Cita con cubrebocas

¿Qué le paso al contacto físico?

De un día para otro y casi sin darnos cuenta, la llamada “nueva normalidad” nos ha orillado a tener juntas, clases, cursos y hasta fiestas por plataformas virtuales.

Por Emilio Reyes

Estaría de más mencionar que este año es y será uno de los más significativos en materia de tecnologías de la información. De un día para otro, sin darnos cuenta, la llamada “nueva normalidad” nos ha orillado a tener clases y hasta fiestas por plataformas virtuales.

Satisfaciendo de manera parcial esa necesidad inherente de los seres humanos, aquella que nos diferencía de otras especies: la interacción con otros. 

El animal social, como lo acuñó Aristóteles, se encuentra en proceso constante de  adaptación ante las variables de un presente que más allá de ser incierto, pinta para ser uno del cual será complicado volver a lo que era antes. 

Videollamada
Photo by Anna Shvets from Pexels

Homeostasis: videollamadas, plataformas virtuales y home office

Se dice que la especie que logra sobrevivir a pesar del tiempo no es necesariamente aquella que posee mayor fuerza física, ni agilidad o destreza, sino aquella que sobrepone su adaptación a los tiempos. 

Los seres humanos, hemos pasado por gigantescos cambios desde nuestra aparición y evolución, que sería absurdo pensar que la inmersión en pantallas digitales es una batalla que no podríamos superar, es decir, todo sería más fácil si solo estuviera al alcance de una pantalla ¿No?

La respuesta es un tanto complicada y tiene que ver con dos factores principales: el económico y el social. 

Mientras para algunos tantos, las clases en línea han sido una salvación para el bajo ingreso familiar, ahorro de transporte y comida, para otros tantos ha significado la exposición de un espacio que, por mucho tiempo, fue privado y se designaba como un escape de los peligros del mundo exterior. 

Beso con cubrebocas y guante
Contacto Físico | Photo by cottonbro from Pexels

Lo mismo pasa con el trabajo, es precisamente la invasión e intromisión de lo profesional con lo personal, lo que desembocó en niveles de estrés sin precedentes.

Todo esto, evitando enfermarse de un virus que, aunque posee una próxima vacuna, dista de tener un tratamiento efectivo o al menos, un alcance universal para el cuidado médico del mismo. 

Aún con todo esto, se podría asegurar, que podremos salir adelante y que en un futuro cercano, las mascarillas serán un sórdido recuerdo de un cierre de década que dejará su huella en la historia. 

Más bien, la preocupación sería hacia una reconciliación con el contacto físico, con el mirar a caras y no a seres incompletos con ojos dudosos. 

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volar con cubrebocas
Photo by Anna Shvets from Pexels

Hemos de aprender a hablar con los ojos y sonreír con la mirada

Para todo evento en la vida, se tiene que estar preparado para que termine en cualquier momento, de manera fortuita e inesperada pues como dicen “nada dura para siempre”.

Se tendría que tener un especial aprecio por la fragilidad de la vida pero también por la riqueza de emociones que el hombre es capaz de sentir. 

En otras palabras, la pandemia no será un evento fácil de olvidar ni tampoco uno que se vaya a poder pretender que no sucedió volteando a otro lado, pero sí es uno que ha hecho que olvidemos la importancia del contacto físico, la validez del abrazo fraterno y tal vez, la honestidad de los gestos faciales.  

mandado con cubrebocas
Photo by Anna Shvets from Pexels

La tecnología ha planteado la idea del “teletrabajo” de la “tele-escuela” de las “tele-reuniones” e incluso de las “tele-fiestas” y las “tele-ceremonias” y nos ha convertido en animales observadores y neuróticos por el cloro y el sanitizante.

Un presente donde el saludo de manos es terrorismo biológico y un apagón de luz puede implicar la pérdida de un empleo o la no aprobación de una materia. 

Y es que es irónico pues siempre soñamos con el futuro, hasta que el futuro nos alcanzó a nosotros y nos rebasó por creces pues ahora somos nosotros quienes debemos repensar todo y convertirlo en presente. 

Una cara tapada y ojos con mirada expectante son lo que ahora conocemos como nueva normalidad, entendiendo que el riesgo está latente siempre, y que un descuido es la puerta de entrada para un enemigo que no podemos ver.

Beso con cubrebocas
Contacto físico | Photo by Gustavo Fring from Pexels

Reconciliación y nuevas maneras de tocar

Se dice por ahí que la gran tragedia del ser humano es el conocimiento de su muerte próxima, pero el desconocimiento de la fecha. Es decir, sabemos que hemos de morir pero no exactamente cuándo, ni dónde, ni bajo qué circunstancia o contexto.

Una ironía completa para la especie que ha llegado a la luna y tiene fresas en invierno pero que por más substancias y recetas, no logra extender su periodo de vida. 

La pandemia es un enfrentamiento a ese miedo, llevado tal vez a la manera colectiva de entenderlo como “paranoia”, alimentando nuestra neurosis e instinto de supervivencia en un país donde nuestro mayor filtro de seguridad es el guardia de la tercera edad que toma la temperatura en la muñeca. 

El mismo que posee un cubrebocas desgastado, es también el tapete seco y el gel rebajado y chicloso. Pero estos son hechos concentrados y nada dosificados de crudeza y naturalidad mortal. 

Yoga con traje de protección
Photo by cottonbro from Pexels

Son también pequeños guiños de fragilidad y belleza, de comprensión y de amor. Lo que dimos por sentado tanto tiempo, es ahora un privilegio del cual los “sanos” podemos gozar. El tocar, el besar y abrazar son tesoros que debemos apreciar con especial atención y disfrute, como si literalmente, fuera la última vez. 

El contacto se ha vuelto una conspiración, una rebeldía en una guerra que no elegimos pelear pero de la cual somos tal vez prisioneros insurrectos que sobreviven como dios nos dió a entender. Intérpretes eternos del suspiro y la carcajada, que ahora vagan con miedo y un poco de confusión.

La reconciliación, terapéuticamente hablando, debe de venir de un espacio de aceptación. De duelo y renacimiento, de luz y de sombra. Entonces, hemos de aceptar que el mundo como lo conocimos jamás volverá a ser el mismo, pero siempre, podremos crear algo nuevo y quien sabe, tal vez hasta mejor. 

En el metro con cubrebocas
Photo by Ketut Subiyanto from Pexels

Emilio Reyes (Autor de la nota). Escritor, hablador y eventualmente, (pésimo) bailador, comunicólogo fronterizo y curioso compulsivo. Me gusta la cocina, las caricaturas y hablar con las personas.

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