El debut de Maggie Gyllenhaal como directora, The Lost Daughter (2021), basada en la obra homónima de Elena Ferrante, sigue a Leda (Olivia Colman/Jessie Buckley), una profesora universitaria que vacaciona sola en Grecia. Allí, observa y conoce a Nina (Dakota Johnson), una madre joven.
El encuentro entre estas dos mujeres (y madres), se da en la playa, mientras Leda descansa, observa a Nina discutir con su pareja y alejarse, mientras su hija, Elena, se queda sola jugando con su muñeca y se pierde. Es Leda quien la encuentra jugando lejos de la costa y la regresa a su madre.
Ahí, en ese momento, Nina le expresa a Leda lo exhausta y asfixiada que se siente. Es entonces, cuando Leda no puede evitar enfrentarse a sí misma y su propio ejercicio de maternidad.
Des-romantizar la maternidad
Tras el encuentro de Leda con Nina, comienzan a mostrarse recuerdos de Leda con Bianca y Martha, sus hijas, cuando eran pequeñas.
En estos flashbacks podemos ver a una joven Leda que intentaba equilibrar sus estudios, aspiraciones profesionales, las labores del hogar, los cuidados y la atención a sus hijas.
Con el transcurso de estos recuerdos, es posible entender el interés de Leda por Nina, se ve reflejada en ella: su desesperación, su hartazgo, su insatisfacción por la maternidad.
La joven Leda a menudo tenía arranques de ira a causa de la desesperación, poca paciencia y no toleraba estar cerca de sus hijas durante mucho tiempo. Se nos muestran recuerdos donde expresa el amor que les tenía, pero no disfrutaba ser madre. Amaba a sus hijas, no amaba tener que convertirse en una madre.
The Lost Daughter des- romantiza la maternidad. Muestra la historia de madres “innaturales”, que no son amorosas todo el tiempo, que no desbordan paciencia, que no dejan a un lado sus propios deseos y aspiraciones por enfocarse en sus hijas. Madres que se permiten cometer errores, ignorar, enojarse, hartarse: madres que primero son mujeres.
Entre los flashbacks, hay una importante escena en la que Bianca, la hija mayor de Leda, dibuja sobre una muñeca de su madre; esto causa que ella arranque en desesperación y frustración, lanza la muñeca por la ventana y se quiebra. Es posible que, al convertirse en madre, Leda sienta que dejó de pertenecer a sí misma para pertenecer a sus hijas. Esto se refleja en su muñeca destruida.
En el presente, en Grecia, el problema principal de Nina es que Elena perdió su muñeca y por esto no la puedo consolar y tranquilizar con nada. Leda tiene la muñeca, se encarga de cuidarla, vestirla, limpiarla: está tratando de recuperar su niñez, su juventud, a sí misma.
El abandono
Una de las revelaciones más impactantes de la película, es que Leda abandonó a sus hijas (y su pareja, que tiene poca relevancia en la trama) durante aproximadamente tres meses.
Esto después asistiera a un congreso, tuviera una aventura y descubriera que disfruta su vida sola. Vuelve a casa para despedirse de las niñas, toma sus cosas y deja a su pareja arrodillado en el suelo rogándole que no se vaya: “son niñas, ¿qué se supone que voy a hacer con ellas?” Le dice él antes de que Leda cierre la puerta tras ella.
El impacto de esta escena nos llega desde los prejuicios y las concepciones que tenemos de la maternidad vs la paternidad. En cientos de series y películas vemos secuencias de abandono paterno. Incluso existe el famoso chiste de “ir por los cigarros”.
Sin embargo, cuando es la madre quien emprende el camino dejando a lxs hijxs detrás, es alarmante. Porque la maternidad está asociada siempre con la devoción, la entrega y el más inmenso amor, la paternidad no.
¿Madre innatural o simplemente una mujer?
La película se enfrenta con la serie de prejuicios sociales y la costumbre que se tiene de romantizar la maternidad. Cultural, social y laboralmente, la maternidad se convierte en la única cualidad y categoría de una mujer en cuanto comienza a gestar en su vientre.
Una madre siempre es una madre, aunque eso implique dejar de ser mujer. A las mujeres se les señala el camino del hogar, el matrimonio y la maternidad; mientras que para los hombres el camino a seguir es la profesionalización, la vida social, ser hombre. Ningún padre es padre antes que hombre, siempre son hombres.
The Lost Daughter es una importante crítica de estos roles y lo qué se espera del cuidado de lxs hijxs en función del género: el mito del instinto maternal y la permisividad en la paternidad.
Queda reflexionar: ¿Leda fue una madre innatural a pesar de que se mostró (en flashbacks y al final) que amaba a sus hijas o simplemente fue una mujer que no dejó de serlo al convertirse en madre; que no abandonó sus aspiraciones, su vida profesional y su libertad?
También lee:
La imagen en Nuevo Orden: el feminismo desde el lente privilegiado