Hace unas semanas, vi “Los Adioses” y al terminarla, me quedé muy conmocionada y sintiéndome triste por la situación que se vuelve eje en la historia.
Hace días, en el Diplomado de Relaciones de Género, hablábamos sobre las representaciones culturales de género y la Dra Helena López mencionó a esta película como un ejemplo de los roles de género. Después de reflexionarlo, entendí porqué me puso triste y cómo refleja a la perfección los mandatos de género.
La cinta dirigida por la mexicana Natalia Beristaín, también directora de Ruido, retrata un breve e ilustrativo episodio de la autora mexicana y precursora feminista, Rosario Castellanos.
“A principios de los años 50 en la Ciudad de México, Rosario va en contra de una sociedad regida por hombres: es una intelectual universitaria precoz, pronto una de las escritoras capitales de la literatura mexicana. Sin embargo, su turbulenta historia de amor con Ricardo muestra el reverso contradictorio. En el punto alto de su carrera, en la madurez del matrimonio, estalla una discusión que marca un punto sin retorno.”
Protagonizada por Karina Gidi, Daniel Giménez Cacho, Pedro De Tavira y Tessa Ia, con un guión de Javier Peñalosa y María Renée Prudencio.
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“Los Adioses” se aleja del cliché cansado de los biopics y aborda de manera episódica la vida de Castellanos junto a Ricardo Guerra. La cinta no se detiene a contar obviedades sino que se enfoca en la relación que construyeron los personajes como pareja y las repercusiones del contexto en ambxs, tanto individualmente como en su dinámica de pareja.
La imagen literaria de Rosario Castellanos la posiciona como una de las primeras autoras feministas en México, en la cinta se explora poco su quehacer literario y se pone la lupa sobre sus posicionamientos en la esfera privada.
Los espacios de La Mujer
Dentro del sistema sexo-género que nos rige socialmente, la imagen y los símbolos relacionados con la sujeta feminizada, están ligados al espacio privado, doméstico y maternal.
Como bien anuncia la película al principio, no está sustentada al cien por ciento en la vida de Castellanos, sino que la tomó como un elemento narrativo a partir del cuál construir a sus personajes. Sin embargo, el personaje que trazó Beristaín a partir de la memoria de Rosario permite dar cuenta tanto de los mandatos de género, como de su hermetismo en la época.
La joven Rosario Castellanos, interpretada por Tessa Ia, representa a una joven disruptiva, rebelde, que se posicionaba en contra de las tradiciones y destacaba intelectualmente en una industria literaria dominada por varones. Al principio, parece ser esa personalidad la que captura la atención de Ricardo Guerra.
El primer roce que se presenta entre Rosario y Ricardo es la producción literaria. En la cinta se muestra una escena con mucha tensión en la que Rosario está dando rienda suelta a su creatividad literaria mientras Ricardo se encuentra en lo que parece un “bloqueo creativo”. Él se muestra notablemente molesto por el desenvolvimiento de Rosario y decide levantarse del escritorio y retirarse.
Este es un primer acercamiento a la interferencia de los mandatos de género en una relación, Ricardo no soporta que Rosario esté produciendo constantemente mientras él está bloqueado, incluso intenta distraerla y comienza a no regresar a dormir a la casa que comparten.
Esta disparidad llega a su punto máximo cuando la pareja tiene a su primer hijo. Rosario da clases y además continúa dedicándose a la producción literaria; Ricardo está un poco más comprometido en temas políticos.
Cuando nace el bebé de la pareja, Ricardo le menciona a Rosario que ella debería dejar de trabajar para cuidar de su hijo “por opinión del doctor”. A lo que Rosario protesta, se niega y declara: “no voy a dejar de ser mamá, no voy a dejar de ser maestra y no voy a dejar de escribir”.
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El amor romántico y el feminismo
El personaje de Rosario se niega a responder a los mandatos de género que la excluirían del espacio público e intelectual para dejarla sólo en el espacio privado y doméstico, maternando. Esto desencadena muchos de los problemas que los personajes desarrollan como pareja sentimental.
El cierre de la cinta es abrupto; cierra con Rosario al teléfono. Un curioso cierre, dado que la versión oficial de su muerte es que sufrió una descarga eléctrica al salir de la bañera a responder el teléfono.
Pero antes del final, la relación de Castellanos con Guerra se vuelve (más) turbulenta e inestable. El personaje de Rosario presenta un monólogo poderoso ante la ausencia del personaje de Ricardo durante una noche.
“Mi amor por ti es incondicional. Lo único que te pido a cambio es que cuando hables conmigo, cuides tus palabras. Que tus palabras sean justas. Que sean del tamaño de tus sentimientos. Porque si tú me dices no, para mí es no. Y si me dices «llueve» para mí está lloviendo.”
No obstante, al final de la cinta, queda sobreentendido que Ricardo Guerra le fue infiel a Rosario Castellanos y esa fue la causa de su separación. El personaje que construyó Beristaín para Castellanos responde a la naturaleza humana; sin importar qué críticas sociales voceaba y cuánto feminismo enseñaba en el aula, la traición de Guerra y su relación, le pesaba.
La cinta se permite ser incongruente. El personaje de Rosario Castellanos no representó a una “perfecta feminista” sino a una mujer que defendía sus convicciones, luchaba por las causas sociales que la atravesaban y paralelamente, estaba sujeta a una relación sexoafectiva que la lastimaba y sometía. Actualmente vemos producciones que postulan al feminismo como la única forma en la que una mujer puede actuar, dejando de lado que las mujeres, feministas o no, son humanas y en eso, se envuelven un sinfín de contradicciones.
