El papa, los derechos LGBT y los grupos conservadores

¿A quiénes y para qué sirve lo dicho por el Santo Pontífice, y qué hacer con ello?

Él es feliz, y de esa felicidad, que se llama la derecha del Padre, viene el nombre mismo de felicidad, que es la derecha del Padre. En efecto, si lo entendemos según la carne: que está sentado a la derecha del Padre, el Padre estará a su izquierda. ¿Acaso es justo que los coloquemos al Hijo a la derecha y al Padre a la izquierda? Pero allí todo es derecha, porque no hay allí miseria alguna

Sermón a los Catecúmenos, San Agustín

Por: Miguel Corral

En la casa de mi abuela, ocupando un lugar primordial en la pared que da de frente a la puerta de entrada, cuelga una versión anónima, mediocre, del ”Juicio Final”. La he visto allí colgada desde mi infancia. Si se le pone suficiente atención al detalle, uno puede darse cuenta de que los homosexuales, las actrices, las putas y uno que otro borracho sucio y desgraciado, se encuentran en el límite más cercano al infierno. Por supuesto, no me fue difícil imaginar que el paraíso no era gay-friendly.

Muchos de los relatos que escucho de las personas LGBT y la relación que tuvieron durante su infancia y adolescencia con la iglesia católica, aunque más o menos severas, son muy parecidas a la mía. Todos recordamos por lo menos algún momento decisivo, un visaje imprudente durante el sermón dominical, un gesto delatador como en aquel cuadro, que nos deja saber sin remedio, que cuando todo se vaya a la mierda no seremos bienvenidos a sentarnos a la derecha del Padre. Irremediablemente, muchos de éstos relatos están colmados de vergüenza, de miedo, de culpa y de asco, de sufrimiento y rechazo. De alguna manera, hasta la piel se vuelve inhabitable. 

En la misma sintonía, en una investigación que coordiné en 2015 sobre discriminación de adolescentes y jóvenes LGBT en América Latina y el Caribe, la mayoría de las experiencias ligadas a la religión eran negativas, inclusive un joven de Venezuela contó sobre una experiencia de exorcismo del cual había sido objeto porque así lo había querido la madre, quien creía que de esta manera se le iba a salir “el demonio de la homosexualidad”. 

¿A quiénes y para qué sirve lo dicho por el Santo Pontífice, y qué hacer con ello? El papa, los derechos LGBT y los grupos conservadores.

Estas experiencias de personas LGBT siguen siendo tan vigentes en la actualidad como lo han sido en otras épocas de la historia, pues desde su seno la iglesia católica y sus creyentes condenan la homosexualidad, prohíben el sexo entre dos varones y la consideran una abominación (Levitico, 18:22), aunque esta interpretación predominante ha sido puesta en duda desde el campo de los recientes studies of divinity. Independientemente de la vigencia de esta interpretación y a pesar de los esfuerzos por miembros de la comunidad LGBT creyentes, lo cierto es que todavía en la actualidad miles de personas son hostigadas, torturadas y asesinadas por su orientación sexual e identidad de género, en el nombre de dios. 

En este orden de ideas, nos encontramos en una tormenta cuya ferocidad nos vuelve escépticos del añorado avance de los derechos de las minorías sexuales, y  nos obliga a confrontarnos con el hecho de que dicha avanzada va más lento de lo que habíamos imaginado, de lo necesario. Mucho se ha dicho ya de la manera tan rápida en que han surgido y se han diseminado los grupos de derecha, primordialmente de base religiosa. Su fuerza es tal que han logrado consolidar movimientos ciudadanos y formando parte de partidos políticos, francamente peligrosos para el estado de derecho. Estos grupos han tomado tanta empuje que han logrado influenciar el proceso legislativo a nivel nacional y local. Son estos grupos, precisamente, quienes han impedido la aprobación del matrimonio igualitario en diferentes entidades federativas del país, y aquí está la pista de porqué resulta relevante que el papa recomiende la aprobación de las uniones civiles entre personas del mismo sexo.

Desde mi forma de ver las cosas, la discusión no debería centrarse en si el Papa debe o no opinar sobre un asunto LGBT y de competencia jurídica, y menos dar su ”autorización“, como muchos lo interpretaron. Tampoco en determinar si la forma conveniente de hacer referencia al tema como “ley de convivencia civil” sirve de mucho cuando en realidad la discusión está centrada en el derecho al matrimonio. Para mí, la cuestión es entender de qué forma le podemos sacar provecho a la cuestión, sobre cómo lo convertimos en un As en favor de nuestros derechos. ¿A quiénes y para qué sirve lo dicho por el Santa Pontífice, y qué hacer con ello?

En primer lugar, están los maricones católicos. Sí, los hay de montones. De seguro a ellos les confortó mucho escuchar las palabras del Papa Francisco. Puede que les haga sentir más aceptados en su comunidad de fe y que inclusive les ayude a padecer menos maltrato en relación a su orientación sexual o identidad de género. Claro, no creo que esto pase de manera automática y tampoco de manera homogénea. Mi apuesta es que sus efectos positivos se verán reflejados mayormente entre sectores de católicos con una postura menos dogmática y en cuyas sociedades, en general, haya mayor apertura. No creo que haga mucha diferencia en comunidades católicas ancladas en escenarios culturales machistas, tal y como es el caso de Mexico.

Por otro lado, los defensores de los derechos humanos de personas LGBT+ deben usarlo políticamente. No importa que el asunto de las uniones civiles LGBT (incluido el matrimonio) no sea incumbencia del Papa, o que en el mejor de los casos haya llegado tarde la conversación. Lo importante es que lo que dijo favorece un entorno de respeto a nivel político y también comunitario. Dicho de otra manera, la iglesia da un paso en dirección a la seguridad de las personas LGBT que las transitan. Nos toca ver en qué medida y cómo se expresa.

Creo que en medida de que tengamos claridad de cuáles son las implicaciones de lo dicho por el Papa, podremos apuntar el diálogo hacia: ¿de qué manera sería más efectivo iniciar una conversación con estos grupos a partir de un punto en común y que de otra forma sólo sería capaz de manera obstinada? ¿Cómo usamos a nuestro favor que el máximo representante de su dios en la tierra podría estar confeccionando una especie de conciliación, con todo lo que ello conlleva en nuestro entorno? 

Miguel Corral (Tijuana, 1983) es marica, militante por los derechos de la disidencia sexual y el VIH, maestro en Estudios Culturales por El Colef. Actualmente estudia el Doctorado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM y forma parte del Seminario de Investigación Avanzados en Estudios del Cuerpo. Es Vocal Titular ante el Consejo Nacional de Sida y Secretario de la Asociación de Ex-Becarios de la Embajada de Estados Unidos en México.

Contacto
e-mail: miguel.corral.estrada@gmaill.com
Twitter: @elmaikco.

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