En el Rancho Izaguirre el principal hallazgo que ha conseguido el Colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco han sido huesos molares, que salen a borbotones con cada escarbada. En el aire un olor a muerte y dolor deja a todos con la mirada clavada en el vacío.
“Empezó a abrirse la tierra. Se empieza a abrir solita y empiezan a salir huesos, empiezan a salir dentaduras, empiezan a salir hasta placas de cuando se quiebran, se fracturan un brazo o pie. Fue un escenario muy desgarrador porque aparte de ver cómo llegaban con esa ilusión, con sus maletas, con sus cositas, mochilas. Y que quedaran ahí tirados y no saber dónde están ”
“Estuvo aquí, pero de aquí, ¿qué sigue? Pudo haber estado entre las personas que calcinaron”, narró a Linotipia, Indira Navarro, líder del Colectivo, quienes realizaron el hallazgo frente a la negligencia de las autoridades.

Las víctimas llegaban hasta la central camionera de Tlaquepaque, en Jalisco para encontrarse con su destino. Venían, bajo engaños, llenos de ilusión para comenzar una nueva vida desde distintos estados del país, empezando en Chiapas y terminando en Durango. Eran atraídos hasta el lugar con ofertas de empleo fraudulentas que eran publicadas en redes sociales.
Las propuestas en las que cayeron cientos, tal vez miles de jóvenes, prometían dinero por encima del sueldo mínimo para “vacantes sin experiencia”, pero omitían lo más importante: el empleador era el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), una de las dos organizaciones delictivas con mayor presencia y poder en México.
El trabajo no era operando una línea en un call center o como guardia de seguridad de un centro comercial, sino que consistía en engrosar las filas de la organización criminal en lo más bajo de su pirámide jerárquica. Visto de otro modo, eran reclutados a la fuerza para servir como carne de cañón.
El rancho ubicado en Teuchitlán es de origen desconocido hasta ahora. Sin embargo, imágenes satelitales muestran que antes de 2014 no existía, eran terrenos despoblados a un poco más de 40 kilómetros de Guadalajara. Fue en ese año cuando se bardeó el terreno donde el pasado 8 de marzo el Colectivo reportó el macabro hallazgo.
Tras cruzar el portón metálico que tiene pintados dos caballos enfrentados en un fondo negro, uno ingresaba al infierno.

Los sicarios despojaban a sus víctimas de su ropa, sus zapatos y el resto de sus pertenencias. Todo lo acumulaban en montículos que recuerdan a las postales dejadas por el holocausto de la Segunda Guerra Mundial.

Eran recibidos por los instructores criminales, que se hacían llamar “comandantes”. Para ocultar su identidad frente a los recién llegados usaban apodos como “Motro”, “Poco Pelo”, “Burro”, “Teniente” o “Marisco”, de acuerdo con registros propios del CJNG anotados en libretas que fueron abandonadas en el lugar.
Los que no cumplían los requisitos eran asesinados
A sus víctimas las filtraban de acuerdo a sus capacidades físicas, a los que consideraban útiles los obligaban a recibir entrenamiento de guerra como esclavos de la organización criminal, declarada recientemente por Estados Unidos como un grupo terrorista.
En cambio, quienes no fueran aptos o se negaran a participar en sus dinámicas sangrientas, simplemente eran asesinados, para luego ser cremados en hornos improvisados, parecidos a los utilizados para hacer barbacoa.
“Ni siquiera los soltaban (de sus amarres), los mataban y los obligaban a ser cremados en unas fosas. En esas fosas ponían una base de piedras y ladrillos para aventar los cuerpos y quemarlos”, explicó Navarro a Linotipia.
Finalmente, lo poco que quedaba de sus restos, era enterrado en el lugar con la intención de que sus familias los olvidaran para siempre.
“Tras utilizarlos en varias ocasiones, los tapaban. Y así sucesivamente hicieron muchísimos hoyos que eran fosas que funcionaban como crematorios clandestinos”, sostuvo Navarro en entrevista con esta revista.
El rancho que servía como centro de reclutamiento está ubicado dentro de la localidad de La Estanzuela y operaba en la completa impunidad desde, al menos, dos años atrás. A pesar de que reportes policíacos refieren labores de la Guardia Nacional en la zona desde 2019, nunca fue detectado.
De acuerdo con la versión de Navarro, el campo de adiestramiento funcionaba desde una década atrás. Durante años el Colectivo recibió múltiples denuncias anónimas sobre centros de reclutamiento en la zona.
Aunque no fue hasta que un joven, quien aseguró haber estado dentro del lugar en 2023, reportó la forma de operar del grupo criminal y reveló detalles importantes sobre el predio, incluidas las fosas y un altar a la Santa Muerte.
El entrenamiento bélico
Cuando llegaban a la central camionera de Tlaquepaque, sicarios del cártel ya los esperaban para completar el engaño.
Con el paso del tiempo, cuando la zona “se calentó” debido a la presencia de autoridades, el nuevo punto de inicio de esta pesadilla pasó a ser la central camionera de Zapopan.
Ya sea que fueran citados en Tlaquepaque o en Zapopan, ambas zonas conurbadas de Guadalajara, su destino era el mismo: matar o ser matados.
Una vez que entraban en contacto con sus víctimas no había marcha atrás, estas eran llevadas a la fuerza al rancho convertido en centro de adiestramiento criminal al estilo de un campo de exterminio.
Con ironía, los criminales le llamaban al rancho ‘El Kínder’, de acuerdo con testimonios de algunos supervivientes.

De acuerdo con las libretas halladas, la última posible cifra de víctimas que fue llevada al lugar, rondaba las 70 personas. Aunque el denunciante anónimo que habló con Guerreros Buscadores, contó que en el sitio, cuando él llegó en 2023, había un grupo de 200 personas.
Fuese un grupo más grande o más chico, el protocolo de los criminales siempre era el mismo. Los filtros iban bajando la cifra de personas, pues los comandantes ordenaban el asesinato de aquellos que no les fueran útiles para pelear en su guerra con otras organizaciones criminales y las Fuerzas Armadas.
Para la realización de los ejercicios físicos de tipo militar, como atravesar pecho tierra alambres de púas a 30 centímetros del piso, o correr entre una fila de llantas colocadas en diagonal, los jóvenes eran divididos en pelotones de apenas 10 personas.
Los restos de una masacre
En el rancho también se encontraron alrededor de 200 pares de tenis, ropa de distintos tipos, mochilas, maletas, libros e incluso trajes de baño.
Todo ello rodeado por cientos de casquillos de armas largas, identificaciones de personas fichadas como desaparecidas y objetos personales como cartas o libros.
Según informó el Colectivo Guerreros Buscadores, una de las libretas encontradas en el campo de adiestramiento y crematorios del Rancho Izaguirre en Teuchitlán tiene una carta firmada por el joven Eduardo Lerma Nito, de 20 años, quien mantenía activa una ficha de búsqueda en Jalisco.
“Mi amor, si algún día no regreso, solo te pido que recuerdes lo mucho que te amo”, redactó el joven como un mensaje de despedida, de acuerdo con algunos documentos encontrados entre las montañas de pertenencias personales que les eran arrebatadas y luego abandonadas.

Otros campos de exterminio y la lentitud de las investigaciones
De acuerdo con los reportes e indagatorias del Colectivo jalisciense, en la zona, existen otros centros de reclutamiento y exterminio que son utilizados de la misma forma, aunque estos se mantienen en activo y bajo el amparo de la impunidad.
A la fecha, en el Rancho Izaguirre agentes de la Fiscalía General de la República (FGR), otros tantos de la fiscalía local y algunos elementos de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) se mantienen en labores de investigación y campo.
Los primeros indicios no son alentadores: el 13 de marzo pasado, la CNB alertó de la presencia de sosa cáustica en el terreno. Esta sustancia es utilizada como ácido para desintegrar cuerpos.
La fiscalía jalisciense advirtió por medio de un comunicado que, al momento, no hay ninguna evidencia de crematorios en el predio. En respuesta, Navarro respondió que existen pruebas de huesos calcinados que fueron encontrados por el Colectivo.
Jalisco registra 10 mil 832 personas desaparecidas en su territorio en los últimos diez años. De 2014 a 2024, la entidad se ha posicionado como la número uno en desapariciones asociadas a algún delito en todo el país.
En este territorio gobernado desde 2018 por Movimiento Ciudadano, los municipios con más desapariciones son precisamente Guadalajara, Zapopan y Tlajomulco de Zúñiga.

4 comments