La distópica democracia mexicana y los espacios

Portada: Julio César Vázquez

La distópica democracia mexicana y los espacios

Los tiempos nos obligan a tocar temas nuevos para esta casa editorial, tales como la política y la democracia. La violencia generalizada, la corrupción y todos los males que sabemos han llevado a nuestra nación –y al mundo- a una crisis humanitaria.

La democracia es, en términos generales, el gobierno del pueblo para el pueblo. La toma de decisiones, la organización política y los métodos de selección de gobernantes nos pertenecen, pero creemos que nuestro único acto democrático es salir a votar. Nuestro derecho y deber como ciudadanos es organizarnos, exigir a los gobernantes que cumplan y no ser ajenos a lo que pasa en la vida pública/política de nuestro país.

Hoy salimos a votar pero la responsabilidad no acaba ahí, se debe hacer valer el sufragio y exigir al que resultó ganador que rinda cuentas y gobierne para el colectivo, para el pueblo.

La democratización en México ha ido por otros rumbos, desde los tiempos de la Independencia se buscaba un gobierno para todos, donde fuéramos el individuo y el colectivo al mismo tiempo. En 1910, con la Revolución Mexicana, se buscó acabar con la aristocracia porfirista, que el gobierno mirara al campo, al trabajador y a las aspiraciones políticas de los individuos. La democratización de la tierra fue de los bastiones más relevantes de esa lucha y hoy, a 108 años, todavía hay tierra que sigue sin ser de quien la trabaja.

El movimiento del 68 surge como un llamado a frenar la represión estudiantil y termina en una lucha democrática, donde los estudiantes exigían ser escuchados y representados por el gobierno. Lo único “democrático” que se consiguió fue la brutalidad de un Estado represor.

Podemos entender porqué desde hace más de 200 años la democracia ha sido la utopía de muchos y el recurso literario/demagogo de otros. México vive un momento donde todo ha superado la ficción, donde la violencia es del pueblo y parte de la vida diaria del ciudadano.

¿Qué podemos hacer? Empezar por democratizar los espacios.

Tijuana es perfecta para desarrollar un modelo democrático, tiene una población pequeña, las condiciones socioeconómicas parecen no importar. Es una ciudad tan óptima para que lleven las riendas de lo que pasa a su alrededor, pero no son capaces de hacer algo por su ciudad.

La mayoría -no todos- de los jóvenes buscan irse de Tijuana para poder crear y hacer cosas; se quejan de la inseguridad “democratizada”, pero pocos hacen el esfuerzo por cambiarlo, simplemente las manifestaciones por los desaparecidos juntan apenas 50 personas.

En este esfuerzo por recuperar los espacios, darles una resignificación y democratizarlos, Linotipia presenta la nueva sección Extravías a cargo de Laura Díaz, quien con su equipo de colaboradores nos llevará a los lugares que normalmente no resaltan sobre otros. La reinterpretación de la ciudad, de un estado, de una sociedad, de un arte y un todo, escondida en una célula del demos (el pueblo) y la kratia de un distrito rojo.

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