Por Enrique Gonzalez Orozco
“Toda la historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de la lucha de clases”, con esta frase, Marx y Engels nos dan la bienvenida no solo a su texto más difundido entre los obreros europeos de la segunda mitad del siglo XIX, sino a uno de los textos políticos más influyentes y conocidos, aunque en nuestros días mayormente solo de nombre: El Manifiesto comunista.
Me parece que cuando leemos algún texto, no únicamente político o propagandístico, escrito en el pasado, pensamos en por qué los autores escribían esto que estamos leyendo, o por lo menos a nivel personal esto me ocurre: quizá por mi formación de historiador lo encuentro como algo inherente a la lectura. En el caso de este texto, consiento el análisis y las justificaciones que ambos autores dan a la cuestión de la lucha de clases: observar la historia de la humanidad como la historia de la lucha de clases.
Sí, para Marx el motor de la historia es la lucha de clases, como en Hegel lo era el Estado Prusiano. Valdría la pena preguntarnos lo siguiente: ¿Es vigente, aún hoy en día, la separación de la sociedad en dos clases antagónicas? Antes de responder esta pregunta sería bueno mencionarlas, pues a lo largo de este breve escrito no han sido mencionadas, es posible que algún lector las conozca de antemano: hablamos de la burguesía y del proletariado. ¿En qué se diferencian estas dos clases antagónicas? Por un lado, y la más importante, en la cual se basa la dominación del primero por el segundo, es que éstos son los dueños de los medios de producción, mientras que el proletariado debe forzosamente vender su fuerza de trabajo para su subsistencia.
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Abstrayendo estos conceptos a nuestro contexto resultan vigentes. Se podría pensar que hoy en día existen algunas reservas, es decir, que no sea observado de una manera tan tajante, hablando de la existencia de “capas intermedias” dentro del capitalismo, como otros intelectuales y marxistas las han referido, llamándosele pequeñaburguesía, la clase intelectual o burocrática, sin embargo, en el caso de los dos últimos siguen perteneciendo en esencia al proletariado, pues siguen poniendo a disposición del capital su intelecto, tiempo y conocimientos, que a final de cuentas, al igual que el obrero que en sentido estricto realiza un trabajo mecánico, físico, en ambos casos venden su fuerza de trabajo.
En el caso de la pequeñaburguesía, en ocasiones deben conjugar su pequeña ganancia de capital con otro trabajo en donde, sorpresa, también venden su fuerza de trabajo. Por otro lado, el pequeño capital que estos cosechan a través de la explotación del trabajo ajeno, es a través de unos pocos trabajadores, a diferencia de los grandes capitalistas que cuentan con una base obrera que se cuenta por miles.
En Tijuana podría pensarse que prolifera la pequeñaburguesía, pues con una visita por el centro podemos observar que existen diversos negocios independientes, como cafés, restaurantes, bares, etc. Una peculiaridad de nuestra ciudad es que es una ciudad que parte del flujo de capital es obtenida gracias al turismo, que gasta su dinero en negocios como los mencionados anteriormente. Sin embargo, no se debe pasar por alto la existencia de las zonas maquiladoras, en la que gran parte de la población tijuanense labora, formando de este modo un ejército obrero amplio.
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No por el hecho de la existencia de diversos comercios independientes, de pequeñoburgueses, significa que el proletariado sea menor, al contrario. Pues las personas que tienen la suerte de no trabajar en una maquiladora y pueden laborar en un establecimiento que tiende hacia los servicios (cafés, bar, restaurante) y por sus particularidades logran obtener un sueldo medianamente decente que en conjunto a las propinas los alejan cuantitativamente de un obrero de maquila, esto no significa que ambos no pertenezcan a la misma clase, a la clase proletaria, pues si lo que nos aleja es el salario, lo que nos une es nuestra condición de explotación.
Tanto este tipo de trabajadores, como los que fungen en bancos, oficinas, etc., se sienten ajenos entre sí como con la clase obrera, pues ésta ha sido desprestigiada y socavada como si fuese un concepto anticuado dentro de nuestra posmodernidad. Se ha despojado del sentido de clase con diversas falacias venidas desde el Estado como desde las empresas para desarticularla, lo que tiene como resultado no solo la enajenación de nosotros como clase sino también el clasismo en el sentido negativo que debe ser despojado de nuestra cultura, lo que únicamente puede ser posible a través de la toma de conciencia de nosotros en cuanto a proletarios.
Nosotros como profesores, baristas, meseros, administradores, periodistas o prestadores de servicios conscientes debemos recuperar nuestra pertenencia de clase, un primer paso es volver a ser una clase en sí, pues no podemos llegar a ser clase para sí sin antes no entendernos como lo que somos. Entonces, pregunto nuevamente ¿es vigente, aún hoy en día, la separación de la sociedad en dos clases antagónicas?