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Menstruación: una realidad por la que pagamos

Tuvo su primer periodo a los 14 años. Cuando se enteró, su hermana Raquel le dijo “¡Ay! Hasta que por fin…”, ya que ella había menstruado antes a pesar de ser dos años menor.

por Andrea Espinoza

Armida Santos Salazar es una mujer mexicana de 76 años. Nació en “El Rincón de los Santos”, un rancho ubicado en Mocorito, Sinaloa, el 22 de septiembre de 1944. Es la mayor de 11 hermanos, además de ser esposa y madre de 3 hijos: una mujer y dos varones. Actualmente reside en Tijuana, B.C. 

Una vida menstruando

Tuvo su primer periodo a los 14 años. Cuando se enteró, su hermana Raquel le dijo “¡Ay! Hasta que por fin…”, ya que ella había menstruado antes a pesar de ser dos años menor. 

La primera que supo de la llegada de su periodo no fue su madre sino su abuela, porque tenía una relación más cercana con ella. 

Armida Santos por Andrea Espinoza

“Primero no había toallas sanitarias” dijo Armida, “agarraba pedazos de camiseta y me los abrochaba con un alfiler siempre blanca y limpia” agregó. Luego de usarlas las tiraba ya que le daba asco lavarlas. 

Relata que al poco tiempo aparecieron las toallas sanitarias, siempre envueltas en papel estraza por los vendedores de las tiendas, con el fin de mantener oculto su contenido. 

Durante su vida su periodo fue igual: llegaba el día 5 de cada mes, tenía flujo ligero, con una duración de tres días. Al mencionar los cólicos aseguró que los padeció solo hasta que tuvo su primera relación sexual, después de contraer matrimonio. 

Tuvo la menopausia cuando tenía entre 40 y 41 años, afirmando que no sufrió ningún síntoma. “Nomás ya no me bajó y ya” confesó Armida. Su esposo se quejaba de que le daban ataques de histeria, pero ella no lo relaciona con su menstruación.

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Entre mitos y secretismo

Antes de su periodo declaró haber sabido “puras mentiras”, contadas por chicas ya fértiles. “Me decían que orinaban pura sangre” dijo Armida. “Una semana antes le bajo a una amiga mía, ella fue la que me dijo cómo le hiciera” declaró. 

“A la gente le daba vergüenza comprar kotex, así les decíamos, por la marca yo creo. Eran igualitas que a las de ahora, pero ahora vienen más superadas, más modernas” explicó Armida. 

Cuando ella no podía ir a la tienda mandaba a su hermano Luis a comprar toallas sanitarias. “Dile a Tina que te de galletas, de las de papel” le ordenaba, confiando en que Tina ya sabía que las galletas a las que se refería eran toallas sanitarias. Cuando Luis le pedía una, ella le contestaba que no las había abierto y que después le daba. 

“Cuando yo ocupaba comprar kotex le pedía dinero a mi apá y le decía –Apá ¿me da para un libro?- él me contestaba –¿Cuánto cuesta?- y siempre le decía lo mismo cada mes” recordó. 

Ella sabía que su padre sospechaba, ya que le preguntaba “¿Cómo que cada mes compras un libro del mismo precio?”. Era un acuerdo que ya existía, pero que no se hablaba, siempre por debajo de la mesa. 

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“Mi ama nunca nos dijo nada de nada, ni de sexo, ni de la regla, ni de nada” comentó Armida, asegurándo que ella y sus hermanas se dieron cuenta que habían crecido gracias a los detalles. 

“Nosotros nos bañábamos en el chorro de agua cuando llovía y de repente mi apá nos prohibió hacerlo y es que ya teníamos las bolitas” dijo, refiriéndose a sus senos. 

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En aquel entonces vivían en Guamúchil, Sinaloa, donde iban a la escuela, pero en las vacaciones residían en el rancho familiar. “Nos llevaban pa jugar, pa brincar, y un montón de cosas, muy bonito y cuando ya nos bajó ya no.” contó. 

Al preguntarle si alguien le había explicado el porqué las cosas sucedieron así, contestó irritada “Nada, nunca nos decían nada, así pasó nomás y ya”.

No recuerda lo que le enseñó a sus hijos sobre menstruación. Cuando su hija tuvo su primer periodo se lo contó, y Armida comenzó a darle dinero para que comprara sus productos de higiene femenina. A sus hijos no les habló de nada.

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Menstruación ¿Un lujo?

A finales de noviembre de este año, Escocia se convirtió en el primer país en hacer gratuitos los productos de higiene femenina, disponibles para quien los necesite en cualquier institución pública como universidades, bibliotecas o delegaciones. 

Se le preguntó a Armida si alguna vez había tenido problemas para costear sus productos de higiene femenina, a lo que contestó “siempre tuve recursos, para todo he tenido gracias a dios, nunca batallé para comprarlas”, agregando que ella pensaba que debía haber personas en el mundo que si los tuvieran. 

Armida se mostró de acuerdo con la postura escocesa, sin embargo, se muestra indignada y enojada ante el caso de México. La propuesta “Menstruación Digna”, que pretendía retirar el impuesto pagado sobre los productos de higiene femenina, fue rechazada por la Cámara de Diputados con 218 votos en contra y 185 a favor. 

“¿De lujo?” dijo sarcástica. “En México rechazan todo lo que se trata de eso (menstruación)” agregando que ni siquiera con la cuarta transformación, administrada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, han mejorado las cosas. 

“Como no lo van a considerar como primera necesidad, comprar las cosas íntimas que una necesita cuando anda menstruando”.

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Antes y Ahora

Comentó que las cosas hoy son muy diferentes a las de antes, mejores porque la menstruación es un tema que se trata con más apertura; sin embargo, algo que extraña es la privacidad, ya que antes cada quien se preocupaba de sus propios asuntos. 

Armida lo ejemplifica con una historia de su niñez, cuando estudiaba en una escuela de monjas solo para mujeres. “Una vez, cuando todavía no había kotex, una de mis compañeras se levantó a hablar con la maestra, y cuando fue se le cayó el trapito con sangre. Ella hizo lo que tenía que hacer, regresó, lo recogió y la maestra le dijo que tenía permiso de ir al baño. Después de un rato regresó, se sentó y absolutamente nadie dijo nada” relató Armida. 

“Antes no se hablaba nada de esto, ahora todo mundo desde chiquita” dijo Armida, confesando que la semana pasada bromeó con su nieta de 11 años sobre si tenía pastillas anticonceptivas en su mochila.

Como comentario final, Armida dijo que las mujeres debemos cuidarnos, conocer lo que nos hace daño y lo que no, ya que cada cuerpo es diferente. 

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Andrea Espinoza (Autora de la nota): nací en Tijuana y estudio Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Baja California. Todo lo que tenga la etiqueta “cultural” es de mi agrado: baile, música, danza y teatro. Somos el reflejo de nuestras creaciones.

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