El chico Santander
Me llamó el amor de mi vida. Era un operador telefónico del banco Santander. Tardamos como más de una hora debatiendo sobre los pros y los contras de tener un seguro de vida. Era tan insistente, amable y sensual como ningún otro hombre. Era maravilloso contarle cómo ni siquiera quería volver a pagar $98.00 pesos de Netflix, así como fue fantástico escuchar cómo se reía, mientras prácticamente me decía tacaña. Todo iba muy bien. Habíamos llegado al punto en dónde yo era especial, en donde era un placer hablar conmigo, en donde, sólo por ser yo, me daría un número de servicio, para volver a comunicarme con él. Por eso fue muy triste que justo cuando me iba a dar ese teléfono, que me permitiría seguir escuchando su voz, se terminara la energía de mi desgraciado teléfono inalámbrico. Ojalá me volviera a llamar. Le diría que sí a esa gran responsabilidad financiera.