica. “Tu papá está triste, ven quítate la ropa y acuéstate aquí conmigo”, dice un exitoso empresario a su hija de 6 años mientras se desnuda. “Te paso las fotos de la Brenda bichi, güey, está bien tetona y rica, me la voy a coger mañana”, un gerente de fábrica a su compadre por teléfono, mientras reían. “Qué ridículas se ven las feminazis rayando monumentos, mejor que consigan quien se las coja”, opinó el licenciado en derechos humanos en un tweet al que otros hombres dieron “me gusta”.

“Mi mujer y yo ya no nos soportamos, ya quiero divorciarme pero ella está loca y me dijo que no volveré a ver a mis hijos si lo hago”, el de recursos humanos le dijo a su nueva compañera de trabajo mientras preparaba el pedido de rosas rojas para su esposa para el 14 de febrero. “Yo no soy joto, güey, solo tengo curiosidad de ver qué se siente”, afirma un padre de familia amoroso que usa un perfil vació de Grindr para ligar jovencitos de 18 años. “No hay pedo, güey, tú le pones esta pastilla en su trago y ni se entera que te la cogiste, es bien puta de todas maneras”, afirmó un universitario a su compañero de clase. “Armando, la maté güey, me dio mucho coraje verla con otro bato”, le dijo un maestro de filosofía a su hermano quien le responde “ya hablé con el tío Alejandro, dijo que iba a hablar con el juez, no te preocupes, mi mamá dijo que atestiguará que Lucía estaba loca y que fue en defensa propia”.

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“Aquí mi reina, si quieres avanzar, tienes que bajarte por los chescos y venirte a las fiestas del partido”, le dijo un diputado a una pasante de leyes. “Mira esa se ve que va distraída”, dijo Alberto, “está muy jovencita, como me gustan, se ve bien rica con el uniforme de secundaria”, dijo Santi mientras esnifaba un gramo de coca. “Súbela a la camioneta, güey, y si se resiste, pégale un putazo”, dijeron los hijos del jefe de policía de la ciudad. “Por eso yo no salgo sola nunca, siempre ando con mi novio, es cierto que ayer se enojó porque traía falda pero es muy bueno conmigo, me dijo que cuando nos casemos, quiere que deje de estudiar y que no trabaje”, lo dijo Mireya, estudiante de Bachillerato mientras mostraba la foto de su novio de 34 años.

La guerra está entre nosotros, somos mercenarios que no se inmutan por quien muere en ella. Contribuimos al caos cada vez que no decimos nada, que no la nombramos por miedo o por indiferencia porque desde nuestro privilegio, no se observa tan grave y seguimos en grupos de Whatsapp traficando con sus cuerpos. La guerra tiene testosterona y tiene aliados; desde el presidente que ve primordial la venta del avión presidencial a tener que resolver algunos de los 500 casos recientes de feminicidios, pero también, el compañero de trabajo que te dice exagerado. Los hombres que abusan todos los días de su poder y los ves impunes jugando fútbol o tomando cerveza en algún bar de la ciudad. Los medios de comunicación que no guardan respeto por las muertas, violadas ni desaparecidas porque total “se lo merecen por andar solas, por andar borrachas o drogadas, por escoger mal a su pareja, por no hacer caso a su padre, por salir de noche, por vivir donde viven, por vestirse como se visten”. A los abusadores, a los que matan sin matar, les ponen monumentos, los premian con puestos de alto rango y becas, los homenajean con apellidarles edificios públicos y calles del Centro Histórico. La guerra es total y las mujeres nunca saben quién es el enemigo realmente, por eso, la guerra, es absoluta y dolorosa. #NiUnaMenos.

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