Las muertas narran I: Último suspiro

Todo lo que piensas en ese último respiro es haber hecho las cosas diferentes; no arreglarte lo suficiente para ir a la escuela, no ser una joven dedicada, no haberle dicho a mamá que no sea paranoica y es porque “que la ciudad es un poco más insegura”.

Por Natalia Luévano

 

Las muertas narran I: Último Suspiro

Se sienten las pequeñas gotas de lluvia caer en tu delicado cuerpo, hay una sensación de liberación en tu alma a pesar de todo el tormento que pasaste; todo el caos sucedido por fin terminó y podrás descansar en paz, pero no todo sucede de la forma en la que planeas. Todo lo que piensas en ese último respiro es haber hecho las cosas diferentes; no arreglarte lo suficiente para ir a la escuela, no ser una joven dedicada, no haberle dicho a mamá que no sea paranoica y es porque “que la ciudad es un poco más insegura”, pero lo que menos quieres es hacerla pasar un susto; creerte invencible porque papá siempre te hizo pensar que eras la mujer que todo lo podía, pero eso era porque a tus espaldas de niña era él quien te protegía.

Al salir del colegio tratas de mantenerte siempre tranquila, si te miran insegura puedes ser un objetivo fácil para algún delincuente; mamá siempre te dijo que nunca confiarás ni en tu propia sombra, ahora entiendes por qué. Es una tarde lluviosa, caminas y el deslice del viento en la piel y el efecto que provoca al rozar tu cabello es lo que te hace sentir tranquila, viva; el ruido de las hojas al estremecerse entre sí y el agua rota en trinos era melodía para tus oídos, incluso el olor a tierra húmeda era lo más exquisito en los días lluviosos; en el transcurso del colegio a casa tratas de ponerte auriculares para simular que escuchas música y de esta forma hacer creer a quien esté cerca de ti que no los escuchas, tal vez esto en una situación de vida o muerte pueda darte un poco de ventaja; pero no es así, al menos ese día no. Vaya día para ir con los zapatos de charol que te regaló mamá en tu cumpleaños número diecinueve, eran muy bonitos, pero no eran perfectos para correr, o quizá ese vestido que papá te regalo por haber obtenido tu licencia de conducir, quizá esperabas un auto, algo modesto, pero el vestido era muy lindo.

De camino a casa un hombre se sienta junto a ti en el transporte público, su aspecto no te dio confianza, así que tratas de cambiarte de lugar, pero todos se encuentran ocupados, así que mejor tomas un poco de aire y te dices a ti misma “¿Qué es lo peor que me puede pasar?, no es la primera vez que desconfías de alguien”. Durante el camino a casa, observas que este hombre se comporta un poco extraño, pero por alguna extraña razón piensas que su comportamiento puede ser normal, solo es tu inseguridad lo que te mantiene intranquila. Bajas del camión donde siempre, la calle es muy poco transitada, estaban cambiando las tuberías de la colonia por un problema, es un desastre. Tratas de llamar a mamá porque estás cerca de casa, pero no contesta; después de unos minutos te percatas de que aquel hombre que no te dio confianza también bajó en el mismo lugar que tú, te observa y éste hace una llamada. De pronto tu corazón se acelera y decides tomar un transporte, no importa a donde vaya, tu mente trata de trazar un camino el cual sea más factible el recorrer para llegar más rápido a casa, pero no hay nada; ni transporte, ni gente que pueda ayudarte en caso de necesitarlo; sólo estás tú, él y la lluvia que los acompaña.

Después de eso, tu cuerpo no es tratado como debe de ser; como papá y mamá te explicaron que tenía que pasar, en el cual, un amor estaba de por medio. No te sientes como una mujer, eres un objeto más que se cruzó por casualidad en la vida de alguien; te conviertes de ser alguien con una vida por delante, con metas, una familia, un hogar, un amor, en un pedazo de materia que no tiene sentido ni razón para alguien más. Tus manos y tu cuerpo, tu vida, en cuestión de minutos, dejó de ser tuya.

Al menos todo paso más rápido de lo que esperabas, por fin aquel hombre terminó con su cometido; quizá no merecías ser tratada así, quizá no eras tú a quién quería principalmente, pero pasó, de una u otra forma, pasó. Aquí es donde exhalas tu último respiro, el último para poder gritar y conseguir al menos que alguien sepa de tu paradero y así avisarle a mamá para que esté bien, más tranquila, que papá pueda ver por última vez a su pequeña princesa, a su niña; sientes un dolor inmenso al abandonar todo aquello que amas y que te hace feliz; un novio, un amigo, tu padre o tu madre. Pero al final, muy dentro de ti, sabes que no sentirás más dolor, porque a pesar de todo y de aquello por lo que has pasado, tu último suspiro es el mejor de todos.

 

“En la ciudad de Tijuana –en la tarde de este martes–, fue reportado el hallazgo de un cadáver al interior del desagüe a la entrada de la colonia La Gloria, perteneciente a la delegación San Antonio de los Buenos.

El cuerpo se encontraba colgando en el tubo del pluvial, las autoridades informaron que el cuerpo no ha sido identificado y realizan las diligencias correspondientes para el traslado del cuerpo a la Semefo. Este hecho se suma a las más de mil 950 muertes violentas en Tijuana, Baja California”.
Vía: El Imparcial

 

Último Suspiro es parte de una antología hecha por mujeres universitarias,
quienes, a través de la literatura, se manifiestan contra el feminicidio.

La intención de estas narraciones es re-humanizar a las víctimas
de la violencia de género y darles una voz póstuma para
que cuenten la historia que ellas no podrán contar.

 

Natalia Luévano es estudiante de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales.

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