Crónica: Enfermarse de COVID-19 en medio del colapso de la CDMX

El primero en presentar síntomas fue tu papá, “es solo un malestar en la garganta”, les aseguró; no pasó ni un día cuando decidió tomar una consulta, te pareció algo raro en él, porque siempre evita la asistencia médica a menos que se sienta muy mal.

El primero en presentar síntomas fue tu papá, “es solo un malestar en la garganta”, les aseguró; no pasó ni un día cuando decidió tomar una consulta, te pareció algo raro en él, porque siempre evita la asistencia médica a menos que se sienta muy mal. Enfermarse en tiempos de COVID-19 es muy alarmante. 

A pesar de su intento por no salir y exponerse, sus actividades laborales no lo permitieron. En su trabajo, lograron contener los contagios durante la primera etapa de la pandemia. 

Él, por ser parte del grupo vulnerable al padecer hipertensión, trabajó desde casa durante muchos meses; sin embargo, en la segunda mitad del año, regresó. Así vio cómo uno a uno de sus compañeros, desde los más jóvenes hasta los adultos, fueron retirándose por contagios de COVID-19. 

La paranoia se hizo presente en tu casa: más cuidados, más regaños, menos salidas innecesarias, más quedarse en casa.

Cuando terminó su llamada con la doctora que siempre los atiende, se le veía un semblante más tranquilo. “Aparentemente solo es un simple resfriado” y respiró con alivio.

Tras la noticia, tomaron las medidas pertinentes para no contagiarse en casa: se apartó en su habitación, todo el día con cubrebocas y desinfectante para rociar a su paso. Pero fue demasiado tarde…

Al segundo día de su enfermedad y con una congestión nasal avanzada, tu hermana comenzó a sentir los primeros síntomas y después siguió tu mamá. Las dos bajo el mismo patrón: dolor de garganta, congestión nasal, febrícula y cansancio.

Trataste de apartarte lo más posible, porque pensaste: si ellos están enfermos y con las defensas bajas, alguien tendrá que atenderlos, ¿no?

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El inicio y la confusión

Para la noche del tercer viernes de diciembre comenzó el terror. Esa tarde, saliste a realizar unos mandados y aprovechaste para pasar con tu amiga y recoger algunas cosas que habías olvidado en su casa semanas atrás.

Al marcarle estando afuera de su puerta, ella solo respondió, “amiga, estaba a punto de buscarte para decirte algo…”. Sientes como un golpe te cae encima.

De regreso a casa hiciste algunas cuentas en tu cabeza. Solo habían pasado diez días de la última vez que la viste para platicar y liberarse un poco del tedio de estar encerradas.

Llegaste y te instalaste en la sala de tu casa para dormir, mientras, comenzaste a sentir un ardor en la garganta. Esa madrugada los síntomas pasaron de un momento a otro de cuerpo cortado, a náuseas, vómito y dolor de cabeza. 

Al día siguiente tomaste una consulta por llamada telefónica. Le explicaste tus síntomas a la doctora, te mediste la oxigenación y presión con los aparatos que compraron al inicio de la cuarentena “por cualquier situación” y le compartiste los resultados.

Se quedó en silencio por un momento y respondió: “hay algunos signos en tus síntomas que no me agradan; son diferentes al patrón de tu familia. Te recomiendo hacerte la prueba de COVID-19 lo más pronto posible”.

Quisiste llorar de inmediato, tu padre es hipertenso. Todos los estudios que leíste durante el año, indican que las personas con enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión o problemas cardiovasculares tienen mayores posibilidades de presentar síntomas graves. 

¿Tu madre? Desde hace muchos años le retiraron la tiroides y bajo medicamentos controlan sus hormonas para llevar una vida normal. No sabías hasta qué grado podría terminar todo esto. 

Las inalcanzables pruebas de COVID-19

Intentaste tranquilizarte y al explicarle a tu papá, luego de hacer unas llamadas y búsquedas por internet, salieron de inmediato en su carro con cubrebocas, careta y gel antibacterial.

Lo que investigaron en ese breve tiempo es que solo en dos puntos de tu colonia (una zona a las afueras del norte de la ciudad), realizan pruebas rápidas de acuerdo con la página del gobierno de la Ciudad de México.

Era la 01:30 de la tarde, pasaron al primer punto: cerrado, las pruebas solo las realizan de lunes a viernes desde las 08:00 de la mañana y hasta la 01:00 de la tarde. El policía de aquel centro les recomendó formarse desde las 05:00 de la mañana para encontrar fichas, pues todas se agotan demasiado rápido.

En el segundo sitio, recibieron exactamente las mismas indicaciones: de lunes a viernes, de 08:00 a 01:00 de la tarde, formarse desde las 05:00 am para encontrar fichas y realizarse la prueba.

Desde ese momento, se dieron cuenta que encontrar un lugar sería una larga y tediosa  jornada. 

Foto: El Universal

Comenzaron por los laboratorios privados que más sucursales tienen en la zona metropolitana del Valle de México. El costo por prueba va desde los 2 mil 999 hasta los 7 mil pesos.

Imposible costear algo así, sobre todo cuando tu familia se vio limitada en gastos durante los últimos meses y has tenido una larga temporada desempleada. Tu papá consultó a unos conocidos que con anterioridad se habían contagiado, le recomendaron algunos sitios. Por fin sienten alguna esperanza.

Llegan a una de las farmacias que aseguran buscar el ahorro en sus consumidores, según los carteles pegados en las ventanas, la prueba de antígenos cuesta 299 pesos, inmediatamente la solicitaron, pero específicamente en esa sucursal no contaban con el servicio.

Una vez más, emprendieron la búsqueda. Por fin encontraron otra filial: se agotaron las pruebas, “la gente llega desde las 05:00 de la mañana, hay una gran demanda”, les dicen. Segundo lugar: “incluso están dando fichas para otros días, si la pides el lunes, podrían atenderte hasta el jueves”, aseguraron.

Las ocho de la noche. De alguna u otra forma, encuentran otros dos laboratorios, no tan económicos como la farmacia, pero tampoco excesivos como las sucursales de mayor demanda. 

El costo por prueba es de mil en uno y mil 300 en otro, no obstante, la respuesta es exactamente la misma: AGOTADO, SIN SERVICIO EL DOMINGO, AGOTADO TODA LA SIGUIENTE SEMANA, Y LA PRÓXIMA, Y LA PRÓXIMA.

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“Que pase lo que tenga que pasar”

Los planes cambiaron, decidieron regresar a casa, dejar pasar los días con las medidas pertinentes y las recomendaciones de la médica. Nuevas reglas en tu hogar: que no predomine el miedo y la paranoia.

Medirse la presión, oxigenación, ejercicios para los pulmones, comida saludable, agenda con números de emergencia, hospitales y clínicas cercanas y “que pase lo que tenga que pasar”.

Es demasiado tarde para pensar, los contagios aumentan, las pruebas se agotan, los hospitales colapsan. 

Foto: Rodolfo Valtierra

Ahora lo ves desde tu privilegio: facilidad para moverse, sin exponerte más o a los demás, con un presupuesto dentro de la media para pagar la inalcanzable prueba. La cabeza de tu familia cuenta con un sueldo fijo porque tiene contrato y prestaciones, no hay mayor necesidad, hasta el momento… 

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