Por Miguel Corral
Un condón es un condón es un condón
Tijuana por la noche (esto ya suena prometedor, ¿no?).
Esa noche de sábado del verano de 2009 salí, junto con un grupo de voluntarios, a repartir condones en los bares de la Plaza Santa Cecilia de Tijuana, como parte de mi trabajo en aquella organización de VIH (otrora la mejor de todo el noroeste del país). El Ranchero Bar, el Hawaii, el Camaleón, la Nueva Pachanga, el Copacapanas.
Al caminar rumbo al “Sky Blue” (¿existe todavía?) había dos jóvenes gay que tenían al rededor de 18 ó 19 años. Estaban ligando abajo de un árbol, ya pasaban las diez de la noche. Recuerdo que me acerqué a ellos y les entregué un kit de prevención que contenían dos preservativos masculinos, un tríptico informativo, una tarjeta-invitación para hacerse la prueba de VIH y uno de esos fabulosos lubricantes de sabores (el de sandía era mi favorito) que donaban las aliadas del Centro de Salud de San Ysidro. También les hablé de la importancia del uso del condón, todo en treinta segundos. Perfecto. Seguí caminando y de repente, después de haber dado dos o tres pasos uno de ellos se me acercó tomándome del brazo, y al voltear me dijo, sonriente: “caiste del cielo, ¡muchas gracias!”. Y supongo que se fueron felices a coger bien rico.
Esta historia la cuento mucho, me gusta un montón. Me hace sentir orgulloso de lo que hago y sobre todo me hace recordar el valor del trabajo que realizo acompañado de increíbles personas. Por otro lado, me gusta imaginar que, en efecto, esa noche esos dos morrillos se fueron y tuvieron relaciones sexuales, que la pasaron muy bien, y que si por alguna razón azarosa, tal vez irrelevante, tuvieran qué pensar en cuáles han sido las mejores experiencias sexuales en toda su vida, se acuerden de aquella ocasión como una de esas veces… la que tal vez no hubiera sucedido de no haber tenido acceso a un condón. Un condón puede ser la felicidad.
La verdad, creo que el trabajo de las organizaciones y colectivos de la sociedad civil y de los activistas, es por demás destacable y me gusta mucho. Simplemente el avance de la lucha contra la epidemia del sida no hubiera sido posible, no se podría entender, sin el rol activo y crítico de las organizaciones con trabajo en sida.
Bueno, no siempre.
Y justamente ese es el problema: que no todas las organizaciones hacen un trabajo valioso. Si fueran extremadamente rígidos los criterios que permitiesen hacer este tipo de ejercicios, diríamos que hay algunas que inclusive obstaculizan la respuesta local y/o nacional contra el VIH.
Es súper fuerte decirlo, lo sé. Es incómodo, rosa en lo petulante. Y aún así, es necesario que sea un tema de discusión en la agenda pública pertinente, deseable. ¿cuál es la calidad del trabajo de las Organizaciones de la Sociedad Civil que reciben financiamiento público, qué hacen con el dinero que se les entrega vía convocatoria pública y qué impacto tiene en la respuesta al VIH? ¿quiénes las evalúan y con qué mecanismos de monitoreo y evaluación se cuenta? ¿cuáles son los criterios utilizados? Las distintas instancias del Gobierno Federal cuenta con información al respecto. Habría qué revisarla.
Pero basta de tanta intensidad.
Un condón.
Entregar un condón no es solamente entregar un condón; hacerlo implica establecer previamente una estrategia de alcance comunitario. Ese elemento, claramente indispensable y vital en la intervención, es sólo una parte de la estrategia cuyo propósito existencial es evitar que una persona se infecte de VIH, pues todavía en 2019 infectarse de VIH sigue siendo un riesgo de muerte para muchas personas, inclusive con los notorios avances que se han logrado.
Se tienen treinta segundos para entregar un paquete con condones, hablar de los servicios de la organización, promocionar la prueba rápida (voluntaria, gratuita, confidencial y anónima) y dar tres mensajes clave (es importante que las personas usen condón en todas sus relaciones sexuales para evitar la infección de VIH y otras infecciones de transmisión sexual). Treinta segundos, perfecto.
Me pregunto si las instancias de gobierno tienen esos treinta segundos y si los van a utilizar de la manera adecuada. ¿Podrán ir cada noche de los fines de semana a los bares de la zona roja de la ciudad? ¿cuentan con el personal? ¿las personas recibirán bien sus servicios? porque sí como parte de la sociedad civil organizada no tiene buenas prácticas, lo mismo pasa con las instancias de gobierno, pero en dimensiones monumentales. ¿Serán las instancias de salud capaces de hacer y de llegar a aquella población, a aquellos rincones a los que no hemos alcanzado las organizaciones civiles? Mi respuesta es: las organizaciones seguimos capacitando a funcionarios públicos sobre VIH, en asuntos elementales (qué es el VIH, cómo se transmite, y porqué es preponderante un enfoque de derechos humanos). Entonces ¿por qué desmantelar una estructura organizativa que tiene experiencia y le da movimiento a la política pública de detección y atención de VIH?
Por lo menos en un par de ocaciones AMLO ha hecho mención de que no existe necesidad de tener intermediarios entre el gobierno y la gente, y propone dar dinero directamente a las y los ciudadanos. ¿A nadie en el Gobierno Federal le suena al diseño sistemático de una política clientelar?
Es necesaria la intervención estratégica del Estado en la ejecución de los programas sociales. Pero éste no suple al trabajo que desempeña la sociedad civil organizada, ni en VIH y seguramente en ningún otro asunto relacionado con el bienestar de la población.
Es imprescindible contar con mecanismos de evaluación eficientes que den certeza sobre el manejo del recurso público por parte de las organizaciones, cuál es el impacto que tienen para mejorar las condiciones de vida de la organización. Pero esto no implica desaparecer los mecanismos de contratación social por parte del Gobierno. Tampoco debería suponer el aniquilamiento de la sociedad civil (que es lo que en primera instancia se entienden de las declaraciones del Presidente cuando habla de la no necesidad de intermediarios).
Históricamente, han sido las organizaciones civiles y su trabajo constante el que ha mantenido la respuesta al VIH en México y en el mundo. ¿Si los gobiernos absorbieran TODA la carga de trabajo de las OSC, serían capaces de hacerlo todo y lograr una mejor respuesta a la epidemia? Seguramente no, pues si lo fueran ¿cuál sería el sentido de que haya organizaciones civiles en países de altos ingresos como Finlandia o Noruega? La sociedad civil es importante, en primer lugar, como un contrapeso político y crítico.
Lo que sí debería de pasar, es que el gobierno cuente con mejores sistemas de capacitación, monitoreo y evaluación de las organizaciones de la sociedad civil, de tal forma en que estas no se conviertan en un “tercero incómodo” sino en el mejor aliado estratégico de las instancias de gobierno. Pensemos en el ejemplo de las estancias infantiles del DIF. Honestamente, yo sigo dudando de que entregar dinero de manera directo a la ciudadanía garantice el desarrollo de las condiciones de vida de quienes son beneficiarios de esos programas. Las respuestas tienen que ser colectivas y no aterrizarse en la entrega particular del dinero en efectivo, porque al final de cuentas esa persona que recibió “el incentivo económico” seguirá en situación de pobreza, y terminará siendo el culpable -ante la vista de la sociedad en general- de su situación por no haber podido progresar con el apoyo asignado. Automáticamente, frente a los ojos de la opinión pública pasaría a ser -como suele escucharse- un mantenido del gobierno.
Miguel Corral (Tijuana, 1983) es marica, militante por los derechos de la disidencia sexual y el VIH, maestro en Estudios Culturales por El Colef. Actualmente estudia el Doctorado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM y forma parte del Seminario de Investigación Avanzados en Estudios del Cuerpo. Es co-presidente del Comité Binacional de VIH/sida e ITS San Diego-Tijuana, Vocal Titular ante el Consejo Nacional de Sida y Secretario de la Asociación de Ex-Becarios de la Embajada de Estados Unidos en México.
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