Fotograma de Vaquero del Mediodía

Vaquero del Mediodía: el poeta que se tragó el mito

Vaquero de Mediodía nos cuenta la historia de un poeta, Samuel Noyola, a quien se le vería por última vez en el ahora lejano 2008. Es en esta producción, un conjunto de familiares y amigos buscan desmarañar la gran duda de su paradero, en un país con más de 50 mil desaparecidos.

Por Jorge Rascón

En la amplia cartelera que podemos encontrar en Netflix, se vislumbra en su rincón de documentales una producción de Agencia Bengala. Vaquero del Mediodía, escrita y dirigida por el periodista Diego Enrique Osorno.

Vaquero de Mediodía nos cuenta la historia de un poeta, Samuel Noyola, a quien se le vería por última vez en el ahora lejano 2008. Es en esta producción, un conjunto de familiares y amigos buscan desmarañar la gran duda de su paradero, en un país con más de 50 mil desaparecidos.

Vaquero del Mediodía fue nominado a los premios Ariel 2019. Cuenta con música de Esteban Aldrete, quien, emulando el estilo de los viejos westerns de vaqueros y forajidos, acompaña una trama de fantasía psicótica, la vida, en claroscuros de un personaje para quien la noche es cobijo y la soledad no es laberinto.

Póster de Vaquero del Mediodía
Póster de Vaquero del Mediodía

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Noyola, “el poeta más inspirado de su generación”.

Samuel Noyola, nació el 8 de febrero de 1964. El poeta regiomontano es autor del poemario Tequila con calavera, publicado a mandato expreso de Octavio Paz, quien llamaría al propio Noyola como “el poeta más inspirado de su generación”.

Es en Paz donde, el penúltimo de una familia de nueve hijos, producto de un padre que les dejaría abandonados, encontraría esa relación de padre e hijo.

Cuenta Juan Villoro que invitando a Noyola a beber junto a Mario Santiago Papasquearo en el café la Habana, este último, sorprendido por el atuendo norteño de Samuel y en recuerdo de la película Midnight Cowboy apodaría al regiomontano como “el vaquero del mediodía”.

Fotograma de Vaquero de Mediodía
Fotograma de Vaquero de Mediodía

Es entonces Noyola, este personaje genial, que parece atractivo a la visión popular del artista incomprendido sin más ojos que para la poesía.

Las amistades de Noyola lo recuerdan como un poeta irrisorio, un autor fantástico con una sensibilidad tan aguda como incomparable. Que, sin embargo, encuentra en el resguardo del alcohol el abrigo a su autodesprecio y sus demonios.

Su viaje a Nicaragua donde se encuentra sumergido en la revolución, donde crea un afiche propagandístico con la mano del propio Eduardo Galeano, para después convertirse en miliciano sandinista y pelear una guerra de guerrillas en un escenario de matar o morir. Es tal vez la fuente de su gran carga psicótica.

Fotograma de Vaquero de Mediodía
Fotograma de Vaquero de Mediodía

El mito que se tragó a Noyola

Osorno no solo nos presenta este trabajo como una suerte de oda a la vida errática e impredecible de Noyola. Acompañado del trabajo fotográfico de Maria Secco, nos va sumergiendo en este retrato de Monterrey como una ciudad decadente.

A través de entrevistas a vagabundos y vecinos de las comunidades, vamos descubriendo los enramados de una ubre de metal y concreto que sumen al poeta hasta el mito que se lo traga.

Samuel Noyola se convierte entonces en la representación en carne de su personaje poético, desde un desgraciado que busca pelea con sus amigos, que roba bolsos para seguir bebiendo, hasta un vagabundo que baila entre perros lunares, que duerme en camionetas y su mejor aspiración laboral es ser franelero para un salón de baile.

“Él te agradecía escupiéndote a la cara” decía un amigo suyo sobre el Samuel de la debacle.

Fotograma de Vaquero de Mediodía
Fotograma de Vaquero de Mediodía

Bajo esta atmosfera de soledad, locura y noche es que diferentes personajes de la alta vida artística, socialite cultural y camisas de ZARA, terminan haciendo un ejercicio de memorias que nos permiten mapear la vida y obra de un autor de quien podría ser eternamente imposible dilucidar el trazo de su paradero.

Ejercicio que probablemente este vaquero del mediodía hubiera respondido con una fútil risa sarcástica y algún manotazo descarado.

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