A veces cerraba los ojos y me cepillaba los dientes o me ataba las agujetas. Subía y bajaba escaleras, incluso pasaba los días con las luces apagadas. Así me acostumbré a la oscuridad. No necesitaba contar los pasos de la sala a mi cuarto ni nada de eso. Sencillamente mi cuerpo sabía qué tanto moverse…
¿POR QUÉ ME DETIENEN? ¡No ven que traigo a un niño! ¡SUÉLTENME! Es mi hijo. Me tiro de cabeza con Juanito al río. Es la única forma de cruzar. Si libramos ésta, lo que sigue tiene que mejorar.
“¡Vivan las calaveritas! ¡Vivan nuestros muertos, nuestros vivos, nuestro día de estar juntos!”
“Los gringos me dicen squatter, los cristianos forajido, los vagabundos Teyolía. Yo nomás soy el ánima del cabrón que mataron en el teibol el otro día.”
“La orfandad de identidad no es lo que me une con el protagonista de Curado de piñón para el corazón, obra de teatro del escritor mexicano, Hugo Ortega Vázquez. Es la heroína. A ambos, la visión mexicana de la muerte nos ha salvado de nuestras pequeñas tragedias.”
“…preguntémosle al tortuoso espíritu de Alfred Nobel, ¿Ahora qué?. Y esque me imagino que hasta hace un año, Alfred se pavoneaba entre el resto de los artistas (imaginando que el arte provee un espacio en el cielo)…”
Por Ricardo de la Torre Mendoza Día de muertos: Costumbres y tradiciones Se me ha hecho tarde.…
Su vida da una vuelta/Fue villano, pero la parca/Le dijo que su cara disuelta/ Servía para el heroísmo/Para ser del barrio el patriarca,/Y en las calles el representante del altruismo.
Pensé que se me quitaría después de cumplir los dieciocho años y luego, la felicidad llegaría. No fue así, no es una etapa. El malestar no pasa, al contrario, va cansando el alma.
Vestía una cabellera con tres cuartos de canas y tramos del mismo color. Me miraba fijamente como si diez años nos hubiesen separado, me tomaba del hombro como si tuviese que entregarme los cuatro consejos más importantes de mi vida