El daño es incalculable: muertes y espionaje

Durante 2017, el año más violento en la historia de Baja California y de sus municipios, 2,244 personas fueron asesinadas en el estado; y en Tijuana, por su parte, se tiene conocimiento de 1,725 homicidios.

Durante 2017, el año más violento en la historia de Baja California y de sus municipios, 2,244 personas fueron asesinadas en el estado; y en Tijuana, por su parte, se tiene conocimiento de 1,725 homicidios. Una de las facultades de la UABC con mayor demanda en Tijuana, Medicina y Psicología, finalizó su último semestre con 1,557 estudiantes matriculados; la sala principal del Palacio Legislativo de San Lázaro, esa misma que algunos diputados y senadores utilizan para descansar, cuenta con poco más de 600 butacas. Decida usted, estimado lector, qué escenario prefiere imaginar: más de cinco edificios vacíos de la máxima casa de estudios del estado de B.C., o una sala del tamaño de San Lázaro en la que por cada uno de sus asientos encontrará tres cuerpos apilados. Esta fue la cantidad de personas que murieron asesinadas en Tijuana el año pasado.

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Lo duro no es solo vivir en el escenario de estos encuentros violentos, sino la normalidad que los rodea. A pesar de que la comunidad sufre y condena cada uno de los crímenes, ha tenido que aprender a vivir con ellos, al grado de que la prensa matutina se encarga de contabilizar los muertos de la noche para informarlos puntualmente a los tijuanenses en su camino al trabajo. Es algo cotidiano.

Sergio Brown, activista y artista visual born and raised in Rosarito –municipio que, por cierto, cerró el año con solo 117 homicidios–, registró en video gran parte del 2017 para su último trabajo: Saicología, un autorretrato documental que, a través de una cámara instalada en su pecho, realiza un interesante ejercicio de subjetividad. El documental expone sus actividades cotidianas del día a día, sus desplazamientos entre Tijuana y Rosarito, su trabajo como profesor, las reuniones con amigos, la playa, y las consecuencias de su labor como denunciante de injusticias y activista a lo largo del año.

“La idea de la cámara fue más allá del registro,

luego me di cuenta de que capturaba las emociones;

puedes ver cómo en los abrazos se acerca al corazón

de la otra persona. Se volvió algo poético”.

Víctima de otro tipo de violencia, la psicológica, Saicología nos pone en la posición de Sergio al confrontar a diferentes sujetos que merodean constantemente su casa a determinadas horas, con conductas similares y todos con el mismo objetivo: demostrarle que está siendo vigilado. De ello, asegura el documentalista, el colocar la cámara en su pecho, pues de esta manera él se excusa grabando lo que él ve y sucede a su alrededor y no algo o alguien en particular, evitando reacciones por parte de quienes aparecen a cuadro y de sus vigilantes –que irónicamente las hay– y optando por grabar su vida diaria, así, si se enfrentase a uno de ellos, su coartada sería que está documentando todo, no el encuentro casual con el sujeto.

Brown argumenta que la entrada en vigor de la Ley de Seguridad Interior masifica métodos de control social que anteriormente se realizaban de manera selectiva, de los cuales personajes de oposición al Estado habían sido objeto. Fuera del documental, explica el modus operandi del capítulo cuarto –apartado de la ley dedicado a inteligencia–, de acuerdo a sus anteriores ejecuciones: una vez establecido el blanco, se montan tres puntos alrededor de su ubicación, donde cada uno de ellos efectuará las labores específicas de vigilarle, desgastarle y perseguirle. La primera de ellas consiste en un proceso burdo del llamado halconeo; el segundo punto se vale de diferentes métodos que pretenden alterar el estado de ánimo del objetivo, principalmente a través de ruido como bocinas o alarmas sonando en periodos extendidos; y por último están quienes sigan al blanco durante sus traslados.

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La razón detrás de todo este montaje no es otra más que obstaculizar al objetivo las acciones que éste realiza contrarias a la ideología del Estado. Como toda acusación de este tipo, es probable que sea mal recibida y se catalogue como trillada; sin embargo, basta recordar el historial del gobierno mexicano para dar cuenta de que esto no es algo nuevo dentro de las prácticas de Estado –véanse los casos Hacking Team y Pegasus–. Ahora sí, al espiar ciudadanos de entidades como Guerrero, Nayarit y Tlaxcala, se puede decir que México al fin entró a la era de la modernidad. Esto no es una advertencia, ya está sucediendo y busca ser oficialmente llevado a un nivel más intrusivo que no se limita a monitorear conversaciones telefónicas y conductas digitales, sino que incluye la manipulación y la intervención física.

 

Créditos de imágenes: PANCA y Saicología, Sergio Brown

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