El gabinete de curiosidades electorales: Politikids

Los politikids, son la carne de cañón, los rostros que utilizan estratégicamente para que los candidatos argumenten que están con los jóvenes.

¿Ha notado una actitud diferente en sus jóvenes? ¿Su vestimenta se ha vuelto monocromática o llena de chalecos coloridos? ¿Se pelea con familiares por temas banales?

¡CUIDADO! 

Su joven podría ser… un Politikid.

Pero, ¿qué significa ser parte de este no tan selecto grupo? 

El término comenzó a tomar relevancia para apuntar a aquellos que se encuentran en la parte más baja de la cadena alimenticia de los individuos que participan activamente en la política.

Son la carne de cañón, los rostros que son estratégicamente utilizados para que un candidato o miembro prominente de un partido político se pueda tomar la foto, argumentar que está con los jóvenes, y no volver a mencionar el tema hasta el siguiente proceso electoral interno o externo. 

La denominación es relativamente nueva, pero el sentimiento y el modelo está desde que existen las ideologías políticas. 

Algunos consideran que este grupo de jóvenes simplemente “juegan a ser políticos”, y aunque pudiese argumentarse que ese es el caso, sería demeritar a algunos de ellos, así como darles mucho crédito a otros.

Quizás para entender de dónde proviene esta noción de juego, pudiéramos hacer referencia a la idea de “jugar a ser grande” en textos como Vértigo Horizontal de Juan Villoro:

“En 1999 surgió el santuario del neoliberalismo, La Ciudad de los Niños, maniáticamente conocido como Kidzania. Donde el visitante asume el juego como trabajo. Ahí ninguna marca compite con otra: todas tienen exclusividad. […] la invitación a jugar al trabajo en un país con 55.3 millones de pobres y altas tasas de desempleo representa una utopía compensatoria”.

Por otro lado, debemos estar conscientes que una visión simplemente lúdica del proceso de politización de las nuevas generaciones puede llegar a ser peligroso. Algún día, estarán jugando en las grandes ligas, con la pelota, siendo la estabilidad del estado mexicano como lo conocemos. 

Dejemos un momento la teoría y la especulación futura, por un lado. El hecho es que, de cara a uno de los procesos electorales más extensos en la historia de la política mexicana, la probabilidad de que nos encontremos con uno de estos especímenes salvajes en la maleza es alta.

Por ello, quizás valdría la pena que pusiéramos en la mesa las aristas que se encuentran en este creciente grupo de jóvenes, para que nos podamos dar una idea de qué papel juegan en la política y qué papel juega la política en ellos.

Estas observaciones son a título personal, por lo que usted, querido lector, podrá sacar sus conclusiones sobre lo que forma la base de estos personajes bajo el mutuo entendido de que el lenguaje es uno de los aspectos más vivos de nuestra sociedad, por lo que cambia rápidamente y la definición propia de un Politikid puede ser muy diferente a la de otros. 

Para hacerlo más sencillo, decidí concentrarme en las dos mayores diferencias entre los Politikids que he conocido en mi vida, para separarlos en dos grupos y así hablar sobre las similitudes, así como aquello que los separa.

Por un lado, están los Politikids X, a quienes es fácil reconocer por su fervor político, que raya en fanatismo y fundamentalismo. 

Este Politikid asegura que todo aquel que no siga al pie de la letra los mandamientos del partido político al que pertenece, es considerado un enemigo o ignorante, sin punto medio discernible. 

Tiene tendencias extrañas como responder a todos y cada uno de los mensajes publicados por las figuras más importantes de su entidad política favorita, a nivel local y nacional, en redes sociales, aún cuando es solamente una imagen de ellos durante sus vacaciones pagadas con el erario público.

Están dispuestos a realizar los trabajos políticos menos queridos, y actúan con un aire de superioridad que solo puede ser entregado por la creencia absoluta en el hecho de que su partido es una revelación divina, para salvar al pueblo de ellos mismos o de las elites, dependiendo de la ideología de cada partido. 

Usted puede toparse a uno de estos especímenes peleándose en la sección de comentarios en cualquier publicación en redes sociales de diarios locales y nacionales cuando hacen mención de su partido o uno de sus prominentes participantes, así como en los cruces vehiculares repartiendo volantes con una sonrisa envidiada hasta por el payaso de las hamburguesas. 

El Politikid Y, en cambio, se cree más astuto, pero es más obvio, y, por tanto, fácilmente reconocible.

Para este grupo, la parte más importante de la política es el individuo, específicamente ellos. Su interés en cultivar un culto a la personalidad para ellos a pesar de la insipidez de sus opiniones, las carencias en sus conocimientos y su perpetua predisposición al narcisismo es sorprendente. 

Sus redes sociales son más limpias que las de la otra categoría, principalmente debido a que revuelven alrededor de su persona. Las publicaciones son repetitivas, una combinación de lo que parecen fotos para un medicamento contra la gonorrea y una serie de hashtags que se refieren a ellos en términos pedantes como “La esperanza de México”, “el futuro”, “el pueblo” o algún otro símil para dar a entender que comprende las necesidades del pópulo. 

Sus imágenes de campaña normalmente los tienen al frente de un grupo de personas, con un texto en las inmediaciones de la imagen con un hashtag sobre el candidato al que apoyan en ese momento (normalmente las iniciales del candidato y un emoji, quizás un corazón o un brazo mostrando los bíceps).

El Politikid Y tiene una variante singular, la cual es casi tan placentera como las repeticiones de los anuncios electorales en la radio, y el reguetón con la letra cambiada para hablar de los candidatos. A estos singulares enemigos del buen gusto y las costumbres les llamaremos los Politikids Neón

Los llamaremos así, debido a que brillan a donde quiera que van por su ignorancia, su complejo de salvador o su carencia de verdadero acumen político. 

La variedad neón consta de aquellos Politikids que tienen recursos económicos o que provienen de la alcurnia de la clase política, por lo que a los problemas que ya discutimos con anterioridad se les agrega un aire de superioridad y un tonito doctoral.

Uno puede encontrar a la variedad neón en páginas de supuestas agrupaciones civiles, repartiendo despensas gubernamentales en zonas necesitadas (normalmente eligen la que recientemente salió en los diarios o que más menciones tiene en redes sociales), sin haber antes presentado un documento de principios, valores, objetivos o una estrategia de trabajo. 

Regularmente no presentarán programas de trabajo o campañas de concientización, pues el tema que realmente les interesa es el de su imagen personal. 

Es obvio al ojo observador, que la variedad neón aprendió muy bien de sus padres, ya que, como sus pudientes progenitores, la manera en la que creen que se pueden resolver las cosas se reduce a signos de pesos o gritos y enjundias. 

¿Pobreza? Entreguemos despensas ¿Conflicto político? Pidamos la paz y un diálogo (de preferencia echándole la culpa a alguien e insultándolo) ¿Un problema no se ha solucionado? Culpemos al estado (siempre y cuando el partido político de preferencia no esté en el poder).

Sus tácticas son tan básicas y corrientes que pueden ser encontradas en el pasillo de galletas, junto con las de animalitos, aunque éstas últimas, si tienen variedad en las figuras. 

Lo podrá encontrar también “enseñando” a las masas sus grandes conocimientos y su increíble generosidad en las redes sociales, preferentemente con un filtro para que les luzca el último facial que se hicieron. 

La verdadera constante unificadora entre los Politikids es la seriedad con la que se toman sus dogmas, políticos y personales. Creen tener la última palabra, la lengua del profeta, la razón. 

No hemos de demeritar el trabajo de aquellos jóvenes que se dedican a la política bajo la intención de ser políticamente activo o simplemente por un interés en el servicio público, pero el panorama actual dificulta el poder observar la genuinidad de las intenciones.

Habrá aquellos que debaten y discuten, pero también escuchan y buscan puntos medios; aquellos que honestamente creen en una plataforma política, pero no la glorifican, entendiendo que los temas de debate tienen mucho contenido, pero márgenes muy pequeños en los que se discute.

Un Politikid es fácil de detectar, un joven políticamente activo no. Sin embargo, eso es parte de nuestro trabajo como electorado. El derecho al voto conlleva una obligación al pensamiento y la cuidadosa consideración.

Ahora que los jóvenes hemos exigido un lugar en la mesa, en el que se espera que los partidos políticos postulen entre un 10 y un 30 por ciento de candidatos jóvenes, debemos ser cuidadosos de considerar si estamos votando por los siguientes líderes de México o si estamos apadrinando a la próxima generación de políticos viciosos.

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