Por Juan Manuel Labarthe
I
El humo del copal asciende en lábil columna
al igual que el dulce sonido del pífano y la flauta de carrizo,
sube las escalinatas también el oficiante
y con él asciende su murmullo entrelazado de arcanas palabras.
Cascabeleo en los tobillos de los danzantes,
grave retumbar del teponascle,
sobre la piedra del sacrificio, redonda y oscura
espera el palpitante corazón de la víctima drogada.
Destella en lo alto la obsidiana,
sin compasión ni odio el sacerdote mira a su víctima
como si estuviera muerta ya;
sin gesticular, alza los brazos
y con un movimiento vertical, certero,
hiende en la blanda carne la aguda piedra.
La sangre salta, salpica, mancha la blanca túnica,
mas la mano firme y experta no tiembla:
excava, penetra, hurga,
se introduce en secretos recovecos
y extrae al fin el temeroso corazón.
Instante
relámpago
dolor supremo
un resplandor dorado surca el cielo.
¿Será aquella? se pregunta la víctima moribunda
¿la faz del dios que agradecido lo contempla?
Muere con ese último pensamiento,
descansa ya flácido sobre la piedra:
el rostro negro y rojo del verdugo al fin sonríe.
II
Allá en el firmamento los amodorrados dioses despiertan,
abren sus oblicuos ojos,
ríen con sus dientes afilados y amarillos:
Miztahuitli el que viene del sendero de la tierra negra,
Alcopan el de la rodela de púas,
Mixcóatl el del hacha y la serpiente.
Renovado frenesí alimenta la danza,
la muchedumbre se entrelaza en tenso abrazo,
gira en ciego vértigo,
teme y goza con fervor de lo sagrado.
Durante la noche, con la plaza ya vacía caerá la lluvia,
el agua correrá por las escalinatas del templo,
limpiará las faltas, lavará la sangre
y al día siguiente, el mundo será de nuevo uno
cuando el sol—burbuja vital, henchida carcoma—
una lo disperso y entinte con su esplendor el horizonte.
.
Juan Manuel Labarthe escribe cuento, poesía y ensayo. Obtuvo el Premio de Poesía Hispanoamericana Rostros en 2018, y el Premio de Poesía José María Mendiola en 2017.
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